El siguiente texto es de la autoría de Francisco Zúñiga González y en él hace un análisis histórico sobre el uso del “respeto” en diferentes épocas:
Como me agradaría que el mundo concordara con las exigencias de comportamiento con las que se me educaron en la infancia, un mundo tan diligente, tan ordenado, tan agradable, mudo de descortesía, en el que cumplir sin objeción o monserga se enaltece con el reconocimiento familiar.
Este mundo que se establece elevando al respeto sobre la personalidad, el respeto hacia la autoridad, a la reproducción de buenos modales, a la limpieza del alma, a la confesión de la culpa, a dirigirse en el camino sin acompañarse de atajos. Se inquieta por ocultar o disfrazar la subjetividad de un mundo grotesco, bizarro y corrupto. Un lupanar de emociones que ayuda a ser posible el uso del libertinaje. Una visión dualista que comparto con la metáfora de Demian de Hermann Hesse.
Disponiendo de una noción histórica en el proceder del hombre sobre sus iguales, el respeto ha mutado en perspectiva pero no en esencia. En la época primitiva se percibe como el convencimiento de que entre los miembros del clan se encuentra un individuo más fuerte o más apto. En el esclavismo el respeto se presenta como el acto de convencerse de forma violenta la sumisión hacia otro. Dirigiéndose al feudalismo el individuo se convence de su vulnerabilidad y adopta una actitud de obediencia hacia a aquel que lo protege, misma observación social y política ya realizada por Hobbes y Rosseau.
No obstante, en la revolución industrial sucede algo distinto, el respeto se implanto como el convencimiento hacia los demás de que la propiedad sobre un objeto o la fuerza del trabajo, la detenta una persona o grupo de personas. Hasta este momento histórico se aprecia como una limitante al reconocimiento de ciertas libertades.
Por último, desde la revolución francesa y me atrevo a decir que hasta nuestros días el respeto es una cesión de cualquier figura opresiva (no estoy refiriéndome solo a la figura de Estado, sino a cualquiera que ostente algún tipo de autoridad sobre una persona o grupo de personas) para convencer al individuo o a la sociedad que posee derechos o condiciones en las que su vida puede transcurrir en imperturbabilidad. Tal vez mi observación sea muy enfática entre los dos sujetos que conforman la relación en la que resucita el respeto: opresor y oprimido o en su caso el cedente y el convencido. Porque si dos sujetos se encuentran en las mismas condiciones en una relación social independientemente de las circunstancias en las que se encuentren, no comprendería una relación de respeto sino de igualdad.
La filosofía Kantiana en el campo de la ética y la axiología nos podría proporcionar otra cosmovisión del multicitado valor, ya que esta asevera que existe una única obligación moral o imperativo-categórico, el cual deriva del concepto de deber. Por lo tanto, la relación de respeto también me obliga a efectuar una abstención activa sobre mis intereses e intenciones sobre futuras acciones que puedan afectar a terceros, me convence a construir fronteras mentales, aplicaría una máxima de la cotidianeidad como pensar en las consecuencias antes de actuar.
Sin embargo, este vínculo puede disolverse de la forma más sutil, si la cesión de la figura de autoridad no la realiza conscientemente o la realiza por conveniencia; el primer ejemplo demuestra la poca reflexión sobre el asunto o el replegarse apresuradamente ante las exigencias del convencido. En la segunda se pierde la posición de ventaja por lo que recurre a recuperarla a través de la diplomacia o la violencia (con mayor frecuencia se emplea esta última).
Otra referencia literaria que puedo valorar dentro de este marco ético es el que expone el marqués de Sade en su filosofía en el tocador:
“Las fechorías que podemos causar a nuestros hermanos se reducen a aquellos delitos que causados por la impureza, pueden afectar desagradablemente a los demás”.
Asimilo y comparo la sentencia del marqués con el ciberacoso o ciberbullying actual, una cuestión de respeto sobre el porvenir en la forma que convivirán las nuevas generaciones. Propuestas sexuales, contacto con identidades falsas, mensajes ofensivos, llamadas ofensivas, filtrado de sexting, nos demuestran una nueva tendencia en la coexistencia virtual, en el que el ideal de respeto será aun más psicológico.
Como un valor que se convierte en un ideal discrecional, tenemos la facultad de renunciar a la abstinencia del cuidado del otro y premeditar su ruina. Es la fe en el convencimiento del otro para no ser víctima de su capricho. En casa, en el barrio, en el trabajo, en las escuelas, en la religión, en los medios de comunicación, en la música, en redes sociales, en partidos políticos, en el gobierno, en la sociedad en general; en quien cree usted que recae el control del respeto ¿en alguien perverso o sobre un ser virtuoso?
En la actualidad todos queremos que se nos trate con respeto, ser reconocido como sujeto y no como objeto, si se omite esta condición da a lugar a protestas, e insultos. La humanización transformo al respeto en un ideal más diverso y a la vez particular, siendo confuso el trato entre nosotros mismos.
No existe una crisis de valores, veo una intencionalidad sobre una nueva perspectiva de valores. La finalidad es la misma, convencer a una colectividad para seducirla a un nuevo orden maquiavélico o magnánimo.