Un sueño posible

El protagonista de esta película se trata de un personaje de la vida real: Michael Oher, jugador de futbol americano negro nacido en la pobreza, cuya madre era adicta al crack y que fue acogido a los 18 años de edad por una familia blanca.

En la parte oculta de la ciudad de Un sueño posible (The blind side) no hay una sociedad invisible. Los blancos parecen tener la razón al no dirigir su mirada hacia allí porque lo único que se muestra en la película es degradación por la droga, el crimen y la pobreza. Allí no hay nada que valga la pena ver. Si Michael Oher se salva de ese infierno es porque él también se hacía el ciego: su madre le pedía que cerrara los ojos para que no la viera cuando se drogaba.

La caridad y al amor de madre que impulsan a la escuela y a la familia cristianas a rescatar a Oher tienen como correlato la concepción agustiniana del mal como defecto o privación. El nombre del barrio del que proviene el muchacho es ilustrativo: Hurt Village, “ciudad herida”. La manera en que se introduce el personaje también. Michael surge de la oscuridad de una noche fría y neblinosa. Parece que saliera de la nada, y es una figura difusa que va adquiriendo definición poco a poco, a pesar de su enorme tamaño.

El relato circular del filme obedece al planteamiento de un problema en relación con el rescate de Oher. ¿Acaso no puede ser una estrategia de las familias ricas para dotar de jugadores al equipo de su universidad favorita? La posibilidad de que tanta caridad y amor maternales no sean sino una variante edulcorada de la trata de negros es planteada por la investigadora que interroga al joven al comienzo de la cinta, como parte de una pesquisa sobre las razones que le llevaron a inscribirse en la Universidad de Mississippi, el alma máter de los Tuohy. Pero no puede ser sino una pregunta retórica: si él, como negro pobre, no era nada antes de que los blancos lo salvaran, no puede haber manipulación en el hecho de que se comporte como uno de ellos.

Esa podría ser una solución satisfactoria para el problema si el tránsito del no ser al ser social de Michael Oher no fuese también en el filme un proceso de humanización. Porque el no ser nada social del personaje incluye el no ser del todo un ser humano. Al comienzo no responde los exámenes y apenas habla. Una profesora transmite a sus colegas su sorpresa cuando descubre que no es estúpido, por lo que confía en que con un poco de caridad extra podrá llegar a convertirse en una persona normal. Buscando algo que rescatar entre la nulidad que confirman los test vocacionales, la señora Tuohy encuentra que tiene 98 % de acierto en lo que respecta a los instintos de protección. Es instintivo como los animales. Michael Oher es presentado, finalmente, como una máquina de carne. Cada parte de su cuerpo es valiosa, y eso es lo que le da el potencial de convertirse en jugador de futbol profesional. Pero por eso también el hijo menor de los Tuohy se encarga de humanizarlo de manera análoga a como ocurre con el cyborg bueno en Terminator 2, que es igualmente un protector. El video promocional que envía a las universidades lo confirma: se titula “Michael Oher: The Terminator”.

Anne Tuohy, un personaje construido sobre la base de puro amor de madre. Pero no es un amor meramente instintivo como el 98 % de Oher: se trata también de la gracia de Dios, que envía a su vida al joven negro para ayudarla a hacer que renazcan los vínculos familiares entre los Tuohy. Lo confirma el hecho de que la asimilación del muchacho se produce en la fiesta nacional de Thanksgiving, en la que su presencia solitaria en la mesa hace que la madre se decida a apagar los televisores y hacer que todos coman juntos.

Pero la manera como la cristiana señora Tuohy afronta el racismo frontal de su medio social para que la gente acepte a su hijo adoptivo negro, y la forma como siguen su ejemplo sus otros hijos, no es sino expresión de la manera de ser y pensar de quien vive en un apartheid social de facto. La comparación con Terminator 2 es ilustrativa también en ese sentido: el negro es una criatura que cae del cielo en su familia, como anuncio de un futuro de integración racial. Pero ese futuro no puede ser el de Hurt Village. Los que son de esa parte de Memphis, tal como salen en el filme, no tienen mañana porque viven en un abismo de perdición. Son el no ser de la sociedad, no una parte de esta.