El conteo ciudadano
Fraudes demostrados
No son pocos los grupos cívicos que se han dado a la dura tarea de constatar si hubo o no fraude, mediante un algoritmo tramposo -que denunciamos veinticuatro horas desde el fin de los escrutinios alevosos-, por parte de Morena y sus adherentes con el consenso del Instituto Nacional Electoral (INE) y de su consejera presidenta, Guadalupe Taddei Zavala. Incluso dicen no querer detenerse pese a que a estas alturas el futuro, escabroso e incierto, parece irreversible por los fallos de las instituciones encargadas de velar por los votos populares.
Sea cuanto fuese, la verdad saldrá a la luz cuando ya sea una mera narración anecdótica sobre un ejercicio plagado de perversidades, ambiciones y una andanada de descalificaciones contra cuantos no estén ubicados en el primero o el hipotético segundo piso de la 4T. Sin embargo, es necesario asentarlo para que la historia refleje los hechos que han devastado el camino hacia una democracia sin adjetivos y con certidumbre.
Eduardo Novoa, al lado de un nutrido grupo de ciudadanos se ha dado a la tarea de concentrar, contar y publicar en las redes los resultados de un escrutinio ciudadano que exhibe a los miembros de la oficialidad y resalta la evidencia sobre un fraude cibernético de gran envergadura.
Tengo en mis manos el resultado de este “conteo ciudadano” basado en las sábanas colocadas al pie de las casillas y es bastante alejado del pretendido bombazo oficial contra la disidencia y, por supuesto, para el resto de los mexicanos cuya confianza hacia el régimen se basó fundamentalmente en la operatividad de una manipulación escandalosa y en la compra/venta de sufragios, sobre todo a los dependientes de los ya célebres bonos del bienestar, una especie de espejismo que cegó a buena parte de los votantes.
Pese a ello, lo primero que debe reconocerse con claridad es el inapelable hecho sobre la conducta de la ciudadanía que no sufragó mayoritariamente por la hoy presidenta electa, lista a tomar posesión el primero de octubre de este 2024. De un Padrón con registro de 98 millones 468 mil personas, la señora Sheinbaum obtuvo, de acuerdo a la oficiosa intervención del gobierno, 35 millones 924 mil votos, esto es un poco más de una tercera parte de los empadronados, registrándose además una abstención de casi el cuarenta por ciento de los enlistados.
Tales numerales son dudosos por distintas razones, la primera el dominio de los cárteles en gran parte del territorio nacional -el ochenta por ciento- que solo atacaron en unos cuantos municipios en donde debieron repetirse las elecciones bajo el poder de fuego de los narcos. Es el caso, entre otros, de Chicomuselo, Chiapas, entrampado en una disputa entre diversos grupos de criminales como espejo de cuanto puede venir en el futuro cercano con la señora Sheinbaum en la silla presidencial.
De acuerdo a los datos que tengo, el conteo ciudadano ha dejado claro que el frente opositor ganó en dieciocho estados de la República y Morena y sus adherentes en solo 3 -hablamos de los contabilizados-, arrojando porcentajes muy distintos a los del INE: 58 % para la oposición y solo 31 % a favor de la candidata del oficialismo. La diferencia es enorme y demuestra que la sumatoria oficial estuvo infectada de origen y sin dejar huellas además, salvo las actas de escrutinio y las mencionadas sábanas. Si la diferencia entre una y otra no hubiese sido tan escandalosa, tras el conteo rápido y el PREP, quizá nos hubiéramos tragado el anzuelo podrido desde la intervención grosera del mandante en el juego quien, por cierto, no recibió sanción alguna por sus tantos delitos electorales.
Y es aquí donde surgen las interrogantes y las comparaciones. En Venezuela los comicios favorecieron con un 68 % de los votos al diplomático Edmundo González Urrutia, alentado por una mujer extraordinaria, María Corina Machado, a quien obligaron a no participar como aspirante presidencial alegando pequeñeces jamás demostradas -un bono elevado al escándalo desde 2015-, por las que fue injustamente relegada.
La diferencia entre un escenario y otro es simplemente una: el liderazgo. En México, la candidata opositora, en el curso de una hora, la noche negra del 2 de junio pasado, pasó de gritar su triunfo a llamar a la señora Sheinbaum reconociendo la victoria de esta y contrariando las opiniones de los dirigentes non santos de los tres partidos que la apoyaron. En Venezuela, en cambio, la dama Machado y su candidato, construido al vapor, negaron verosimilitud a los resultados y salieron a la calle con las voces de más de un millón de venezolanos dispuestos a resolver la querella a costa del perverso dictador Nicolás Maduro.
También los efectos fueron muy diferentes: en México se insistió en la sobrerrepresentación de Morena y sus adherentes -el Verde y el PT-, mientras se preparaba y encausaba el degüello del Poder Judicial para acotar la autonomía entre los poderes de la Unión desbaratando cuanto pueda alegarse en pro del Estado de derecho. Sencillamente, la República está agónica.
En Venezuela, el Tribunal Supremo -dependiente del dictador que se pretende hacer en México- pretendió avalar los resultados ofreciéndole el triunfo al sátrapa Maduro. Y no pudo frenar las voces que reclaman justicia y democracia incluso desde naciones cuyos presidentes podrían estar identificados con el socialismo de cabaret del venezolano; tales son los casos de Brasil y Colombia, por ejemplo. Mientras, el gobierno de México -que no el pueblo- optó por situarse en el limbo político, cobardemente, bajo el fútil argumento del principio sobre la autodeterminación de los pueblos, garante de nuestra diplomacia, que ha sido roto varias veces, sobre todo en los casos de Bolivia, Perú y Ecuador. No son minucias sino una actitud indecente que bien puede calificarse como un ridículo de alto nivel.
Así que resulta curioso constatar que los escrutinios en Venezuela, el pasado 28 de julio, fueron bastante más decentes que los de México a causa, insisto, de la ausencia de liderazgos en nuestro país y la seria y fuerte defensa de los venezolanos. Un asunto que debiera ser suficiente para retirar las máscaras de Andrés Manuel y de cuántos se sumaron a la farsa, incluyendo a la ex candidata de la oposición y sus muchos corifeos.
Dos duelos alejados pero que sirven como ejemplo para saber en dónde situar a nuestra hollada patria.
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