Se transita poco por la música de AL

Es la primera vez que Rosana Lamosa, una de las sopranos brasileñas que más reconocimiento unánime han recibido a nivel internacional, se presenta en México. Lo hará como parte de la delegación del país invitado, Brasil, en el 52º Festival Internacional Cervantino y la acompañará el pianista Pablo Rossi, nominado al Grammy Latino, quien, además de ser talentoso, dice Lamosa, sabe escuchar, sabe acompañarla en escena y complementar la música como pocos intérpretes lo hacen.

Su recital, un homenaje a cuatro grandes compositores de Brasil: Glauco Velásquez, Cláudio Santoro, Francisco Mignone y Heitor Villa-Lobos, muestra una inquietud por crear puentes entre la música de América Latina, en medio de la fiesta y los eventos culturales que han tomado los escenarios y las calles del centro de Guanajuato.

¿Puede hablarme sobre su repertorio?

Algunas de las canciones que escogimos son muy conocidas; otras, no tanto. Glauco Velásquez no es muy conocido. Es un compositor que murió joven, a los treinta y pocos años, pero escribió música sofisticada. Me encanta la poesía, me encanta la armonía, que es atípica del comienzo del siglo XX.

Después tenemos canciones de Cláudio Santoro, que es un compositor del norte del Brasil, del estado de Amazonas, que vivió mucho tiempo en Europa y tiene una serie de canciones de amor. Santoro vivió en los años cincuenta del siglo XX, estaba mal del corazón, había roto una relación con una chica rusa y allí se encontró con Vinícius de Moraes y ambos escribieron canciones con la sonoridad popular del bossa nova.

A pesar de ser clásicas, digamos eruditas, ese ciclo de canciones de amor tiene una musicalidad que remite un poco a la canción de la bossa nova. Y después hacemos también, piezas emblemáticas de Heitor Villa-Lobos, las canciones del ciclo orquestal Floresta do Amazonas. Canto dos de esas canciones, son muy conocidas y bonitas, me encantan. También hago, quizá, la pieza más conocida de Villa-Lobos, las “Bachianas Brasileiras”. Es un conjunto de ocho violoncelos originales. Nosotros hacemos una versión que el gran Villa-Lobos escribió para piano.

¿Cómo considera que dialogan estas obras con la música latinoamericana?

Son obras muy importantes porque marcan un momento que se remite un poco al periodo nacionalista. La “Bachiana n.º 5”, tiene una característica muy brasileña. Villa-Lobos era un compositor aficionado a la naturaleza, y su composición es mágica. Se pueden sentir los cantos de los pájaros. Él coloca todas esas sonoridades de la naturaleza en su música. La segunda parte de la “Bachiana” menciona varios tipos de pájaros. Siempre la escritura remite al canto de un pájaro; entonces, es muy fuerte la presencia de la naturaleza en sus obras.

¿Por qué elige estas piezas para presentar a Brasil ante México?

Creo que hice un balance de piezas muy conocidas y otras que no tienen la difusión que merecen, pero que son muy bellas. Pienso que es importante que se conozca no solo en México, sino en toda América Latina. Es una oportunidad de presentarlas, yo creo que son piezas especiales.

Al margen de que México es visto como una plataforma cultural en el continente, ¿cuál es el reto mayor para los artistas latinoamericanos?

Parece que se transita poco en América Latina entre nosotros. Es extraño porque, por ejemplo, en mi escuela, cuando yo era chica, la segunda lengua que aprendíamos era francés, en lugar del castellano.

No entiendo por qué. Es un error, una falla grave que creo que en nuestra formación latinoamericana es grave. En verdad, yo he cantado poco del repertorio mexicano. En Brasil se hace poco. Se hace mucho de Latinoamérica: mucho de Argentina, mucho de Uruguay, mucho de España, pero poco de México. Eso es interesante. No sé por qué, pero es un error.

¿Podríamos decir que los artistas latinoamericanos son como, digamos, una colonia donde nadie se conoce?

Un poquito. Yo diría que sí, verdaderamente. Mi profesor, mi maestro de canto era mexicano, de Monterrey. Era un fantástico profesor que vivía en Nueva York. Fue mi profesor toda la vida. Después, cuando era viejo, volvió a Monterrey. Pero hablábamos mucho de lo que me preguntas. Porque él era un mexicano que daba clases de ópera en Nueva York. Cuando yo llegaba allí, a él le encantaba tener una alumna brasileña. Siempre había una afinidad grande. Existe una afinidad grande entre México y Brasil, pero culturalmente se hace poco.