Ringo Starr brinca al ritmo de una guitarra eléctrica y los afortunados que lo miran gritan y se divierten, ríen. No lo pueden creer: un ex-Beatle tan cerca y tan lejos. Pero él es el más accesible, el amigo universal, el del espíritu armonioso. “Bienvenidos, México, ¿están listos para divertirse?”, pregunta Ringo al iniciar con “It don’t come easy”, uno de sus primeros éxitos, de 1971. Su voz es grave y aun así armoniza con la guitarra aguda y agresiva, acelerada. El músico de 83 años no parece de su edad: baila, aplaude con movimientos cortos pero rítmicos, precisos. “Amor y paz, México, muchas gracias por estar aquí”, añade el británico.

El famoso sube a su ambiente en una batería que está por encima de todos los instrumentos. Es un goce para sus seguidores percibir las percusiones, su especialidad, así sea que sacrifiquen un poco mirarlo de cerca, como cuando canta. Durante la velada, Ringo también estuvo arropado por músicos de su All Starr Band, quienes presentaron algunas canciones.

Fiebre multigeneracional

La experiencia de los fans inició a horas de que Ringo saliera al escenario. Familias y grupos de amigos y amigas, cuya pasión por The Beatles los une, hicieron de los alrededores una atmósfera festiva.