Escribir desde la fascinación y el asombro, entendido este como el sentido de maravillarte. “Entiendo el asombro, según apunta un diccionario árabe, como el impacto físico que recibo con los sentidos y que mi cerebro procesa como algo único, maravilloso o desconocido. Es una definición más precisa y rica que incluye mente y cuerpo”, comenta el escritor Alberto Ruy Sánchez (1951).
El poeta, novelista, cuentista, ensayista, traductor y editor encuentra que guía a su obra “una fascinación y una atención sostenida sobre la naturaleza y los misterios del ser humano”.
Temas como el deseo, la duda, el erotismo, la certeza, el desierto, el cuerpo femenino, los demonios de la lengua, la memoria, las jacarandas, los viajes, los gatos o las ambulancias inspiran las historias que encantan a sus lectores.
Condecorado
Por esta razón, a sus 73 años, el autor de unos 35 libros recibirá el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2025, dotado con 200 mil pesos, durante la inauguración de la 13ª edición de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey), que permanecerá abierta hasta el 30 de marzo.
Con motivo de la publicación, en formato virtual, de una antología sobre su obra, propuesta por la feria que organiza la Universidad Autónoma de Yucatán, Ruy Sánchez revisó su propuesta literaria. “Elegí la urdimbre, que son las líneas verticales que lanzas primero y después vas tejiendo. Esa urdimbre está hecha de los hilos que se repiten a lo largo del tiempo. Uno de ellos es la atención a la naturaleza y mi primera infancia en el desierto”, cuenta.
“Ahí, a los cuatro años, aprendí la paradoja de que el desierto no es algo vacío, sino que está increíblemente lleno de vida. Como estaba en el desierto cuando debía aprender a leer. Al mismo tiempo que me enseñaban a leer letras, también aprendí a ver los signos de la vida, el movimiento de los astros. Eso te obliga a pensar en las cosas que nos rodean como un lenguaje”, recuerda.
El doctorado en la Universidad de París VII explica que gracias a esa observación de la vida se convirtió en un contador de historias: “Creo que no solo las personas narran historias, sino todo: el viento, las piedras, los fósiles marinos en el desierto”.
Añade que “el reto de volverte alguien que las cuenta es distinto e implica otro tipo de placer y de instrumentos. Cada contador de historias es peculiar. Para mí no es importante cómo termina la historia, sino cómo la vive cada lector y la pueda comunicar. El escritor invoca el fuego, pero solo el lector lo siente; y el que escucha le da vida”.
Tras explorar todos los géneros literarios, el director desde 1988 de la revista Artes de México dice que estos no importan. “Desde mi primer libro, ‘Los demonios de la lengua’, hay poesía, ensayo, reflexión, narración. También están presentes en el eje de la exploración del deseo, de los libros de Mogador. Al revisar mi obra, yo mismo me asombro de lo terco que soy. Veo cosas que se convirtieron en líneas obsesivas”, refiere.
Quien fue discípulo de Roland Barthes y Armand Mattelart se rehúsa a definirse con precisión: “No pienso mucho en mí. No me miro seguido en el espejo. No soy una persona disciplinada, soy obsesivo. Suplo la mala disciplina con la obsesión. Me doy cuenta más de lo que no soy, de las virtudes que no tengo. Algo que sí me gusta es bailar, es una de las dimensiones de la vida. En algún momento tendrá que salir un libro sobre el baile”.
Destaca que ha sido un viajero que escribe. “Tengo un poema de los años 70. Se llama ‘Soy el camino que tomo’ y es una declaración de principios. Creo que voy convirtiéndome en lo que veo. Finalmente soy todo lo que me asombra”, señala.
El silencio del gato
Ruy Sánchez acaba de publicar el poemario El silencio del gato (Era), un animal que admira y del que descubre su dimensión ritual. “Hay momentos en que los gatos entran, porque lo necesitan, en un estado segundo, como en éxtasis. Por ejemplo, cuando ronronean. Otro momento en que entran en ese estado es cuando beben. Tienen en la lengua una formación de cepillo y hacen una especie de tubo que levanta el agua en el aire y él la pesca. Maullar es su sonido propio”, añade.
A la par, trabaja en otro poemario, en una novela, en un libro de relatos y otro de viajes.