El argumento de Una nueva jugada es bastante simple y directo: una familia rica y disfuncional (cuatro hermanos, que son tres varones y Kate) debe hacerse cargo, tras la muerte de un padre algo tiránico y mandón, de todos sus negocios. Dentro de los cuales resalta la franquicia de un reconocido equipo de basquetbol, los Waves de Los Ángeles. Las cuatro personalidades están bien diferenciadas: hay un hermano gay, un hermano vicioso y tiro al aire, un hermano mayor intrigante y misterioso que gusta de manejar hilos desde las sombras y por supuesto ella, Isla Gordon (Hudson).
Isla será la encargada de manejar los destinos del equipo desde su nuevo sillón presidencial, con todo lo que conlleva el hecho de que una mujer dirija a un grupo de jugadores que no esconden su misoginia y machismo. Y otro grupo más importante aún que sabe disfrazarla muy bien y es mucho más peligroso.
Lejos de ser la miniserie tradicional en tono de comedia, de esas que podrían protagonizar Owen Wilson o Vince Vaughn, con mayoría de chistes de colegio secundario, esta tiene ciertas particularidades que, una vez superados los dos capítulos iniciales y bien vista, puede entusiasmar a los cultores del humor contemporáneo blanco. Y desde cierta óptica (minuciosamente desmenuzada, claro) hasta quizás propone algunas críticas.
Hay una muy sutil (y a veces no tanto) mirada irónica a la clase social alta de Estados Unidos. La familia Gordon es una de las más ricas del país. O sea, no son ricos y ya, son muy, muy ricos. Tanto así que en el cuarto capítulo, cuando Isla llega tarde al bautismo del sobrino de su asistente coreana (un buen trabajo de Brenda Song) su explicación por la tardanza es que “no van a poder creerlo, pero... ¡había un Audi en mi cochera!”.
Las similitudes con Ted Lasso son reconocibles sobre todo en el primer capítulo. Tenemos a una mujer protagonista que sufre el machismo de la industria deportiva; un equipo que tiene una temporada terrible y que podría ni calificarse para los play-offs; vemos que en los vestuarios hay unos cuantos egos que controlar, especialmente el de Travis (Chett Hanks, el hijo de Tom), que da más importancia al rap que a su rendimiento en la cancha; y hasta se nos introduce a Jackie (Fabrizio Guido), un vendedor del estadio que tiene un corazón de oro y que al final del capítulo se entiende qué papel tendrá en el esquema global de la ficción.
Esta comedia deportiva, sin embargo, desarrolla un molde más anclado en la comedia familiar, con las puñaladas (siempre en clave humorística) que se dedican los hermanos, que acumulan su ración de traumas debido a un padre tóxico y el privilegio que han mamado desde siempre. Aquí, Kate Hudson se mueve con soltura como heroína del conjunto: se la declara como la persona más válida desde el comienzo y cada capítulo intenta demostrar su inteligencia y sus ideas poco convencionales para sacar el equipo a flote.
Inspirada en hechos reales
Inspirada en la vida real de Jeanie Buss, una de las dueñas y presidenta de Los Ángeles Lakers desde que murió su padre Jerry en 2013, Una nueva jugada va a entusiasmar sobre todo a los fanáticos del baloncesto, pues está plagada del léxico tan específico a este deporte. Además presenta algunos cameos de grandes estrellas del rubro y de otros deportes (aparece por ejemplo la gran ex tenista Chris Evert).
Por otra parte la creadora de la serie es la también actriz, comediante (Virgen a los 40) y guionista Mindy Kaling, reconocida por haber escrito más de veinte capítulos de la exitosa The office versión USA. Y por el lado de los guionistas la responsabilidad recae en Ike Barinholtz (actor en Suicide Squad, Vecinos y otras películas) y en David Stassen.
Dónde poner el foco
Una nueva jugada se apoya en tres o cuatro columnas: la agilidad de las escenas, el humor a veces camp y otras decididamente agudo y la fuerte actuación de Kate Hudson. A la historia se le suma ya en el segundo capítulo la aparición inesperada de un hermanastro de raíces mexicanas que luego de ser poco menos que vilipendiado por los Gordon varones, es rescatado por Isla. Como una alegoría del pensamiento inclusivo y no segregacionista que la mismísima Jeanie Buss tiene en la vida real.
Para este propósito, Running point (su título original en inglés) hace referencia a la así llamada “infracción de pasos” que se produce cuando un jugador se desplaza sin rebotar la pelota contra el piso. Se trata de una infracción que el juez sanciona con un saque de banda para el equipo contrario.
Una nueva jugada podría ser la versión moderna, deportiva y en tono chispeante de Dallas o Dinastía. Es decir, aquellas seriales televisivas donde el dinero y el poder junto con las traiciones lo eran (casi) todo. Pero es algo más que eso. No va a generar adicciones cerebrales irreparables como Breaking bad, Los Soprano u Ozark, pero para un maratón de fin de semana largo y con lluvia va a deparar momentos divertidos.
Es una serie muy Netflix, en el sentido que se deja ver con extrema facilidad, pero se echa en falta que una plantilla actoral tan reconocible y no precisamente low-cost tenga un material tan apresurado y simplista entre manos. Y, si alguien se lo preguntaba, no servirá como sustituta de Winning time (Tiempo de victoria), la serie deportiva sobre la época de esplendor de los Lakers, equipo que parodia la cinta.
A diferencia de otros relatos que requieren entender el juego o los pormenores del mundo deportivo, Una nueva jugada está estructurada para combinar las relaciones familiares disfuncionales con las relaciones deportivas también disfuncionales, generando un público más amplio.