El tema nuclear está nuevamente sobre la mesa y posiblemente eso es ya, por sí solo, el dato más preocupante de lo que hoy se vive. Ello está teniendo repercusiones políticas y militares diversas. Es decir, independientemente del desenlace de esta guerra, hay ya muchas consecuencias que por supuesto, se tendrán que valorar con una mayor perspectiva en el futuro, pero que podemos comenzar a explorar.
Empiezo diciendo que, en teoría, el uso de un arma atómica por parte de un actor contra otro actor que también posee armas nucleares o que es miembro de una alianza con capacidad nuclear, no es racional. Una guerra nuclear no puede ser ganada y, por tanto, lanzar un primer ataque nuclear, en teoría, anularía los objetivos estratégicos por los que la guerra fue iniciada. No obstante, se trata de un asunto de probabilidades, y la realidad es que, bajo las circunstancias actuales, las probabilidades que anteriormente eran más bajas, hoy ascienden unos grados hacia arriba.
Aún así, es probable que Putin busca más bien escalar la guerra psicológica y de nervios, además de enviar un mensaje a aquellos actores occidentales que ya han estado hablando de intervenir de manera más activa en Ucrania. No obstante, lo que estamos viendo desde ya mismo, es la decisión de aumentar tanto los presupuestos militares, como las posturas militares de todas las partes involucradas, lo que eleva los riesgos de escalamiento. Esto no implica que vaya a ocurrir una escalada mayor, pero sí coloca al planeta en un punto muy distinto del que se encontraba hace poco, y, por tanto, las partes deben actuar con muchísima más precaución.
El resultado parece ser una línea de enfrentamiento de mayores tensiones, con más armas apuntándose mutuamente, con un incremento de ejercicios militares y con fronteras más amplias por resguardar. Además de esas líneas en Europa, veremos probablemente el empleo de otros espacios en diversas regiones del mundo.
Adicionalmente, están los reacomodos de los países. Hemos visto ahora mismo cómo es que Rusia ha quedado diplomáticamente muy aislada a causa de las condenas y sanciones. Sin embargo, hay países que, por distintos intereses, prefieren abstenerse de condenar a Moscú. Pero con todo, aunque esto se parece mucho a los peores momentos de la Guerra Fría, la situación que vivimos es diferente. Los niveles de globalización e interdependencia económicas actuales tienen características muy distintas a las del pasado. Esto ocasiona que una disrupción económica en Rusia afecta no solo a ese país sino también, y no poco, a quienes le aplican sanciones.
Pensemos en China, país que también tiene una dinámica de alta rivalidad con Washington y que parece alinear sus intereses con los de Moscú absteniéndose de condenarle y apoyándole para aliviarse de las sanciones. Sin embargo, China no es históricamente una aliada sino un rival que compite con Rusia, y es de esperarse que, en su actual aparente acompañamiento, se exhiban más fisuras de las que hoy contemplamos dado que el rumbo que está tomando el conflicto ucraniano no necesariamente conviene a los intereses de Beijing.
En fin, debemos asumir que vivimos momentos históricos, los cuales, mientras se encuentran en proceso, contamos con recursos muy limitados para entender. Eso nos obliga, me parece, a efectuar estos análisis con absoluta humildad. Aún así, este tipo de exploraciones apuntan a la urgencia que existe por parte de la comunidad internacional —México incluido— de generar de manera mucho más activa, condiciones alternativas de diálogo y concertación que rompan pronto la dinámica que se produce cuando se activa una imparable espiral ascendente de violencia.
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