William Shakespeare en su mejor español

William Shakespeare en su mejor españolLa edición se divide en 5 tomos

Publican por primera vez en México la versión mejor traducida y de corte panhispánico de la obra completa de William Shakespeare (1564-1616). Estuvo al cuidado del editor español Andreu Jaume, quien comentó que para este esfuerzo reunió las mejores traducciones, entre ellas la del poeta Tomás Segovia.

Esta edición también recuperó el poema A la memoria del autor mi querido Señor William Shakespeare, y a lo que nos ha dejado, escrito por el poeta inglés, Ben Jonson, su adversario literario y amigo, quien lo describió como “un monumento sin tumba”, recuperado de la primera publicación de su teatro completo, en 1623, sólo siete años después de su muerte.

Ese poema es muy importante porque es la primera valoración del canon shakespereano, pero también porque contiene una serie de insinuaciones con respecto a las lecturas del autor inglés respecto a su manera de entender el teatro y a su formación.

Esta edición, que incluye por primera vez en lengua española todo el teatro y la poesía del escritor inglés, llega a México y se divide en cinco tomos, entre comedias, tragedias, dramas históricos, romances y poesía. Además, adelanta que acaba de publicar un volumen completo con la obra del dramaturgo y poeta inglés Christopher Marlowe.

Lo primero que aclara Andreu Jaume es la certeza de que Shakespeare sí existió y sí escribió todo lo que se le atribuye. “Shakespeare existió y sí escribió todas sus obras y, aunque no tenemos muchos datos acerca de su vida, sí hay más que de sus contemporáneos”, comenta.

Lo que sucede, aclara, es que esos datos no gustaron a los biógrafos del siglo XVIII, pues no tuvo una instrucción universitaria, por lo que personajes como el conde de Oxford, Marlowe y la reina Isabel quisieron atribuir gran parte de su obra a otros autores, como Francis Bacon.

Shakespeare no fue un universitario, como Marlowe o John Lyly, explica Jaume, “pero sabemos, por la lectura de sus obras, que fue un lector voraz, un lector desordenado, caótico y tremendamente exigente”.

Al punto que desde su juventud leyó los ensayos de Montaigne, El Quijote –en la traducción de Thomas Shelton de 1612– y muchísima literatura latina, desde Ovidio a Séneca y probablemente Lucrecio, así como un amplio cuerpo de poesía isabelina anterior a su generación.