La memoria histórica es el esfuerzo colectivo de la sociedad por conocer su pasado, valorarlo y respetarlo. Es un esfuerzo consciente que se construye desde el presente -como señalan las y los especialistas-, es el cúmulo de experiencias del pueblo que se mantienen vivas y vigentes, que sirven de fundamento, de punto de partida y de guía.

Es una acción que preserva la identidad nacional y la continuidad social, que permite no olvidar lo aprendido y no repetir errores. Es una herramienta para la transformación social.

Guardar, mantener, conservar, transmitir y difundir la memoria, permite pensar y repensar el cambio, construir o reforzar identidades, adquirir o fortalecer la pertenencia. Permite conocer la verdad y ejercer el derecho a la información, hace posible la transparencia y rendición de cuentas, y por ende la toma de decisiones, lo que promueve la participación ciudadana y el perfeccionamiento de la democracia.

El Archivo General de la Nación es la casa de la memoria histórica de México y es el órgano líder y asesor en gestión documental y administración de archivos, constituyendo una importantísima institución pública, cuya función es conservar y difundir el patrimonio documental de México, el cual da cuenta del desarrollo histórico y aporta evidencias de los sucesos más trascendentales de la historia nacional.

Además, tiene la tarea fundamental de acompañar y revisar que las dependencias públicas manejen sus documentos de manera adecuada para asegurar la confidencialidad, la integridad y la disponibilidad de la información pública.

Es una institución especializada en materia archivística que promueve la gestión de los archivos y preserva el patrimonio documental, para asesorar, regular, capacitar, conservar, organizar, describir, incrementar y difundir el acervo documental de México bajo los más altos estándares.

Una institución que ha puesto al servicio de la Historia y del pueblo de México la ciencia y la tecnología, que guarda en sus entrañas laboratorios, sistemas informáticos, escáners, y un cúmulo de elementos modernos que nos permiten conservar la historia.

Su reto es mayúsculo, debido a la vertiginosa producción de información digital, lo que implica además asegurar la longevidad de datos, la resolución de las imágenes y promover la investigación multidisciplinaria para enfrentar los nuevos desafíos que impone la memoria digital, para ponerla siempre al alcance de la sociedad nacional.

En tiempos de guerra, de conflicto, cuando el caos reina y los valores se tambalean, lo primero que suele arder son los archivos. Las bibliotecas, los libros, los documentos históricos, toda huella escrita de la identidad de un pueblo se convierten en blanco de quienes saben que, para dominar una nación, primero hay que borrar su memoria. Por eso, en tiempos de paz, preservar esa memoria es un acto de resistencia, de dignidad y de profundo amor por nuestra historia.

México cuenta con uno de los acervos documentales más ricos y valiosos del mundo: el Archivo General de la Nación, situado en lo que fue la antigua cárcel de Lecumberri, no solo guarda papel, tinta y softwares, sino también el alma misma de México.

Desde códices prehispánicos hasta documentos clave de la Independencia, del porfiriato, la Revolución y el México moderno, el Archivo General de la Nación es un testigo silencioso del devenir de nuestra nación. Cada expediente, cada carta, cada decreto conserva una parte del relato que nos hace ser quienes somos: mexicanas y mexicanos.

Cuidar el Archivo Nacional es cuidar nuestras raíces. Es asegurar que las futuras generaciones tengan acceso a su pasado para construir un mejor porvenir. La historia no solo se honra en las fechas cívicas y patrias, sino también en la protección de la palabra escrita, de los documentos testimoniales, de los expedientes gubernamentales y de las imágenes.

Mi reconocimiento a Carlos Enrique Ruiz Abreu, director general del Archivo General de la Nación, un hombre cabal con un profundo amor a México, estudioso y templado, cuya mente y corazón son un archivo viviente, que significa y resignifica hechos, principios y valores, los cuales le permiten custodiar y preservar con celo lo que es nuestro, lo que a todas y todos nos pertenece.