Ruvalcaba quiere que lectores sufran

“La literatura no te debe dejar inmune. Yo no necesariamente sobrevivo a la creación de estas criaturas, estas historias, estas marionetas que a veces parecen los personajes; sí me toca padecer lo que ellos padecen, sí sufro”, asegura el escritor Hiram Ruvalcaba (Zapotlán el Grande, Jalisco, 1988) al hablar de las historias de dolor, violencia y deshumanización que dejan sus nueve cuentos reunidos por Era Ediciones en Los inocentes, un libro de relatos duros, descarnados y violentos que exponen homicidios, humillaciones, crueldades y amarguras.

El narrador, periodista y profesor de Literatura, con maestría por El Colegio de México, asegura que la literatura nos permite explorar y ver esas oscuridades en las que a veces no podemos profundizar en la realidad, pero que son parte de nuestra naturaleza.

Coincide con Stephen King quien dice que la literatura de terror nos gusta por el placer que provoca, y acerca a experiencias terribles de las cuales no tenemos que pagar las consecuencias.

Inquietudes

Reconoce que sus historias generan inquietudes y angustia. “Yo no había caído en la cuenta hasta que algunos de mis amigos y lectores me hicieron reconocer que yo escribo algo muy cercano a la literatura de terror, que a lo mejor en mis historias no hay una sensación de miedo latente, pero hay una sensación de angustia en muchos de mis textos que yo reconozco como mi huella. A mí me gusta provocar esa sensación”, expresó.

En esta obra no da tregua al lector. “En otros libros he tratado de poner algún cuento que sea más ligero, que calme un poquito la borrachina de la angustia, pero para mí estreno con Era, dije, ‘pues ahí va toda la chinga y que los lectores se metan a este universo y salgan jodidos’, porque la verdad es que la experiencia de ‘Los inocentes’ sí está pensada para sacudir”, afirma el también autor de Los niños del agua (2021) y la novela Todo pueblo es cicatriz (2023), ganadora del Premio Amazon Primera Novela y del Premio Filiberto a Mejor Novela Negra 2023.

Para Ruvalcaba la literatura conduce a la gente a los espacios donde ocurren las cosas. “Nunca he ido a un prostíbulo, pero quiero a través de la literatura acercar a los lectores a esta experiencia, que sepan qué se siente estar ahí, que sufran o padezcan lo que esta chica ha visto y vivido, que también padezcan la indecisión de este cabrón que va a tratar de contratar sus servicios, y esto aplicado a todos los cuentos; esa es mi búsqueda estética”, señala.

Sus historias están protagonizadas por personajes que reaccionan a sus deseos oscuros, y sin embargo, dice, “yo tengo esperanza de que dentro de todos nosotros exista mucha luz, pero creo que el ciudadano de a pie carga dentro de sí mucha oscuridad. Lo que me interesa es ver hasta dónde podemos rastrear la oscuridad que traemos dentro y hasta dónde somos dueños de un real raciocinio que nos permita elegir no actuar en pos de nuestros más bajos instintos”.

Cuenta que tiene muchos años situando sus historias en Tlayolan, que es un pueblo que podría ser Zapopan el Grande y la región sur de Jalisco. “Tlayolan es Sayula, es San Gabriel, es Tamazula, es Pihuamo, es una zona más o menos amplia que yo he recorrido porque a eso se dedicaron mis papás, a ser maestros rurales. Me tocó conocer esto y a mí me parece que la vida del pueblo expresa con toda claridad las cosas que a mí me interesan como autor de literatura”, refiere.