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Hoy Escriben - Mauricio Meschoulam

Azerbaiyán y Armenia: la ruta Trump y la reconfiguración regional

“La Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional”. Difícilmente el presidente estadounidense podría haber encontrado una forma más clara de sellar su nombre y su rol en este. Y sí, hay temas en los que Trump está logrando avances, no solo en lo comercial, sino también en lo geopolítico y como promotor de acuerdos de cese al fuego. El pacto entre Armenia y Azerbaiyán es importante no solo por lo que implica para su región, sino por la victoria geopolítica que Trump consigue.

Nagorno-Karabaj (Artsaj, para los armenios) es un enclave de mayoría armenia, aunque reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán. Durante años, Armenia y Azerbaiyán han protagonizado guerras por ese territorio hasta que, tras dos enfrentamientos en 2020 y 2023, Azerbaiyán expulsó a la población armenia y al ejército de Ereván de la zona.

Pero más allá de ello, el Cáucaso es una región rica en petróleo y gas, rodeada de potencias que compiten por influencia. Armenia forma parte de una alianza militar liderada por Moscú, que mantiene allí una base militar, pero cuyo interés era proyectarse como mediador, consolidar su poder en lo que considera su zona de seguridad y ocupar vacíos dejados por Washington.

Turquía —con una rivalidad histórica con Armenia— se convirtió en el principal aliado de Azerbaiyán y uno de los factores que en 2020 dieron a Bakú la confianza para intentar recuperar este territorio. Asimismo, debido a su rivalidad con Irán, Azerbaiyán ha sido percibida por Israel y Estados Unidos como línea de contención contra Teherán, lo que le permitió acceder a armamento israelí de alta tecnología.

Estos factores convirtieron al conflicto armenio-azerí en un enfrentamiento alimentado por rivalidades externas. Las tensiones entre Turquía y Moscú, o entre Turquía y París, se trasladaban al Cáucaso, intensificando las hostilidades. Sin embargo, en ninguno de los dos casos —2020 y 2023— el conflicto terminó con un tratado de paz formal; se resolvió mediante altos al fuego mediados por Rusia.

Sin embargo, Rusia lleva años descuidando esa porción de su esfera de influencia debido a sus prioridades en Ucrania. Irán, por su parte, atraviesa un periodo de debilidad tras su guerra con Israel y Estados Unidos, además de los reveses sufridos por su eje de alianzas. Así, Trump aprovecha eficazmente la oportunidad surgida a raíz de estos vacíos.

Por tanto, el pacto sellado en Washington hace unos días fortalece a Azerbaiyán, que asegura el tránsito por un corredor que conecta su territorio principal con un enclave dentro de Armenia, pero sin controles armenios. Esto refuerza su posición como enlace estratégico entre Europa, el Caspio y Asia Central. Armenia, por su parte, obtiene la apertura de fronteras con Turquía y la reactivación de su conexión ferroviaria con Rusia.

Trump gana de múltiples formas. Primero, se proyecta como “hacedor de paz”. Segundo, asocia su nombre al corredor ferroviario mencionado: la “Trump Route for International Peace and Prosperity”. Tercero, ese proyecto será operado por Estaos Unidos, lo que no solo generará beneficios económicos, sino que incentivará a Washington a garantizar la estabilidad regional. Y cuarto, reorganiza las piezas de la ecuación geopolítica descrita.

En este escenario, Irán y Rusia resultan perdedores: Teherán ve a Estados Unidos establecerse junto a su frontera, y Moscú pierde influencia en el Cáucaso, reduciéndose la dependencia de Armenia respecto a su protección.

Así, aunque no se trate de un tratado de paz definitivo, el pacto otorga a Trump un triunfo diplomático tangible, combinando intereses geoestratégicos y comerciales que posicionan a Estados Unidos como actor central en la región. Nada mal en tiempos en los que ese presidente necesita consolidar victorias.