El cuadro Las meninas, de Diego Velázquez, es bastante conocido. En este aparece, al centro, la infanta Margarita, hija de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, rodeada de su séquito.
Pero en esa imagen, comenta el director escénico Héctor Bourges, pocos advierten que una de las meninas le ofrece a la infanta un búcaro (jarrito de color rojo), sobre una pequeña charola de plata, con el que, probablemente, ella tomará agua y se especula que sería el instante previo al que lo engulla y se adentre en un viaje fantasmagórico.
Esos barros o búcaros, explica Bourges, “eran muy preciados y llegaban por miles al Alcázar de Madrid, desde Tonalá, Jalisco, aunque también provenían de otros lugares, pero casi se tiene la certeza de que ese bucarito que pinta Velázquez provenía de Tonalá”.
A partir de esa imagen, la compañía de teatro creó la obra multidisciplinaria Bucarofagia (inventario), instalación, concierto y pieza teatral —con funciones del 16 al 18 de mayo en el Foro del Centro Universitario de Teatro (CUT)— que se apoya en textos de Luis de Góngora, Lope de Vega, Sor Juana y en el sonido que produce el bruñido del barro.
Se sabe que después de beber el agua, con el barro un poco reblandecido se masticaba y se engullía aquel cantarito, lo que se convirtió en un vicio de la época que provocaba una palidez extrema en la piel de quien lo consumía, pero también la clorosis (una especie de anemia) que venía acompañada de visiones extrañas.
“Esta imagen nos pareció un buen detonador para especular y seguir pensando en la práctica de la bucarofagia (ingesta de vasijas de barro), pero como una metonimia del imperialismo, es decir, de devorar literalmente las tierras de las colonias, y si extendemos esa metáfora fácilmente llegaríamos a los extractivismos contemporáneos”, explica.
Sin embargo, más allá del discurso ecológico o decolonial, “nos importa pensar en lo que viajaba junto con estos búcaros que llenaban las bodegas de los galeones que atravesaban el océano, entre América y Europa, llevando no solo barro, alfarería, semillas, metales preciosos, colorantes, porque en ese viaje venían cargados de esclavos”, comenta.
Así que aquellos barcos, que eran una especie de gabinete suculento y terrorífico, transportaban sabores, olores, delicadas artesanías, pero también traían los horrores de la esclavitud y los procesos coloniales.