¿Cuál de todas las actividades que hacía Javier Orozco era su favorita?¿Cuál era la que más le apasionaba? Si tuviera la oportunidad, ¿él se decantaría por una? Son incógnitas para las que cada persona que conoció al maestro, artesano, coleccionista y artista plástico tendrá su propia respuesta.
A través de un conversatorio celebrado en el vestíbulo del centro cultural Jaime Sabines, en el que participaron Dinora Palma, Reynaldo Velázquez, Roberto Ramos Maza y Carlos Ariosto, se evocó la figura del maestro, quien dejó este mundo el año pasado. Esto se llevó a cabo justamente minutos antes de inaugurar la exposición “Selección mínima”.
El primero en comentar al respecto fue el maestro Reynaldo Velazquez, quien resaltó: “Es para mí toda una sorpresa ver toda la exposición que se montó; algunas de las piezas ya las conocía: unas en proceso, otras ya terminadas. Es una selección casi como un premio de lo más brillante que hizo Javier”.
Dinora Palma, por su parte, además de hacer hincapié en que lo extraña, señaló que ella tenía 11 años cuando lo conoció y él en ese momento era director de Artes Plásticas de la Unicach. “No solo fue mi maestro y mi mentor, sino que también fue mi amigo. Para mí siempre ha sido como un maestro renacentista, porque quería hacer todos los procesos de la pintura. Me transmitió sus conocimientos, se esforzaba mucho como director. Siempre lo recuerdo muy inquieto, tomaba talleres para especializarse en asuntos que le interesaban”, acotó.
El siguiente en hablar fue el geógrafo Roberto Ramos Maza, quien sostuvo que nunca serán suficientes los homenajes en torno a la figura de Javier, y puntualizó que el mejor de los tributos es dar a conocer su obra.
Asimismo, refirió que la colección de juguetes que formó el maestro es una de las más grandes. “En su faceta de coleccionista, seguramente, la mayor colección de juguetes es la de Javier Orozco (…) Más allá del sentido del juego que tienen los juguetes, ellos simbolizan todas las aspiraciones, deseos e intereses de una sociedad y por lo tanto, el mundo entero. Y en esa colección se ven no solo su interés y su amor, sino también esto, que era la sociedad que lo rodeaba”, apuntó.
Quien cerró la mesa fue Carlos Ariosto. “Yo lo conozco en el 2000, cuando la Escuela de Artes Plásticas hacía la transición de talleres a lo que sería la primera generación de Artes Plásticas. Desde entonces él influyó en mí, no solo como el director, sino porque además era un platicador nato y a través de su conversación él nos formaba, transmitía sus conocimientos de forma muy amena”, finalizó.