La historia de Sing Street se sitúa en Dublín, en la década de los años 80, una ciudad envuelta en una profunda crisis económica como el resto del país que provocará la necesidad de una gran parte de la población a buscarse la vida fuera de sus fronteras y más concretamente hacia el Reino Unido. En este contexto comienza la película cuando su protagonista de quince años, Connor (Ferdia Walsh-Peelo), se ve obligado por sus padres a cambiarse a un colegio más económico para reducir gastos.
Este hecho será el detonante para que Connor ponga rumbo a la rebelión cuando su nuevo instituto religioso le recibe con maestros crueles, reglas innecesarias, matones, al tiempo que el día a día en su casa está acompañado de constantes discusiones entre sus padres. A partir de ahora buscará el significado de su vida y para ello intentará huir de su hogar.
En la primera escena de la película vemos a Connor en la cama de su habitación tocando una guitarra acústica, al tiempo que escucha los gritos e insultos de sus padres a través de la pared y como de forma natural e instantánea los transforma en letras para sus canciones. Esta reacción de Connor nos indica que está acostumbrado a ese tipo de situaciones incomodas en su casa y de forma instintiva le sirve para evadirse.
En un principio no es consciente de su potencial artístico hasta que un día aparece su musa, Raphina (Lucy Boynton), en unas escaleras al otro lado de la calle del colegio. Ella será la causante principal por la que Connor forme una banda de música con sus amigos debido a que la ofrece ser la protagonista de un videoclip con el objetivo de conquistarla y también, poder cumplir su sueño de participar en un programa musical que ve siempre en la televisión con su hermano mayor, Brendan (Jack Reynor).
El cine de John Carney, ligado a la música
El escritor y director John Carney antes de entrar en el mundo del cine fue bajista en una banda de rock muy conocida en Irlanda, The Frames, lo que explica el papel vital de la música en sus películas, como lo demuestran sus dos trabajos anteriores: Una vez (2006), en la que un guitarrista callejero y una cantante se conocen en las calles de Dublín y deciden grabar juntos. Aquí la canción principal consiguió en el año 2007 el Óscar a la mejor canción original y fue un éxito inesperado en el Festival de Sundance, donde obtuvo el Premio del Público que lo catapultaría a la fama. Y Begin again (2013) nos traslada a la ciudad de New York donde se conocen en un club nocturno un productor de aspecto desaseado venido a menos y una joven cantante con talento que deciden colaborar juntos en un álbum. Este ha sido su primer trabajo en Estados Unidos.
Música ochentera
Esta hermosa película nos teletransporta a los años 80 y muchos volverán a recordar y sentir con nostalgia aquellos maravillosos años de la llamada Movida Madrileña cuando eran adolescentes al igual que los protagonistas del. Una década de oro irrepetible en el plano musical. Alrededor de la música, como se hace referencia en la película, nacieron numerosas tribus urbanas con una moda e imagen transgresora que rompía los cánones establecidos de la época como una forma de expresión artística y rebeldía.
Los continuos cambios de estilo de música (new wave, new romantic y after-punk) que los miembros de la banda realizan a lo largo del metraje compasados al mismo ritmo que varían de vestimenta y estética, y que se originan por la inspiración de su líder a través de su musa y por los consejos de su protector hermano a la vez gurú espiritual, servirán para presentarnos y disfrutar de una excelente banda sonora con canciones de A-Ha, Culture Club, David Bowie, Depeche Mode, Duran Duran, Hall & Oates, Spandau Ballet, The Cure, The Clash y The Jam, junto a las maravillosas canciones originales que interpreta la banda de Connor, escritas por el propio John Carney, con la colaboración de Bono, cantante de U2, y del guitarrista Dave Howell Evans, conocido como The Edge.
Conservadurismo de la sociedad irlandesa
Todos los constantes cambios en la banda tienen como objetivo la busca de una identidad propia que dé sentido a sus vidas. En la escuela tienen que soportar humillaciones e insultos (les llaman “maricas”) y enfrentarse a los sacerdotes (poder eclesiástico), encargados de que se cumplan las férreas normas que rigen la educación y la enseñanza.
Este conservadurismo católico imperante en la sociedad irlandesa queda reflejado en la película en una conversación donde Brendan informa a su hermano como sus padres no se casaron por amor sino por diversión de adolescentes, ya que el matrimonio era la única forma existente en aquella época para poder permitir tener relaciones sexuales, porque recordemos que hasta 1985 en Irlanda para poder comprar preservativos había que ir a la farmacia con receta médica.
He aquí el motivo de las continuas discusiones de un matrimonio condenado a estar juntos porque el divorcio estaba prohibido (se legalizó en 1995).
Una película para todos
Se trata de una película deliciosa, romántica sin ser excesivamente melosa, envuelta en un drama musical combinado con un humor sencillo y cálido donde el amor y la música fluyen de forma armónica a lo largo del relato hasta llegar al corazón de muchos espectadores, que a través del amor sincero e inocente de la pareja protagonista, de la nostalgia de las canciones y de esa maravillosa ambientación de la “movida dublinesa” rememorarán aquellos años de las cintas de caset, los discos de vinilo, el primer beso, los cambios de look y en los que inexplicablemente no existía el móvil para comunicarnos.
Recomendada para todo tipo de público tanto para aquellos que buscan pasar un buen rato entretenido, divertido y disfrutar de la música como para aquel otro más exigente y cinéfilo. Si tenemos la oportunidad de verla en versión original, mucho mejor.