Ringo Starr, 85 años imbatible

A Ringo Starr nada lo ha hundido. Y como dice la letra de “El submarino amarillo”, que lo catapultó al estrellato en 1966, tiene una vida fácil disfrutando de lo más sencillo, que es el cielo azul, al que le añade su pasión por la música.

A diferencia de otros íconos de su generación, este hombre que hoy cumple 85 años de vida no mira desde la solemnidad, ni vive del mito, aunque dicha canción, junto con “El jardín del pulpo”, son quizá las más conocidas con su voz en etapa Beatle. “Jamás he hecho nada para crear lo que ha pasado. Se ha creado solo. Estoy aquí porque pasó, pero no hice nada para que ocurriera aparte de decir sí”, ha dicho el baterista en entrevista.

Por ello sigue girando, grabando y hablando con medios de comunicación. Sin dejar de lado su clásica frase de “paz y amor”, porque está convencido de que es mejor el lado positivo de las cosas, pues de otra manera no podría aportar nada al mundo. “Es lo que siempre necesita la música y es lo que necesita el mundo, ante la violencia, ante la crisis, lo mejor es dar todo con mucha emoción y disfrute, espero que el público pueda entender, en cualquier idioma, que lo importante es el amor y la paz, y creo que la música puede trascender idiomas para comunicarlo”, insistió en enero pasado durante una conferencia de prensa para presentar su álbum Look up.

Richard Starkey, verdadero nombre del famoso, nació en la ciudad de Liverpool. Fue un niño enfermizo que llegó a estar varios meses internado en hospital debido lo mismo a una peritonitis, que por complicaciones por una neumonía.

Con una familia baja en recursos económicos, encontró en el humor, además de la música, una forma de pasar la vida. Su sentido del humor, contrario al sarcástico de John Lennon, era más de barrio. “Bobo”, dijo el propio Ringo en alguna ocasión, cuando se le recordó su paso por el cine, con películas como El cavernícola (1981), que filmó en México. “Me decían que actuara naturalmente, que fuera yo mismo y lo hacía”, ha comentado Starr.

Hay quien lo coloca entre los mejores bateristas de la historia, pero él no lo cree. De hecho, sabe que no es técnico, es decir, no es alguien que se la pase varias horas practicando con tambores y platillo. Así consta en la Antología Beatle publicada en 1995, que constó de ocho videos y tres álbumes dobles con la historia de la banda. Su acercamiento con ese instrumento fue justo durante una de sus largas estancias hospitalarias, cuando un empleado llevó una pequeña percusión para distraerlo. “Me convertí en batería porque es lo único que puedo hacer, pero siempre que escucho a otro batería, sé que no soy bueno. No soy bueno en la parte técnica, pero soy bueno con el ritmo, como moviendo mi cabeza. A mí me regalaron los primeros tambores una Navidad y en febrero ya estaba tocando en un conjunto. De lo que estoy seguro es de haber creado un estilo”, indica Ringo en el documental.

En entrevista dejó claro que su batería cobra vida cuando la toca frente a alguien. “No me gusta tocarla solo, no encuentro gozo”, dijo.