Avivó discusión innecesaria
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, colocó en la agenda nacional el tema de un posible golpe de Estado a secas. No dio mayores explicaciones.
Esa frase es más grave de lo que parece. Nadie debería siquiera pensarlo. Todo parece indicar que el presidente está sufriendo de delirio de persecución o de paranoia que, de acuerdo con los psicólogos, es una afección mental en la cual una persona tiene un patrón de desconfianza y recelos de los demás en forma prolongada.
Él cree que todos sus adversarios están pensando en afectarlo todos los días y lo que realmente está pasando es que él crea fantasmas y después se siente amenazado por ellos mismos.
Nadie está pensando en un Golpe de Estado. Ese es un suceso de palabras mayores que desestabiliza a las naciones enteras donde se produce. Es un asalto al poder político dado por los militares. En México no va a pasar eso nunca. Los militares tienen una formación ideológica y doctrinaria de disciplina férrea hacia las instituciones.
Cualquiera que observe el proceder del presidente podrá ver en forma objetiva que él está desesperado porque no puede hacer todos sus caprichos. Sólo algunos, como el aeropuerto en Santa Lucía o como la refinería en Dos Bocas. Especialistas le han dicho hasta el cansancio que esos dos proyectos son inviables, pero su obsesión por hacer las cosas a su manera lo hacen perder la razón.
Pero hay otras cosas que no puede hacer. No puede cambiar la realidad, por ejemplo.
La realidad le ha dado portazos en sus narices. La realidad le grita de frente todos los días que sus yerros personales, ni siquiera de sus subalternos, tienen a la nación hundida en le mediocridad económica, que cada trimestre la economía decrece y que las perspectivas de las instituciones financieras nacionales y extranjeras indican que el próximo año el país no va a crecer ni siquiera al uno por ciento.
La realidad le golpeó en el rostro hace dos semanas y le dijo una y mil veces que su gobierno y él mismo, en forma individual, fallaron en el operativo para detener a Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, en Culiacán, y que su gobierno, las instituciones federales de seguridad y él mismo quedaron en ridículo y humillados porque los narcotraficantes fueron más inteligentes que toda la estructura gubernamental y con más fuerza que todas las corporaciones juntas.
Esa realidad lo sacó de sus casillas el jueves pasado frente a reporteros que cubren las conferencias mañaneras porque él quiso imponer su verdad –que en realidad es una mentira obvia y vil- de que el operativo no falló y de que su gobierno informó oportunamente de los trágicos hechos ocurridos en Culiacán.
Los reporteros le demostraron que eso era mentira y él se sacó de quicio y eso hizo que horas después los comparara como animales al decirles que estaban mordiendo la mano que les quitó el bozal.
Esa es también otra gran mentira porque la prensa ha sido crítica del sistema gubernamental desde hace más de dos décadas y lo sigue siendo hoy en contra de su gobierno. Él nunca le quitó el bozal a nadie, pero si les dijo animales a todos. No lo quiso decir. Lo dijo. Y por ahí, en cualquier red social, está el video y el audio que prueban sus dichos.
Los militares también lo han sacado de quicio.
El general Carlos Gaytán Ochoa afirmó en un desayuno con jefes del ejército mexicano que esa institución está en desacuerdo con el actual gobierno y eso enojó en grado superlativo al presidente quien desde ese momento ha estado emitiendo frases de reproche contra el citado general.
Precisó que sus mensajes en redes sociales, en los que descartó que haya condiciones para que haya un golpe de Estado, surgieron del “imprudente” discurso del general Carlos Gaytán Ochoa ofrecido en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional el pasado 22 de octubre.
“Surge esto también porque la declaración del general es imprudente, tiene todo su derecho, a expresarse, a manifestarse, pero si leen ustedes el texto, hay una actitud poco mesurada. Recuerdo algo que dice, hay una ideología dominante, que no mayoritaria. Un lenguaje bastante, bastante, bastante conservador, y estamos enfrentando eso también con la transformación”, dijo López Obrador en su conferencia matutina.
El sábado, el presidente publicó un mensaje en sus redes sociales en el que dijo contar con el respaldo de una “mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz”, que no permitiría un golpe de Estado ya que el México de hoy “no es tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren”.
El problema es que el presidente tiene un discurso incendiario, cuando tiene la obligación de ser conciliador. Tiene la obligación moral de promover la unidad de la nación. Pero él prefiere la desunión.
De boca en boca
El operativo para desalojar la caseta de cobro de Malpasito ha sido aplaudido por todo aquél que se ha enterado de que sucedió. Todos lamentan que hubo tres muertos, pero aprueban la actuación de la policía. Los civiles obligaban a los conductores a pagar una cuota para poder cruzar por ahí y lo hacían de manera amenazante. Eso ya tenía fastidiados y hartos a los conductores. Por eso aprueban el desalojo. No importa que haya sido violento. Los bloqueadores actuaban como si fueran del crimen organizado. Era mucho el dinero que ingresaban a sus bolsillos de esa manera. Ojalá y las autoridades competentes sigan de frente, con la ley en la mano, para retirar a todos aquellos transgresores de la ley que establezcan cobro de peaje, prohibido en la Constitución General de la República. Que acabe la impunidad, de una vez, por favor.
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