Un mes que Asusta

La Partidocracia

En la noche en la que la mayor parte de los mexicanos –no digo todos porque hay apátridas desdeñosos de nuestras fiestas e incluso lacayos aún de cuanto huela a hispánico-, se sienten patriotas con una media botella de tequila adentro y un monumental grito de cara al Palacio Nacional –las protestas callan cuando los vítores comienzan y la enseña tricolor ondea-, nadie compilará los estragos de un sexenio atroz durante el cual se ha afrentado a la ciudadanía que pasó factura, al fin, el primero de julio, pero no basta con clamar libertad como en aquella jornada de Dolores en 1810; también exigimos justicia y cárcel para los predadores.

Con las torrenciales aguas llegaron los socavones, como nunca antes, exhibiendo la podredumbre de las complicidades entre la clase política y las constructoras cómplices a las que nadie ha reclamado con procesos judiciales en ristre. Cuando el sismo de 1985 y el derrumbe de algunos edificios, entre ellos el Nuevo León, se giraron órdenes de aprehensión contra los constructores Abelardo Meneses Vara y Max Tenembaum, pero jamás se realizaron obras para apuntalar el sitio y todavía hay quienes permanecen fuera de sus departamentos. Por cierto, una investigación seria determinó que no se habían cumplido el noventa por ciento de las especificaciones básicas; lo hizo el ingeniero Raúl Pérez Pereyra, cuya familia también fue víctima. Inapelable.

Y así hemos seguido. En 2017, once minutos antes de la medianoche del jueves 7 de septiembre, el fuerte temblor, en realidad un terremoto, de 8.4 grados en la escala Ritcher, no causó daños mayores ni la devastación que se vivió en 1985 con un sismo de menos graduación. ¿Fue un milagro? Los técnicos no creen en ellos y asumen dos razones: que el epicentro, setecientos kilómetros alejado de la capital por las costas de Chiapas, no fue tan cerca como el de hace treinta y dos años, situado en Oaxaca a cuatrocientos kilómetros.

Luego vendría el sismo del 19 y, entonces sí, se midieron los brutales alcances, sobre todo en Oaxaca, Chiapas, Puebla y Guerrero. Pese a ello, a la capital le fue bien aunque, como en 1985, no se cuantificó el número de muertos –se habló superficialmente de 148-. pero sí los edificios colapsados con una diferencia sustantiva, pese al drama brutal de la Escuela Enrique Rébsamen, donde murieron sepultados cerca de 40 niños junto a algunos de sus maestros. La diferencia es que ni siquiera hubo responsables de erigir edificios con materiales de mala calidad, sobre todo en el caso del colegio al que está ligado el Cardenal en retiro Norberto Rivera Carrera, y sin las especificaciones mínimas para evitar derrumbes.

El caso es que el susto fue mayor a las consecuencias mientras es esas mismas fechas, por Veracruz, comenzaba a pegar con fuerza Katia en medio de la tragedia de su mal gobierno.

En el calendario las fechas coincidieron respecto al horror de hace treinta y dos años; en la conciencia colectiva, en cambio, se ahondaron los rencores por cuanto la negligencia oficial en las zonas de desastre –desde Chiapas y Oaxaca hasta Veracruz-, y los politiqueros aprovecharon para sacar el rostro prohibiendo las clases en once entidades del país.

El próximo 15, la festividad patria, aligerará los rencores pero no acallará la justa rebeldía ciudadana... aunque las transmisiones de televisión se realicen con micrófonos apagados y mostrando sólo a los acarreados oficiales. Bien sabemos, todos, del terremoto interior que llevamos incrustado al no haber sido capaces, todavía, de superar los temblores de los descastados y rufianes que nos han gobernado.

La Anécdota

La partidocracia, sin duda, se anotó un segundo gol hace un año. La primera fue, no lo olvidemos, cuando paralizó al panista fox al grado de que éste, desesperado, giró órdenes para la conquista de la mayoría de curules y escaños a mitad de su gestión, en 2003, cuando su régimen ya se había perdido entre las faldas de la señora Marta y los Prozac que ingería el mandatario como las aspirinas de López Mateos.

El segundo éxito, glamuroso, consistió en tirar por la borda la imposición de un Fiscal General hermanado con el señor peña, el actual procurador general Raúl Cervantes Andrade, bajo la presión del propio Legislativo y el frente creado por el PAN, PRD y MC –absteniéndose los 46 diputados de MORENA, hablamos de 2017-, además de los señalamientos de la ONU y la CNDH para que se abrieran los candados y pudiera el dirigente del PAN, acosado por su enriquecimiento, cantar victoria sobre los inútiles exabruptos del pederasta Emilio Gamboa Patrón, el nepotista que fracasó en su intento de hacer gobernador de Yucatán a su vástago inútil.

Luego llegaría López Obrador y resplandecería la antigua iniciativa para extender a Fiscal General al anterior procurador, Alejandro Gertz Manero. ¿Victoria de la 4T o refrendo al peñismo?

México se gobierna por inercia; hay que romperla. Esperemos.

loretdemola.rafael@yahoo.com