“Festejamos 60 años de la crítica, el disenso y la experimentación que han tenido lugar en el Museo de Arte Moderno (MAM)”, comentó Natalia Pollak, directora del recinto desde febrero de 2019.
“Festejamos que ha sido el catalizador de los varios procesos que han transformado las artes en nuestro país, así como de las demandas de la ciudadanía por instituciones que respondan a un mundo que cambia de manera vertiginosa”, agregó.
En rueda de prensa, la historiadora de arte afirmó que el Museo de Arte Moderno, inaugurado el 20 de septiembre de 1964, diseñado por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares, llega a sus seis décadas de vida “renovado en todas sus áreas”.
Detalló que, tras una inversión de 84 millones de pesos, en este sexenio se rehabilitaron rampas, elevadores y montacargas; se renovaron los sanitarios y la iluminación; se sanearon los sistemas hidrosanitarios, eléctricos y de áreas verdes; se equiparon las bodegas y se restauraron cinco cúpulas y 35 esculturas, entre otras.
“No quedó ningún área desatendida. Un pendiente puede ser la digitalización del Archivo Histórico, que se rescató y se catalogó, para que sea accesible para todos. Se atendió cada rincón del museo, incluso se realizó un censo de árboles”, indicó.
Dijo que, en paralelo, “realizamos un total de 65 exposiciones y algunas itinerancias en Baja California, Tlaxcala, Ciudad de México, Francia, Países Bajos, España, Argentina, Estados Unidos y Alemania”.
La egresada de la Universidad Iberoamericana recordó la contribución de algunos de los directores más destacados del recinto, desde Carmen Marín de Barreda, la primera timonel; hasta Fernando Gamboa, Helen Escobedo, Jorge Alberto Manrique, Teresa del Conde y Luis-Martín Lozano, Osvaldo Sánchez y Sylvia Navarrete, una generación que introdujo nuevas ideas.
Explicó que el Museo de Arte Moderno ha sido escenario de encuentros y desencuentros.
“Cómo no mencionar el concurso de pintura y escultura Salón Esso de 1965, en el que participaron jóvenes creadores y, al resultar ganadores en la categoría de pintura Fernando García Ponce y Lilia Carrillo, se armó una trifulca entre grupos de artistas, unos a favor del arte figurativo y otros del arte abstracto”.
Y también evocó la defensa de la libertad artística que protagonizó Jorge Alberto Manrique, quien se negó a ceder ante la intolerancia de algunas asociaciones y presentó su renuncia.