Uno para todos

Inspirada por un caso real, esta luminosa historia de superación nos muestra el poder de la docencia de una forma actual, divertida y emotiva. Cierto es que hay muchas películas de profesores que van a clases con algún conflicto, sin necesidad de ser en barrios marginales, como más de una vez les gusta rodar, pero el realismo que emana Uno para todos es sorprendente. Lo que podría ser un filme más sobre docencia se transforma en una historia tierna, repleta de personajes dotados de gran autenticidad, todos ellos bajo el excepcional trabajo de David Verdaguer, que no difiere mucho de otras de sus interpretaciones, pero aporta al personaje el punto exacto de naturalidad y miedos que puede tener un maestro ante tal problema.

Uno para todos se adentra en la vida de un profesor interino llamado Aleix (David Verdaguer), que aceptará la difícil tarea de cubrir la suplencia de una clase de sexto de primaria en un pueblo de Aragón. Con la llegada de las clases a los colegios en esta situación tan alarmante, aterriza en las salas de cine un filme humilde en sus pretensiones, pero llena de capas y reflexiones. Algunos de los temas que trata Ilundain en su segunda película son tales como huir de los problemas, también hablará de cómo los niños sufren bullying o de esa extrañeza que sentimos al estar en un entorno del que no somos originarios.

Lo más reseñable de este trabajo es su reflexión de lo que implica huir de nuestros problemas y no ser capaces de afrontarlos. En numerosas ocasiones, dejamos que las cosas se compliquen más de lo que deberían por no hablar de lo que nos aflige. Esto se puede apreciar en el personaje de Aleix, introvertido en el mundo adulto y creativo con los niños, pero incapaz de solucionar sus problemas en ambos entornos. Una cinta sobre perdonar y ser perdonado, en la que tanto los pequeños como los adultos sacan lecciones de vida.

El guión de Uno para todos está estructurado a modo de espejo: por un lado, se aprecia la estructura solitaria y sobria de la vida de Aleix y por otro, una vida compleja e infantil en los alumnos. Ambos agentes recorren el mismo camino a lo largo de la película, van desde el resentimiento y el no encajar, hasta el perdón y la comprensión. Toda la trama avanza sin grandes discursos, ni aspavientos, tratado con la suavidad y la ternura que el cine independiente español nos viene acostumbrando desde hace unos años.

Uno para todos está protagonizada por David Verdaguer, gran elección de casting, ya que le aporta al personaje todo ese carisma independiente que debe tener alguien que viaja como profesor interino sin un sitio fijo, una especie de nómada de la educación. La elección de David Ilundain al escoger niños que no habían actuado antes aporta frescura a este proyecto, que como bien dice en su entrevista, se acerca más al modo documental que a la ficción.

Por lo que respecta a la dirección de la película, en su ópera prima B podemos ver el estilo del realizador, basado en la cámara en mano y los planos pausados, a los que no tiene miedo de darles el tiempo que necesiten. El modo documental e independiente corre por sus venas y sabe cómo hacerlo, con una planificación impecable que diferencia los distintos espacios en los que discurre la acción.

Uno para todos, con demostrados aires de cine francés, hace un guiño a la que sería la obra maestra de esta especie de subgénero, La Sociedad de los Poetas Muertos, en el momento en el que, a modo de ironía, una niña comenta que la ha visto. La dirección de foto junto con la de arte y la elección de localizaciones, aportan mayor veracidad a una obra hecha en España, que demuestra que el cine está más vivo que nunca.

Uno para todos puede parecer de primeras una película algo nimia por lo corriente de su conflicto interno, pero representa a la perfección la vida misma. Por lo general, para afrontar nuestros problemas tenemos que pasar por un proceso y eso Aleix lo hace gracias a la clase de este pequeño colegio aragonés. Cuando resolvemos nuestros problemas, desde fuera puede parecer un paso insignificante, pero a nivel interno se nos remueve, en ocasiones, hasta el alma.

Esta cinta de David Ilundain reflexiona sobre la soledad y la educación, en un mundo en el que el bullying está a la orden del día, por lo menos hasta antes de la pandemia. Ahora veremos este documento audiovisual como un reflejo de cómo éramos como sociedad antes de confinarnos. Quizá dentro de poco veamos producciones de este subgénero que narren lo sucedido con los niños en los colegios durante la pandemia.