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Hoy Escriben - Enrique de la Madrid Cordero

De orgullo nacional a pozo sin fondo: la crisis de Pemex

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México pudo haber comprado el año pasado gigantes como Twitter, Ford o United Airlines con los 38 mil 500 millones de dólares que perdió Pemex en 2024; como alternativa se podrían haber levantado decenas de refinerías para reducir importaciones; se podría haber duplicado buena parte de los programas sociales pero todo fue a dar a pérdidas.

Esto me comentó Gonzalo Monroy, experto con más de 20 años en el sector energético, en mi podcast En Blanco y Negro que les recomiendo ver completo en https://www.youtube.com/watch?v=GJuwu0AjOxw

Pemex está quebrado, sus pasivos valen más que sus activos. Tiene una deuda financiera cercana a los 100 mil millones de dólares al cierre de 2024, pasivos laborales enormes de 70 mil millones de dólares, adeudos con proveedores de más de 22 mil millones de dólares y costos operativos que suben sin que se revierta la caída de producción.

Lo que genera pérdidas a Pemex es destinar las ganancias que se obtienen de la extracción de petróleo a la refinación de petróleo (que es un negocio que genera pérdidas)

Todo esto ocurre mientras el gobierno sigue prometiendo “soberanía energética”, promete autosuficiencia, gasolina hecha en casa, menos importaciones. Suena bien, pero su discurso no checa con la realidad, en la práctica cuesta mucho dinero y da pérdidas garantizadas.

Pemex hoy pierde dinero cada vez que refina, y muchos de sus campos petroleros pequeños tienen costos de producción mayores a lo que se puede sacar con ellos. Eso quiere decir que para mantener el modelo se requiere un flujo constante de presupuesto público, de rescates, de subsidios.

El problema no es solo financiero sino estructural. La producción ya cayó: en el primer semestre de 2025, Pemex produjo aproximadamente 1.36 millones de barriles diarios de petróleo crudo, el nivel más bajo desde 1979. Si la tendencia se mantiene, para 2027 podría situarse por debajo del millón de barriles diarios.

Al mismo tiempo, la refinería Dos Bocas -pieza central del proyecto de soberanía energética- necesitará abastecerse de petróleo crudo propio para operar al 100 %, pero ese volumen puede ya no estar disponible.

Es decir: podríamos estar cerca del día en que digan “se nos acabó el petróleo”. Ahora sumemos el frente del huachicol. No es una sola cosa: son tres capas que se alimentan entre sí.

La primera es la histórica: el adulteramiento del combustible, cuando a la pipa “le quitan dos litros y los rellenan con mezclas baratas para entregar el volumen completo”.

La segunda es el robo físico: tomas clandestinas en ductos, pipas y tractocamiones “ordeñados”, ya con ingeniería para no derramar una gota y con rutas de reparto que terminan en “covachas” a pie de carretera y en algunas gasolineras dispuestas a vender barato sin preguntar.

La tercera, la más rentable hoy, es el huachicol fiscal: combustible que entra por puertos y fronteras declarado como “lubricantes” u otros insumos para evadir IEPS e IVA; en papel es aceite industrial, en la realidad es diésel o gasolina que se distribuye a precio de ganga, y que nos generó pérdidas estimadas en 554 mil millones de pesos (30 mil millones de dólares) que hubieran alcanzado para que México comprara empresas internacionales como Bayer, DiDi o 7Eleven.

Una serie de delitos de tal magnitud, que requiere de tantas complicidades, ya no se puede entender como un acto entre puros criminales, parece una operación diseñada desde, o cuando menos, con un enorme contubernio y participación estatal.

El resultado no sólo hunde las finanzas públicas: erosiona la competencia, premia al que hace trampa, castiga al cumplido y multiplica la opacidad.

El contraste duele: mientras Pemex se enfrenta a pérdidas enormes, su presupuesto supera al de rubros fundamentales como la educación y la salud, y esto en un momento donde las medicinas y las citas médicas escasean. Que Pemex tenga más recursos asignados que la educación de millones de niños dice algo del modelo de prioridades. Para que Pemex contribuya a México debe gestionarse mejor.

Entonces: ¿qué hacer ahora? Algunas ideas, puntos de partida:

Qué bueno que se hizo el Plan Pemex, pero se quedó corto, hay que complementarlo para que realmente Pemex deje de depender de subsidios crecientes y arriesgados.

Revisar el tema de la refinación y cancelar todas las operaciones de refinación en las que perdemos dinero, absurdo que nos cueste más dinero refinar que comprar la gasolina ya hecha y apostemos a perder dinero. No hay manera de que mejoremos si no se cierran las operaciones perdedoras de Pemex.

Priorizar inversiones eficientes: mejorar los campos petroleros más rentables, abandonar los que son deficitarios salvo que haya fondos de transición.

Mejorar la transparencia y fiscalización, abrir auditorías, permitir que la sociedad se entere del uso del presupuesto, las pérdidas, los contratos y los subsidios implícitos.

Combatir el huachicol con rigor, no solo en discurso, sino en acciones efectivas en aduanas, puertos, combustible importado, controles arancelarios.

Evaluar si sigue siendo viable el plan de la “soberanía energética” de la forma en que se concibe actualmente: limitando por varios frentes la participación de empresas privadas energéticas, sin un plan paralelo que reconozca la realidad productiva, los costos de extracción y la urgencia de transitar hacia otras fuentes de energía, por priorizar el control gubernamental del sector.

Cambiar el régimen legal para permitir la participación de la inversión privada y extranjera, en estrecha colaboración con Pemex y adecuadamente regulada, en las tareas de extracción, exploración y hasta de refinación del petróleo.

Lo que está en juego es el verdadero bienestar de los mexicanos y nuestra capacidad de reinventar a Pemex para que deje de ser un lastre y se convierta nuevamente en un importante motor del desarrollo y la prosperidad de nuestro país.