Democracia sin Gas

Filosofía Peronista

Aristóteles definía a la democracia como el gobierno “del y para el pueblo” si bien, en sentido negativo, elogiaba a la monarquía como una forma de Estado en la cual se concentraba el poder en un solo hombre con una corte vista por él como la de los más virtuosos si bien tal nos parece ahora la cúspide de la autocracia y la desigualdad social en maridaje abyecto.

No pocos piensan que el ejercicio democrático inicia y termina con la afluencia a las urnas y los sufragios depositados en ellos; de allí que quienes son electos, por lo general, al asumir su jerarquía olviden su antiguo carácter de postulantes –y más cuando lo son desde las oposiciones-, para tornarse volubles y demasiado inconsistentes entre sus ofertas y señuelos de campaña desplazados por las intrigas palaciegas y la voluntad omnímoda que, tantas veces, rebosa la prepotencia de quienes se asumen superiores, esto es mandantes, y marginan sus orígenes populares y el mandato impuesto por la soberanía popular.

En México se lucha, desde hace ya más de un siglo, por una democracia fundamentada en la competencia política, libre de la partidocracia, y su realización paralela a los intereses del pueblo soberano. El propio Francisco I. Madero, mártir de la Revolución, conquistó las urnas apenas unos meses después de que fuera repelido en éstas bajo el yugo todavía del porfiriato; exiliado Díaz Mori, el jefe libertario cambió los momios como por arte de magia.

Así de voluble, y por desgracia temeroso, es el pueblo de México, acaso demasiado castigado como para asumir riesgos mayores ante los comicios en donde participan candidatos a los que no conoce a fondo y se presentan, todos, como un dechado de virtudes antes dispersas y ni siquiera tomadas en cuenta. Los candidatos, por decirlo de alguna manera, son los aspirantes a la santidad política aun cuando el abogado del diablo, esto es el ejercicio del poder, los convierte en entes perversos que renuncian incluso a sus más arraigados principios.

De esta realidad surgen los saltimbanquis que lo mismo amanecen siendo conservadores que se adormecen convertidos en liberales de nuevo cuño o pasan de una dictadura a otra sin el menor rubor ni, por supuesto, el menor asomo de justicia. El caso perfecto para entenderlo es la figura del jurásico Manuel Bartlett tan desequilibrante que convierte en polvo hasta las trabes falsamente resistentes de la cuarta transformación.

A quienes votaron por Morena el domingo 6, tuertos o ciegos o manipulados por el verbo anestesiado con el veneno de las serpientes y demás rufianes, puedo decirles que le dieron la espalda a México al tratar de validar una continuidad propensa a la autocracia –o la monarquía como exponía el discípulo de Platón-, con la cual se profundizan las desigualdades de todo género en beneficio de un insolente grupo de cortesanos listos a reverenciar al Tlatoani de la triple alianza, soldadesca, narcos y clase política putrefacta.

A este basurero han pretendido arrojar a la democracia e insisten en ello los corifeos presidenciales banalmente.

La Anécdota

Otro espejo de AMLO es Perón, el dictador de Argentina quien convirtió a sus dos mujeres –Evita e Isabelita- en figuras de falso culto para refugiarse en ellas y asegurar la devoción popular. El personaje de opereta solía repetir dos sentencias:

--Nunca seas el primero porque a estos los crucifican; mantente en segunda fila si quieres tomar el poder.

Y la más significativa:

--La democracia me agrada, y mucho, cuando yo gano.

En la segunda está atado todo el peso del fundador de MORENA a la que quiere convertir en PRIETA o en la NEGRITA CUCURUMBÉ.

loretdemola.rafael@yahoo.com