Camino a morir por inanición

MORENA está desdibujándose y resquebrajándose en las manos de un pequeño grupo de personas radicales, encabezados por Yeidckol Polevnski, quienes en nada ayudan al proyecto de nación que quiere emprender el presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Es cierto, ese es un Movimiento de apellido “Regeneración Nacional” que aglutinó a propios y extraños, de todos los colores y sabores, para poder formar una alianza de facto que reunió casi treinta millones de votos para llenar las urnas de las elecciones generales del 2 de julio de 2018.

Eso podría explicar el por qué, el partido procreado por López Obrador, está desmembrado, desarticulado y camino a una muerte por inanición, por la simple y sencilla razón de que carece de una amalgama que los mantenga unidos. En el pecado llevarán la penitencia los miembros de ese partido.

Apenas llevan un año en el poder presidencial y no han podido sumar voluntades para reforzar el proyecto nacional de su único tutor quien incluso ya amenazó con salirse de las filas de Morena si los integrantes de su nomenclatura insisten en repetir los vicios de los partidos tradicionales cuyas siglas están hoy en el sótano de la incredulidad ciudadana.

López Obrador ya pasó a la historia por el sólo hecho de haber derrocado a los partidos tradicionales, a sus representantes y a un sistema político que ya padecía enfermedades crónicas que ya no tenían remedios a la vista.

Él ya logró su objetivo el 2 de julio del 2018. El problema es que el propio presidente quiere sentar las bases de una transformación política profunda, pero para lograrlo requiere de la ayuda unificada y amalgamada de sus correligionarios. Él solo no podrá con esa enorme tarea.

 Peligrará 2021 y 2024

Si Morena llega a resquebrajarse totalmente, que desaparezca y que López Obrador se sale de sus filas, la cuarta transformación estará en riesgo de perder la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión en el 2021 y con ello estará peligro de una ruptura mayor y en la antesala de correr riesgos mayores en la presidencial del 2024.

Una parte de Morena realizó el cuarto Congreso Nacional Extraordinario en la Ciudad de México el pasado domingo y eligió al diputado federal Alfonso Ramírez Cuéllar como líder provisional del partido.

Hubo consenso para elegir a ese líder provisional, pero nadie convenció a Yeidckol Polevnsky ni a su grupo seguidor para que llevaran la fiesta en paz y salieran unidos de ese Congreso. Al contrario, ella fue destituida del cargo de lideresa en funciones y, como era natural, se negó a reconocer al procedimiento y a su nuevo líder.

Fractura a la vista. Unos jalaron para un lado y otros hacia el lado opuesto.

Predominó la arrogancia y faltó inteligencia entre los actores políticos que operaron esa asamblea y de los que están enfrente. La ruptura no los llevará a ningún lado bueno. Solo debilitarán las bases ideológicas que deberían estar firmes para sostener a su líder Andrés Manuel López Obrador.

Con el nombramiento de Ramírez Cuéllar como líder interino, Yeidckol regresaría a sus funciones de secretaria general del CEN, pero no lo hizo. Ni lo hará.

La nueva dirigencia de transición tendrá la tarea de convocar a elecciones generales de dirigentes a más tardar en los próximos cuatro meses.

“La Cuarta Transformación requiere un partido fuerte, cercano al presidente de la República”, señaló Ramírez Cuéllar tras ser electo nuevo líder interino. Por su parte, los integrantes del Congreso Nacional señalaron que había que elegir nuevo liderazgo para sacar a Morena de la “parálisis” que sufría, citaron varios medios de circulación nacional. Ahí está el testimonio más claro que lo que está pasando al interior de Morena.

Su creador ha de sentirse desilusionado y triste. Él formó una estructura humana, material e ideológica que logró desterrar a un sistema político arcaico que estaba lejos de irse por sí mismo y lejos de ser expulsado por otra fuerza política.

Conociendo a los morenistas, es casi previsible que seguirán fracturando al partido hasta desmoronarlo por completo y convertirlo en escombros. Tal vez halla forma de salvarlo aún. Echen manos a la obra. 

 De boca en boca

Los priistas ya hicieron otra alianza ayer lunes con el presidente, Andrés Manuel López Obrador. Los diez gobernadores del tricolor –excepto Claudia Pavlovich, quien se excusó por motivos de salud- anunciaron su adhesión al Instituto Nacional de Salud para el Bienestar, el famoso (INSABI), cuya fallida puesta en operación ha ocasionado muchos dolores de cabeza al mandatario nacional. Quienes saben de política han de comprender que esa fue una buena jugada de los tricolores y del propio presidente, porque en primer lugar el mandatario nacional se quita un obstáculo de ese bloque de gobernadores y éstos tendrán garantizada su parte proporcional a los cuarenta mil millones de pesos adicionales destinados para ese esquema. Tras la reunión llevada a cabo en la Ciudad de México, el presidente señaló en sus redes sociales que dichos gobernantes coincidieron en que una cosa son los partidos y otra el gobierno, el cual es para servir a todos sin distinción. En la reunión estuvieron los gobernadores de Hidalgo, Omar Fayad; de Oaxaca, Alejandro Murat; del Estado de México, Alfredo del Mazo; de Coahuila, Miguel Riquelme; de Tlaxcala, Marco Antonio Mena; José Ignacio Peralta de Colima; Héctor Astudillo Flores de Guerrero; Juan Manuel Carrera de San Luis Potosí; Quirino Ordaz Coppel de Sinaloa y Alejandro Tello Cristerna de Zacatecas. La próxima semana el presidente de México sostendrá un encuentro parecido con los gobernadores del Partido Acción Nacional (PAN). De eso se trata la política, de buscar y alcanzar acuerdos. De nada serviría que el presidente se peleara constantemente con los gobernadores y tampoco serviría que ellos se confrontaran con el mandatario nacional.

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