A pesar de su nombre, Terra es una perra de mar, pero hoy remonta los ríos Ulla y Sar, en Galicia, encaramada a la proa de un barco velero, dispuesta a seguir siempre a su amo, que navega rumbo a Padrón para rendirle homenaje a Rosalía de Castro (1837-1885).

Terra viaja a bordo de Maraxe, una dorna o embarcación tradicional que viene junto a otras 15 hermanas de O Grove, Cambados y la Illa de Arousa. Con sus nombres bien podría escribirse un poema: Mimela, Roxiña, Daimela, Maristela, Ortelinda, Javiota, Zenaida, Bazarra, Anguleiro, Montañesa, Nécora, Onza, Nerea, Rosalía.

Cuando llegan al Espolón de Padrón (A Coruña), la villa en fiestas recibe a los marineros para cantar bajo la estatua de Rosalía. La poeta en pie, labrada en piedra, preside una punta del paseo, y Camilo José Cela (1916-2002), sentado y en bronce, ocupa un pedestal al otro extremo.

Rosalía de Castro no deja de crecer a 132 años después de su muerte, como ícono cultural gallego. Su fundación, constituida en 1947, es comparada con la de Camilo José Cela, creada en 1986, por ser la vecina pobre que recibe ayudas, pero mucho más pequeñas, del gobierno gallego.

En estos años ha incorporado a sus fondos valiosos objetos que pertenecían a la familia de la autora: un piano, escritos, cartas y óleos de su hijo pintor, Ovidio Murguía, y un mechón del pelo ondulado de la poeta que guardaba la Diputación de A Coruña.

En otro enclave mítico de Padrón, la Fundación Cela, una de las mayores de España por el legado que atesora, se lame las heridas de su turbia historia reciente: permanece para reorganizarse, cambiar salas, atajar humedades y recuperar objetos que ya no estaban a la vista del público.

La dramática agonía financiera a la que fue llevada la institución acabó con su rescate y conversión de privada en pública.