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Hoy Escriben - Alejandro Moguel

Acá entre nos

Fallida protección a mujeres

Siempre he creído que es innecesario y hasta absurdo anteponer los artículos determinados de género femenino, de género masculino y número plural (“las” y “los”) cada que debamos referirnos a un grupo de personas entre quienes haya hombres y mujeres. El Diccionario Panhispánico de Dudas confirma que es incorrecto usarlos.

Ese dislate empezó a generalizarse con el presidente Vicente Fox Quesada quien popularizó aquella frase de “chiquillos y chiquillas”.

La intención de esa expresión, decía el señor de las botas y sus huestes, era tomar en cuenta a las mujeres al hablar de grupos y de esa manera aportar granos de arena para reivindicar a la mujer que había sido siempre marginada por los varones en todos los ámbitos de la vida en sociedad.

En un intento por agradar a las mujeres en específico y a grupos feministas en general, una caterva de políticos, sin razonar ni reflexionar al respecto, convirtió “en moda” ese estilo de hablar hasta haber llegado la torpeza a grado exponencial con Juan Sabines Guerrero quien, siendo gobernador de Chiapas, impulsó una adición a la ley estatal para que los documentos oficiales referentes a grupos sociales llevaran la referencia de “las y los”.

Han transcurrido casi 16 años desde que Fox empezó a popularizar, con mucha insistencia, esa idea y no se ha logrado aún la pretendida reivindicación de la  mujer.

Las repeticiones de esos famosos artículos gramaticales no lograron persuadir a los varones para dar el lugar que corresponde a las mujeres y de eso hay múltiples y contundentes pruebas.

La gramática del idioma español no reconoce esas formas y por el contrario las rechaza por ser incorrectas.

El diccionario Panhispánico de Dudas, aprobado por 22 Academias de la Lengua Española, afirma que en los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. “El hombre es el único animal racional”, “el gato es un buen animal de compañía”. Consecuentemente, los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo.

Otro ejemplo: “los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales” o “en mi barrio hay muchos gatos”. De la referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas.

Así, con la expresión “los alumnos” podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas.

A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos. “Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras” (Excélsior México 05-09-96).

Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva.

Así pues, en el ejemplo citado pudo, y debió, decirse simplemente “ayudar a sus compañeros”. Sólo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros. “La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente”. “En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas”.

Por otra parte, el afán por evitar esa supuesta discriminación lingüística, unido al deseo de mitigar la pesadez en la expresión provocada por tales repeticiones, ha suscitado la creación de soluciones artificiosas que contravienen las normas de la gramática (Las y los ciudadanos).

Es lingüísticamente incorrecto, entonces, estar refiriéndose a “las y los ciudadanos” o algo parecido, según el Diccionario Panhispánico de Dudas. Y han resultado nulas las pretensiones políticas de reivindicar a las mujeres con solo estar expresándose de esa manera.

Han resultado infructuosos los esfuerzos institucionales hechos hasta hoy para promover la no violencia contra mujeres en México y en eso han fallado también los varones en forma individual y la sociedad en su conjunto.

Han surgido, además, múltiples organizaciones feministas, actores políticos han promovido y aprobado leyes que obliguen a los hombres a respetar a las féminas, a no violentarlas o han aumentado las penalidades contra varones que probadamente las traten mal y hay hoy suficientes mecanismos institucionales para que puedan acceder a puestos laborales paralelos a los hombres y para que ellas no sean despedidas en forma injustificada o por tan solo estar embarazadas. Pero, en forma paradójica, la violencia intrafamiliar ha aumentado en forma considerable en los recientes años.

El INEGI ha registrado que en México los feminicidios han aumentado en los recientes quince años –de 2000 al 2015- y que la mayoría de los asesinatos ocurrieron en viviendas particulares lo que habla de altos niveles de violencia intrafamiliar y a partir de 2009 empezó a crecer el número de mujeres asesinadas en vía pública. Entre 2010 y 2012 la mitad de los asesinatos ha ocurrido en las calles.

A la par ha aumentado también la violencia con la que son perpetrados para causar mayor dolor y prolongar el sufrimiento de las víctimas.

En 2013, 32 de cada 100 fueron ahorcadas, estranguladas, quemadas, lesionadas con objetos punzocortantes o golpeadas con objetos compactos.

La representante en México de ONU Mujeres sostiene que la violencia más frecuente contra las mujeres en el país viene de sus parejas o exparejas. Y advierte del problema general y muy grave de la impunidad de los asesinos.

alexmoguels@hotmail.com