Reviven prosa de Gabo al ritmo de vallenato

En las páginas de En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabriel García Márquez (1927-2014) —lanzada en México por Grupo Planeta—, flota la trama de un encuentro furtivo entre Ana Magdalena Bach y un hombre desconocido.

Esto ocurre luego de que ella visita la tumba de su madre, en aquella isla paradisiaca que deteriorará el turismo, sin dejar de ser la cita obligada de aquel instante de amor libre que la protagonista repetirá.

Ana Magdalena Bach es la protagonista de esta novela que el autor colombiano inundó con música de Strauss y Debussy, con referencias a Bram Stoker, Ernest Hemingway, Albert Camus y Jorge Luis Borges. Ella es una mujer de 46 años, encantada con su marido y sus dos hijos, aunque aquel ritual de agosto la cambiará por completo.

Sus páginas (135, incluyendo prólogo y el apunte del editor) son una caricia que va más allá del placer y la libertad sexual, de las dudas y certezas que le reviven sus 27 años de matrimonio, ante aquel paisaje incierto que despierta sus dudas sobre el adulterio, la infidelidad y el amor.

La historia iniciaría en las últimas décadas del siglo XX, en aquel “mes de los calores y aguaceros locos”, como escribe el autor de Cien años de soledad, cuando “de pronto, como el rayo de la muerte, la fulminó la conciencia brutal de que había fornicado y dormido por la primera vez en su vida con un hombre que no era el suyo”. ¿Aparecerá el fantasma del arrepentimiento? Hasta aquí no puede saberse.

Pero la presentación de esta obra, en el foro Expresarte de la Librería Gandhi Mauricio Achar de la Ciudad de México, se convirtió en un instante de realismo mágico, donde coincidieron lectores, “booktubers”, libros, vallenato, pastel y un poco de ron, aunque algunos asistentes lamentaron la ausencia de la familia García Barcha.

El primero en tomar el micrófono fue el escritor Benito Taibo. “Tenemos una doble y espectacular celebración: Gabo hubiera cumplido 97 años y en este día también presentamos su novela póstuma e inédita”, dijo Taibo, para luego contar una anécdota juvenil en la que él y un grupo de amigos sembraron un ejemplar de Cien años de soledad, en el Parque México, como un acto de germinación literaria, donde 20 años después encontrarían unos baños públicos.

“Le conté esta historia a Gabo, que era un buen amigo de la familia, y se murió de la risa. Luego me dijo al oído ‘coño, Benito, lo plantaron al revés’. Así funciona el realismo mágico y así funciona el embrujo y el embeleso maravilloso de las palabras de García Márquez que, casi 10 años después de haber muerto, llega a sorprendernos, como el Cid Campeador a los moros, y descubrimos que García Márquez no estaba muerto, andaba de parranda… Y vuelve por sus lides a contarnos una vez más esto que sabe hacer tan bien: una maravillosa historia de amor”.