Rituales para atravesar el fuego

La artista visual mexicana exhibe su serie Fénix, integrada por 20 pinturas que recrean un proceso de catarsis. Cortesía
La artista visual mexicana exhibe su serie Fénix, integrada por 20 pinturas que recrean un proceso de catarsis. Cortesía

El fuego, las cenizas y, después de tres años de abordar el lienzo desde la intuición, llega a la explosión de colores que culmina en un proceso de renacimiento.

La artista visual mexicana María José Romero (1970) creó, tras experimentar una separación, una pérdida, un duelo, las 20 pinturas que integran la serie Fénix, en formatos grandes y pequeños, que se exhibirá a partir del 8 de octubre, a las 17:00 horas, en la galería Le Laboratoire.

La pintura siempre ha sido un canal, una vía, donde puedo, a través de una catarsis, expresar eso que tengo dentro”, comenta la creadora en entrevista con Excélsior. Todo empezó con una separación, que es una pérdida, y ésta te lleva a un duelo. Y en el duelo hay una crisis, porque son muchas emociones las que vienen: la tristeza, la impotencia, la rabia, la incertidumbre, la inseguridad, el miedo.

Esto viene unido a reflexiones profundas. Necesitas tiempo para sumergirte en ese espacio de introspección y realizar esa terapia con uno mismo. Es muy importante que hagamos nuestro trabajo interior, porque, si no, sólo vamos por la vida repitiendo patrones”.

En su casa-taller de San Ángel Inn, quien estudió Artes Visuales en Boston (EU) afirma que “el resultado de ese sumergirme en mí, para entender y darle un sentido a lo que viví y transformarlo en algo que no repita, porque adquirí cierta conciencia, fue no quedarme como una víctima de la experiencia, sino que ésta me dio luz”.

Detalla que decidió pintar el fuego “como una especie de ceremonia o ritual, como una limpia metafórica, porque con este elemento poderoso puedes quemar y, si se consume, se vuelve luz, transmuta y transforma. “No es fácil pintar el fuego porque está vivo y tiene muchos planos, hay que lograr volumen y movimiento. En ese fuego empezaban a aparecer esas emociones. Utilizaba mi pintura como un ritual para transformarlas. Comencé a vaciarme y la pintura se volvió otra cosa”, agrega.

Romero detalla que “luego entré con los blancos y los negros para, desde el carbón, pensar en el fénix. Se me apareció su imagen y comprendí que de esas cenizas yo iba a renacer. Las pinturas en blanco y negro son como unos aleteos de mucha fuerza, trazos. Algo en mí comenzaba a resurgir”. “Después, empezó a aparecer el color y, tres años después, terminamos en una fiesta de colores. Cada cuadro representa un paraje de este proceso. Cada pintura es un ritual y una ceremonia. Si te permites entrar a este juego de espejos, ellos te van a devolver algo de ti y vas a aprender”, añade.