Las luces del Palacio de los Deportes se apagaron y el tiempo no se detuvo, sino que retrocedió. En medio de un destello, Justin Timberlake emergió desde el centro del escenario, vestido de negro, con lentes oscuros y una energía que de inmediato encendió la noche. “¡Vamos, Mexico City!”, lanzó como primer saludo antes de soltar los primeros acordes de “No angels”.

La reacción fue inmediata: 17 mil personas saltando, cantando y moviéndose al ritmo del beat, mientras en la pantalla las imágenes se derretían con la misma fluidez con la que Timberlake dominaba la tarima.

No necesitó más de unos minutos para dejar en claro que su regreso a México no era sólo una gira más, sino un show pensado al milímetro. Sin pausas, llegó “Lovestoned”, una de las favoritas de los fans. Timberlake giraba sobre sí mismo, marcando cada golpe de la canción con movimientos que combinaban precisión y naturalidad. Luego, “Like I love you” subió la temperatura del recinto, con los asistentes coreando cada verso.