Grandes Aportaciones
Sondeo sin Conductor
Precisamente a finales de junio de 2014, hace seis años exactos, la funesta administración de Enrique Peña Nieto comenzó a irse a pique cuando los militares apostados en el límite del Estado de México con Michoacán, por sus pistolas diríamos, acribillaron a veintidós civiles en Tlatlaya para acceder a una casa de seguridad de los sicarios del cártel de “La Familia” en donde se resguardaban ochenta millones de dólares con mucho más valor para los mandos de la soldadesca que las vidas humanas.
El escándalo fue bien guardado durante meses y fue hasta octubre del mismo año cuando llegaron a la revista “Esquire” y a la Associated Press sendos paquetes conteniendo fotografías del dramático suceso en donde se apreciaban cómo incluso le habían sembrado armas hasta los niños ultimados. Fue hasta entonces cuando los medios nacionales exigieron respuestas que nunca se dieron salvo la increíble versión de que los uniformados habían sido atacados por los civiles... desde un predio bardeado. No era posible esconder la realidad si bien se intentó por los organismos de “seguridad” del Estado. Ya para entonces se había producido la desaparición de cuarenta y tres jóvenes –uno de ellos infiltrado y en ejercicio como militar-, estudiantes de la Normal “Isidro Burgos” en Ayoyzinapa, a muy escasos kilómetros de Chilpancingo, la capital de Guerrero, y casi en el arco de entrada a Tixtla, cuna del héroe y varón Vicente Guerrero, ex presidente de México, asesinado arteramente.
Un sexenio más adelante cerramos junio con el mal sabor del confinamiento por la pandemia y el controlador semáforo de cuatro colores como si los seres humanos ya fuéramos maquinas como suelen ser los estadounidenses bajo el flagelo del capitalismo que segrega.
Pero, ¿qué aportó este junio para los mexicanos? Primero, una estadística desigual y mentirosa sobre los contagiados y muertos por la enfermedad SARS-COV-2, uno de los grandes montajes del período con el Palacio Nacional convertida en carpa no sólo para las mañaneras sino también para los dislates de Hugo López-Gatell y sus patiños, entre ellos el patético “doctor José Luis Alomía Zegarra”. Nadie cree en la pantomima y los científicos más reservados indican que debemos multiplicar por tres el número de contagiados y, por consiguiente, el de decesos.
¿Cómo actuó el presidente, en este doloroso mes con temblor incluido hace unos días, ante la emergencia sanitaria? Viajar, sin cubrebocas porque es un “factor moral y no de contagio” como reveló el rastrero López-Gatell, hasta subir al cerro de “El Cubilete” o imaginárselo, creo yo, para pedirle al Salvador un nuevo decálogo de moralidad bastante obtusa. Y escuchó a voz divina para pedirnos sanear el espíritu tratando bien al prójimo. Alabado sea.
Mientras tanto, como Poncio Pilatos, se lava las manos –aunque no con la frecuencia debida-, en cuanto toca a la vil represión y persecución de los líderes de opinión que no están dispuestos a lavarles los pies; según la Biblia, él, Andrés, debería hacerlo con cuantos fustiga en un acto de humildad.
Sólo le falta un milagro: hacer ver a los ciegos y tuertos que siguen creyendo en la 4T y devolverles un poco de dignidad. Porque su propósito de unidad tiene más que ver con la terrible sentencia del sanguinario español Franco:
“Si para que haya paz es necesario matar a la mitad de los españoles, lo haremos”. Duro destino para los mexicanos cansados de la corrupción, la traición y las mentiras.
Y se nos fue junio.
La Anécdota
Hicimos un breve sondeo, sin intereses mercantiles como Mitofsky, y el 40 por ciento indicó que AMLO era el peor presidente desde Echeverría. Otro 40 por ciento se decantó por acusar en conjunto a sus predecesores, y el veinte por ciento, dividido, escogió a Salinas y Calderón.
Después de esto, ¿qué porcentaje se necesita para que el mandatario se vaya a “La Chingada”, su rancho en Palenque al quedar demostrado que “el pueblo” ya no lo quiere.
loretdemola.rafael@yahoo.com