No es de extrañar: Julianne Moore es un tótem de la interpretación, con un título tan polémico como divisivo como La habitación de al lado en su reciente filmografía; Alcock viene de triunfar como la versión joven de Rhaenyra Targaryen en La Casa del Dragón, y Fahy ha tenido grandes hits tanto en cine como en televisión con proyectos como La cita o The White Lotus 2.
No solo las une su talento: las tres cuentan con un físico imponente y con una belleza que permite que la serie las convierta en verdaderos imanes para el resto de los personajes que gravitan a su alrededor. El poder de atracción (concretamente una suerte de arcana capacidad de seducción femenina) es uno de los leit motiv de la narración.
Sueño transformado en pesadilla
Devon y Simone son dos hermanas separadas por un océano. La primera malvive con su padre, aquejado de demencia, en un diminuto apartamento en Chicago. Marcada por la muerte de su madre y por un buen puñado de decisiones calamitosas, se siente estancada y no para de meterse en líos: desde dar rienda suelta a una procaz promiscuidad hasta echar su carrera por la borda.
Simone, por el contrario, parece estar en la cresta de la ola: es la mano derecha de Michaela Kell, una enigmática defensora de los derechos de las aves de una pequeña isla, en la que se ha convertido en la cara visible de la preservación animal y una especie de caprichosa ricachona a la que todo el mundo se dedica a complacer.
Cuando Devon descubre que Michaela decide hasta el color de la ropa de sus empleados y el nivel de intimidad que su hermana y su jefa llegan a compartir, decide que es el momento de intervenir para rescatarla y que vuelva a poner los pies en la tierra. Y de paso, echarle una mano en el cuidado de su padre, en lugar de enviarle estúpidas notas motivacionales y cestas de fruta.
La llegada de Simone a la isla le sienta a Michaela como un jarro de agua fría: de hecho, desconocía buena parte del pasado de su empleada y las cosas empezarán a ponerse más turbias cuando Devon accede a los rumores de la isla sobre cómo Michaela consiguió su posición de poder.
En cierta medida, Sirenas recuerda a La pareja perfecta, pero le resta a la ecuación la parte de thriller policial y le incorpora mayores dosis de humor. Un humor, por cierto, bastante extraño, que hace que te encariñes con la torpeza de los personajes, pero no llega nunca a romper hasta conseguir despertar las carcajadas.
A su favor rema el hecho de que sepa desconcertar y nunca tengas claro qué va a suceder al instante siguiente. Esto ayuda a crear suspense y mantener el interés, pero también nos precipita a una resolución un tanto decepcionante por su excesiva sencillez. Lo mismo el desarrollo de la historia no necesitaba dar tantas vueltas y era materia más propia de una película de dos horas.
El gran aliciente, claro está, es el reparto. Ver interactuar a estas tres diosas en pantalla es un lujo y hay que reconocer el esfuerzo realizado desde el departamento de dirección artística para crear una atmósfera propia, apoyada en tonos pastel y una ubicación idílica como es una lujosísima mansión ubicada frente a la playa de ensueño.
El discurso social presente
El discurso social de clase está presente (es una de las áreas en las que la comedia funciona mejor, con el servicio siendo cómplice de bromas internas o ricachonas condescendientes que parecen clones hablando a coro), pero queda solapado por el culebrón estilizado que se adueña de la historia en su desenlace.
Es una pena, porque hay tiempo para reflexionar sobre el duelo, el paso del tiempo o la naturaleza voluble del ser humano, tan frágil y necesitado de cariño y compañía. En concreto los personajes de Devon y Michaela tienen mucho más en común de lo que parece, una vez que se ponen las cartas sobre la mesa, por más que se presenten como antitéticos.
Por más que queramos resistirnos, el poder de atracción de una suerte de secta del bienestar donde todo parece encajar a la perfección suena a uno de esos sortilegios que nos podrían hacer encallar en esta isla. A lo largo de sus cinco episodios, Sirenas presenta una narrativa que combina giros inesperados, secretos familiares y conflictos de clase.
La serie, que no se extiende innecesariamente, ofrece una experiencia entretenida y visualmente atractiva, ideal para quienes buscan una historia intrigante con un enfoque en las relaciones humanas y las dinámicas de poder.
¿Está inspirada en un culto real?
La creadora de la serie ha dicho en varias ocasiones que Sirens tiene un poco de mitología griega entre sus referencias, y que también se basa en las sirenas que tenían el poder de atraer a los humanos con su canto, el cual era imposible de resistir.
Eso es Michaela para Simone, una especie de “sirena” que la atrae y que la lleva a querer transformarse en alguien como ella. Pero, es imposible no notar algunos elementos que suceden en los cultos reales.
Cosas como el control extremo, los seguidores que depositan toda su fe en una sola persona, el aislamiento y las reglas extremas son factores que podemos encontrar en todo tipo de cultos, y son esos los que hacen que, al menos al inicio de la serie, parezca que lo que los Kell están haciendo en su isla es construir su propio culto.
Además, hay cultos de todo tipo, en los años 80 hubo un culto dedicado al kung-fu, llamado Chung Moo Quan, también hubo un culto dedicado a los maratones y ultramaratones, uno que comenzó como una clase de actuación y un culto llamado Eternal Values que reclutaba a modelos (puedes descubrir todo sobre esto en el podcast Was I in a cult?).
Poco a poco, la narrativa de la serie va cambiando y se van revelando secretos del pasado (tanto de las hermanas como de los Kell, como el destino de la primera esposa de Peter), pero es verdad que Michaela tiene un magnetismo y control que se asemeja al de muchos líderes de culto reales.