“Tres cuartas partes de los 117 millones de refugiados en el mundo están siendo afectadas por la crisis climática”, alertó el actor Alfonso Herrera, desde el corazón de la Amazonia brasileña, donde se desarrolla la COP30. “Huyen de sus países de origen por cuestiones de violencia y están tratando de buscar un espacio, un lugar seguro”, dijo a Excélsior el también embajador de buena voluntad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Las reuniones que hasta el momento ha sostenido en la COP30, le dejan una certeza: “Nadie está exento de esta situación. Todos estamos en el mismo tren y es un tren que está acelerando”.
Lleva a los líderes globales un mensaje que busca visibilizar las vicisitudes de quienes dejan sus territorios, porque huyen de la violencia, pero, ahora, enfrentan una doble vulnerabilidad, el cambio climático, por lo que es urgente escuchar esas voces para que nadie se quede atrás.
Poncho llegó a Belém con historias que desafían. El martes pasado conoció a mujeres warao, refugiadas venezolanas que encontraron en esa ciudad de la Amazonia un nuevo hogar. “Son tremendamente poderosas, inspiradoras”, describió. Le dijeron: “nosotros tenemos el conocimiento, conocemos la floresta —como ellas le dicen—, lo que necesitamos son las herramientas para poder implementar nuestro conocimiento”.
Esa misma urgencia la encontró meses atrás en Uganda, donde fue testigo de cómo los recortes humanitarios obligan a usar en abril y mayo los recursos destinados para octubre y noviembre. “No tenemos tiempo, no tenemos un plan B”, le explicaron quienes asisten a refugiados del Congo y Sudán del Sur. Allí también conoció a un joven de 16 años que estudia ingeniería, sueña con la inteligencia artificial, juega voleibol y aspira al equipo nacional. “Él dice que su esperanza es que los vean como oro, porque para él los refugiados son oro”, relató.
En entrevista de manera virtual, en un espacio libre previo a otra reunión con líderes climáticos, Poncho sacó de sus recuerdos más conmovedores el de una mujer ucraniana de 85 años que lo perdió todo de la noche a la mañana. “Me da esperanza volver a reconstruir mi vida a mis 85 años. ¿Cómo? No lo sé, pero lo voy a lograr”, le dijo.












