No surcaron el cielo ni se elevaron por sobre los árboles de la Alameda Central como era el deseo de decenas de paseantes y admiradores que se dieron cita en el homenaje “100 papalotes volando en memoria de Francisco Toledo”, al que convocó la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Ni el viento, ni el hilo daban para hacer que los papalotes multicolores hechos con papel de china y diseños de monos araña, murciélagos y alacranes, que inmortalizó el artista oaxaqueño, pudieran emprender el vuelo.

Decenas lo intentaron; una, dos, tres veces. Niños corrieron alrededor de la fuente principal de la Alameda Central deseando que el papalote que acababan de realizar se elevara, pero no lo lograron; acaso se mantenía un metro arriba de sus cabezas.

Adultos secundaban a sus hijos o nietos, queriendo lograr lo que era imposible; sin embargo, fue un día dedicado a la memoria de Francisco Toledo, le lanzaron porras, gritos, bailaron la música que le gustaba, le cantaron “La Martiniana”, “La Sandunga” y “Dios nunca muere”.