¿Un antes y un después?

Ojalá y hubiera un antes y un después. Pero no soy muy optimista por las señales que el gobierno federal da todos los días.

Muchos piensan que el #8M marcará un antes y un después. Yo me muestro escéptico en creer en eso. No estoy demeritando el movimiento. De ninguna manera. Me explicaré más adelante.

Sí creo firmemente en que las manifestaciones públicas del domingo ocho y el paro de actividades del lunes nueve de marzo, realizado por mujeres en todo el país, va a constituir un hecho histórico, porque fue algo inédito y porque cimbró a las instituciones y a las conciencias de gran parte de la sociedad mexicana. Pero nada más.

Me explico. Para que haya un antes y un después, tendría que haber a partir del día diez de marzo, y en los días subsecuentes, cambios radicales que atiendan a las demandas más sentidas de las mujeres que van en tres sentidos, principalmente: que se acabe la impunidad de los crímenes por odio cometidos en contra de ellas, que haya una estrategia oficial para prevenir ese tipo de delitos y que haya, en forma inmediata, un cambio de actitud de los hombres respecto de ellas.

Desafortunadamente para todos, ninguna de las tres cosas va a suceder porque el presidente, Andrés Manuel López Obrador, no quiere que el gobierno federal establezca estrategias claras para combatir esos aspectos que tanto daño están haciendo a las mujeres.

Lo ha confirmado cada vez que le han preguntado directamente en ese sentido. Ayer lunes mismo, una reportera le preguntó si qué estaba haciendo concretamente su gobierno. Él respondió: “estamos trabajando todos los días”.

Fue una respuesta ambigua, como todas las demás que ofrece en temas que no le agradan, y repitió el rollo que su gobierno está atacando las causas que originan la pobreza y la desigualdad porque esos dos aspectos son los males más grandes de este país.

La comunicadora fue insistente y lo cuestionó si ya tiene establecidas cuáles son las estrategias de misión, visión, metas y dinero para poner en marcha el programa a que hace referencia y el respondió inmediatamente que “sí”, pero no explicó nunca cuál es esa estrategia, cuál o cuáles dependencias van a ejecutarla y tampoco cuáles son las metas y objetivos propuestos. Pura retórica.

Hasta el día de ayer, un día después de las manifestaciones públicas y en el mero día de un paro de actividades, el mandatario nacional se negó, en forma rotunda, a poner en marcha una estrategia contra la violencia hacia las mujeres, porque él cree que esas marchas fueron contra él y su gobierno. Nadie le quita de su mente que es un movimiento de grupos conservadores con intereses políticos.

Está totalmente equivocado. Todo mundo lo sabe.

Las manifestaciones del domingo fueron masivas, en la ciudad de México y en sesenta ciudades más en el interior de la República Mexicana.

Fueron muchos miles de mujeres. Y todas ellas no pueden estar equivocadas.

Las instituciones del Estado mexicano han fallado y siguen fallando. El presidente no quiere entender que esa es una realidad y que las instituciones deben tomar medidas claras, contundentes y concretas, en ese sentido y a partir de ya.

De manera tal que, viendo ese escenario, el gobierno no va a cumplir en forma inmediata con acabar con la impunidad en los crímenes de odio contra las mujeres y tampoco va a emprender medidas de prevención. No ha dado señales. No quiere dar señales. No quiere tomar decisiones. Ojalá y recapacite pronto. Eso queremos todos, incluidos los hombres, porque el problema que padecen las mujeres en forma directa, afecta también de manera indirecta a los hombres.

Y el tercer punto, tampoco habrá cambio radical en el comportamiento de los hombres, porque los cambios de actitudes de los individuos en las sociedades no pueden suceder de la noche a la mañana.

Han de suceder de manera gradual y a largo plazo, pero las instituciones tienen que empujar desde el poder político que tienen para que esos cambios se hagan realidad. Tampoco lo están haciendo. Por tanto, lamento decirlo, las expectativas no son muy halagüeñas que digamos.

Ojalá y yo esté equivocado.

De todas formas, la mayoría de los analistas han llegado a una conclusión: el presidente López Obrador cometió un grave error: Echarse de enemigas a la mayoría de las mujeres de México. Ni él ni los demás integrantes de su gobierno supieron capitalizar esa crisis. Pudieron hacerlo fácilmente.

Debieron ser, en todo momento, empáticos con el problema, debieron ofrecer alternativas de solución a las peticiones de los grupos feministas y todas las secretarias de Estado mujeres debieron hacer suyas esas demandas. Debieron haber diseñado estrategias claras y darlas a conocer. Debieron acompañar el sentir de las mujeres de México.

No. Hicieron todo lo contrario. Las titulares de las dependencias del gobierno federal se agazaparon, se acuartelaron en sus oficinas y se encerraron en una dialéctica turbia, ambigua y sin sentido.

Cada cosa que hizo y cada cosa que dejó de hacer el gobierno federal fortaleció el movimiento de las mujeres y por eso todas ellas se fueron con fuerza y fortaleza a las calles.

Si el gobierno federal quiere seguir con la tozudez de minimizar el problema de los grupos feministas a nivel nacional, el presidente, su partido Morena y sus candidatos van a toparse con un muro fuerte en las elecciones intermedias del 2021.

El costo político va a ser enorme. Ya cometió un error enorme. Difícilmente va a poder recuperar la confianza perdida entre millones de mujeres mexicanas que, sin haber salido a las calles el domingo pasado, tienen ya clavada en sus mentes la postura que el presidente de México tiene respecto de ellas.

alexmoguels@hotmail.com