Voto por el Periodismo

Imposible Tener Amigos

Un periodismo que no es crítico no sirve para nada, ni para informar verazmente a la sociedad ni tampoco si quiere construir la historia del día a día; el poder siempre está al acecho para servirse, cada que puede, de la manipulación colectiva y así mantener a los gobernados dentro de las tinieblas de las justificaciones que no son otra cosa que la mentiras.

Hay informadores mercenarios, claro, que se desnudan ellos mismos ante quienes los leen, ven o escuchan: son aquellos dispuestos a exaltar al régimen, cualquiera que este sea, para mantener en la sumisión a la masas y poderlas manejar a su antojo; también son referentes de los mismos quienes fustigan a sus colegas, con golpes por la espalda bajo supuestos de credibilidad por el medio en donde se encuentran, por el hecho de actuar con el valor y la fuerza de la palabra o la escritura de las que los intrusos carecen. Hay también vendedores de papel entintado a tanto la letra.

En México cada mandatario no solo estrena a sus propios narcos, como decía mi amigo el abogado César Fentanes –un gran tipo defensor de los deudores del FOBAPROA-, sino igualmente da pie a sus periodistas, quienes lo son a modo de cada uno de los semidioses terrenales cuya vida glamurosa cesa cada seis años –o cinco años, diez meses como en el periodo vigente- gracias a la sabiduría del Constituyente de Querétaro, un colegiado extraordinario y conocedor del daño cometido por los caciques y las ambiciones.

Ahora las cosas se han tergiversado. El espejo fiel del periodismo deseado por AMLO es el ya conocido Lord Molécula –un payaso vestido de civil con bigote chaplinesco, corbata de moño y reverencias montadas sobre las baldosas de Palacio-, de nombre Carlos Pozas –para que quede inscrito en la memoria- acaso merecedor de un monumento en la Plaza de la Libertad de Expresión; pero debe apresurarse porque terminando la administración nefasta de las cuatro cruces no será sino carroña escarnecida por el servilismo así como el doctor muerte, López-Gatell, será recordado por su aguda lambisconería ante el falso mesías de Macuspana.

Entre éstos más vale un delincuente que un periodista crítico. Recientemente, el vil secuestrador Israel Vallarta, cabecilla de la banda de “Los Zodíacos” y novio-amante de la francesita perversa Florence Cassez arropada por su nacionalidad pese a las múltiples pruebas de su participación en el grupo criminal mencionado, es abrazado por la Presidencia –solo faltan los besos- con tal de intentar desacreditar al mejor periodista de Latinoamérica –para orgullo mío; algo que no se atrevería a afirmar de sus hijos el pobre diablo que nos gobierna-, en careos sin fundamento y en los cuales se han exhibido quienes, dentro de poco más de tres años, serán colocados en el desvencijado banquillo de los perdedores.

Me da pena que una periodista como Carmen Aristegui, a la que defendí apasionadamente cuando fue expulsada de Multivisión en tiempos de Peña –y lo volvería a hacer mil veces si se repiten las circunstancias-, se haya convertido en un buitre más sobre la cresta de quienes, por exhibir las tropelías de la administración actual, dan la cara todos los días oponiéndose a la malsana conducción presidencial. ¿Qué dirá después cuando caiga el telón? Se equivocó rotundamente al cuestionar a Carlos Loret de Mola cuando ella misma también transmitió el conocido montaje de la captura de los Zodíacos –que no ha sido el único, por cierto-, como lo hicieron también TV Azteca y varias cadenas radiodifusoras entre ellas Multivisión con ella al frente. ¿Perdió la memoria bajo el peso de la ignominia?

En fin, jamás las relaciones entre la prensa y el poder habían caído tan bajo. Y eso, sencillamente, no plantea que estemos gobernados democráticamente.

La Anécdota

A fines de 1980, un gran personaje yucateco, Abel Menéndez Romero –lástima que su dinastía se haya perdido entre las tenebras de la soberbia y la necedad-, me dijo:

--Vas a dirigir un periódico –“El Diario de Irapuato” que luego sería martirizado-; recuerda bien que un periodista NO puede tener amigos porque cada uno de ellos tiene sus propios intereses y perspectivas y te harán perder el equilibrio y la objetividad.

Más vale solo que mal acompañado. Y así estoy bien. Los amigos que tengo jamás me han pedido que defienda intereses ajenos a mi vocación; por eso lo son.

loretdemola.rafael@yahoo.com