Grandes Traidores

El Hijo de Morelos

A lo largo de la historia México y su evolución, la presencia de los traidores ha sido constante y terriblemente costosa sobre todo porque han actuado en los momentos coyunturales cuando el país más devastado estaba por las guerras intestinas y las invasiones injustificables y jamás admitidas como tales por los imperios beligerantes; ni Estados Unidos, ni Francia ni mucho menos, la execrable Corona Española han dado cuenta de los agravios cometidos ni indemnizado a nuestra nación por las locuras de los tiranos que hollaron el suelo patrio.

Es interesante, en este punto, comparar lo sucedido tras el Holocausto del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial y la exigencia de Israel por cobrar a Alemania una compensación por cada uno de los muertos –por cierto imposible de contar con exactitud a medida que los relatos fueron aumentando-; para los gobernantes ha sido este el factor que marca su desarrollo por lo cual el número de víctimas comenzó a contarse desde un millón hasta los seis millones que reclaman en estos días. Y, claro, los herederos de los agresores –los nazis criminales de los que reniegan una y otra vez-, han debido desembolsar cada vez más por lo cual es asombrosa su capacidad de recuperación tras la derrota histórica y posteriormente la caída del Muro de Berlín en 1989 que obligó a la integración de la hasta entonces llamada Alemania del Este que se mantuvo bajo el dominio soviético severísimo desde el final de la contienda universal.

México, en cambio, no ha recibido siquiera una disculpa por parte de los invasores esclavizadores; ni por los muertos ni por quienes mantuvieron con un yugo alrededor del cuello durante tres siglos de vasallaje colonial. Para colmo, los grandes traidores sí que han logrado labrar fortunas indignas a costa de su propio país y así, por ejemplo, los banqueros se aliaron con los hispanos y los terratenientes han ido cediendo ante los pretensos inversionistas de hoy con seseos en el hablar.

Si me preguntaran quiénes han sido los mayores traidores comenzaría con Iturbide, quien se perdió entre los humos de sus ambiciones privilegiándolas sobre el sagrado deber de consumar la Independencia; Santa Anna, el caudillo infame que sobrepuso su vanidad para luego ser arrollado por los texanos que se burlaron de él; Porfirio Díaz, cuyo nacionalismo de otros tiempos se perdió por sus complacientes negocios con los poderosos de USA; y, desde luego, el bastardo por naturaleza, Victoriano Huerta, el infame asesino de Madero y Pino Suárez.

Por desgracia, en la lista de presidentes posteriores que han sido de México son más los traidores –de la madrid, salinas, zedillo, fox, claderón y peña-, que los patriotas como el general Lázaro Cárdenas del Río o incluso Adolfo López Mateos. Casi todos los demás han sido pura escoria que proyectan aún sus sombras sobre la 4T.

La anécdota

Pero, entre todos los traidores los más nauseabundos por rendir a su patria a un príncipe extranjero, con la ignominia como compañero, se cuentan quienes fueron a pedirle a un príncipe extranjero, el enajenado barbado de Miramar, masón que perdió sus galones al aceptar pasar por una soberanía ajena, engañado. Estos son:

Juan María Gutiérrez Estrada, José Carlos Martínez del Río, Antonio Escandón, Tomás Murphi, Adrian Whole, Ignacio Aguilar, Joaquín Velázquez, Francisco Javier Miranda, José Manuel Hidalgo y Ángel Iglesias.

Uno sobresalió: Juan Nepomuceno Almonte, hijo bastardo del gran Morelos, quien debe ser visto como lo peor que puede pasarle a un padre que niega sus apellidos a su vástago por encubrir las sotanas que ni falta le hicieron al caudillo inmortal para pasar a la historia.