Tiempos de Represión

¡Cierren el Portal!

Ya pasaron, como un relámpago, cincuenta y tres años. A los jóvenes de hoy, se los digo como un consejo de vida, más les vale aprovechar su rebeldía, fuerza y acción porque la existencia cada día pasa más rápido. Y hoy desperté pensando que este amanecer era el de 1971 cuando no me parecía imposible alcanzar metas de superación personal con la guía de mis mayores a quienes respeté profundamente; no como sucede hoy.

En aquel entonces nos convocaban a protestar por las afrentas contra la Universidad de Nuevo León socavada por el gobernador Eduardo Lozano quien ya había renunciado a su cargo bajo el escándalo de los estudiantes asediados; pero la protesta no cesó al extenderse contra los funcionarios del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez era el regente, y también para vituperar a Luis Echeverría, el extinto ex presidente de los cien años. Todavía no volaba el ángel negro de la represión.

Al llegar al 10, del llamado Jueves de Corpus, la tarde inundó la Ciudadela de la Ciudad de México que parecía un volcán de agitaciones razonables por el ominoso asalto a la Vocacional 5 adherida al Politécnico Nacional; y de este hecho partió la protesta con rumbo al monumento a la Revolución.

Al llegar a la Avenida de los Maestros se desató el caos por la irrupción, con todo tipo de objetos rotundos y punzocortantes, de los ya célebres “halcones”, que cobraban en el entonces Departamento del Distrito Federal por órdenes presidenciales, quienes fabricaron trifulcas, con víctimas mortales y cientos de heridos hasta incluso rematar a algunos de éstos en los hospitales... hasta en la Cruz Roja.

Fueron escenas dantescas que no se borran de la memoria jamás; sobre todo porque, después de la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, quebraron las alas de una juventud valerosa y recia ante el poder autoritario ejercido por dos mandatarios, Gustavo Díaz Ordaz y el mencionado Echeverría quien dejó de respirar al fin el 8 de julio pasado.

Desde entonces hasta hoy la violencia ha ido aumentando pese a la docilidad de los jóvenes universitarios que, acaso, repasan la memoria histórica y se contraen en sus aulas quizá cayendo en la barbarie política de la manipulación y el descaro de los abrazos no balazos, idea central del agitador social que llegó al Palacio Nacional y lo convirtió en su casa. Esta fue la primera afrenta de Andrés contra los mexicanos: erigirse, de manera unilateral, en un reyezuelo de banqueta simulando a los virreyes de la que fue nombrada, infamemente, Nueva España.

Hoy se cuenta a más de ciento cincuenta mil desaparecidos durante el régimen fascista existente; de ellos 51 mil han aparecido muertos –o quizá sean agregados a la cifra inicial-, en distintas fosas comunes o en tiraderos indignos... o crematorios improvisados como en el caso de los muchachos de la Universidad Isidro Burgos de Ayotzinapa en 2014 hace ya casi una década. Pero los asesinatos han ido en aumento y pareciera que aquel drama no puede compararse con las brutales represiones del presente. Es posible que al fin del actual periodo la cifra de víctimas asesinadas llegue a 200 mil.

Hemos perdido medio siglo observando la misma demagogia: cinco miembros de la etnia wixáruka, de Nayarit, fotografiados con el mandante-mandatario al pie de la escalera principal de su residencia Provisional con los murales de Diego detrás. ¿Gobierno para el pueblo? No, amigos de esta columna; sencillamente una muestra de que estamos detenidos en el tiempo. Cinco indígenas viajaron desde sus pueblos nayaritas para golpear la puerta Mariana de la sede del Ejecutivo quien, habilidoso, aprovechó la ocasión para sacarle jugo de vista a las elecciones.

La felonía de la propaganda extraoficial como punto de encuentro entre el pasado represor y el presente en donde los jefes son los narcos.

La Anécdota

Estuve en la Ciudadela y corrí al observar el primer brote de salvajes “halcones” con garrotes y cuchillos. Nosotros no teníamos armas y solo éramos universitarios, en mi caso orgullosamente estudiante de la UNAM cuyo lema perdurará por siempre gracias al maestro de América, José Vasconcelos: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Este amanecer recordé que logré alcanzar una casona vieja por la calle de Bucareli y fui el último en entrar. Había una docena de compañeros:

-¡Cierren el Portón... ya vienen!

Y lo cerramos hasta el amanecer cuando cada uno tomó distinto rumbo para acercarnos, temblando de miedo, a nuestros hogares. No todos pudieron llegar.

¿Tú que hacías entonces Andrés Manuel? Esconderse bajo los pantalones –es un decir- del poeta Carlos Pellicer Cámara. De 1976 a 1988 fuiste priista, después la ambición te llevó a otros derroteros.

loretdemola.rafael@yahoo.com