Burdos acarreos

Los cubre-bocas

Comentan algunos lectores de esta columna que deberíamos ocuparnos, siquiera de vez en cuando, de los aspectos positivos de la TTTT y de sus iconos, el notable exmandante putrefacto Andrés Manuel y su corifeo con faldas -es un decir-. Hay algunos motivos para ello, sobre todo el dolor de cuantos votaron por ellos y hoy están profundamente decepcionados, aunque en el caso de la señora Claus fuese gracias a la tecnología y el consiguiente fraude cibernético; para tranquilizar sus conciencias les diremos que no todo ha sido tan malo...

Primera acción buena: aumentar el salario mínimo hasta topes menos abismales entre los obreros y sus enriquecidos patrones a quienes vino muy bien la pandemia.

Segunda: el combate, no total, contra el outsourcing, el modelo para enriquecer a los intermediarios a costa de privarle de derechos básicos a los trabajadores. Hasta el momento solo es una afirmación.

Tercera: el “control” social que, por las desigualdades extremas, evita los enfrentamientos a base de bonos bimestrales aun cuando con ello, alevosamente, se compren voluntades políticas.

Cuarta: Ello se traduce, igualmente, en una buena capacidad de maniobra para reducir las presiones laborales y la ausencia, por tanto, de huelgas. Dicen que ello se debe a una mayor apertura, pero no que pueden ser consecuencia de la complicidad con los empresarios amancebados.

En fin, todo ello es aceptable; sin embargo, ¿es necesario invertir una millonada para realizar eventos de exaltación a su egolatría en diversos actos multitudinarios? ¿Acaso cree que nadie observó a los cientos y cientos de autobuses que arribaron desde todas las capitales estatales para “llenar” el zócalo de la Ciudad de México cuantas veces han querido? Sin duda, hace dos años se gastó una millonada cual si se tratase de una competencia con la Guadalupana para ver si convocaba AMLO, repartiendo despensas y distracciones, a un mayor número de personas que quienes desfilan, cada año como peregrinos, hacia la Basílica entrañable para millones de mexicanos.

Más allá de que AMLO, con el apoyo de la señora Claus, aspire a tener un altar en el núcleo religioso del país, además de esperar que un monumento le sea colocado frente al de la Revolución en cuyo costado yace el de Fidel Velázquez, muerto en la piedra y sin alma, uno de los personajes más siniestros del viejo régimen y paladín de los sindicatos “charros”, serviles e inútiles para la protección de sus integrantes.

No tienen límites, Claudia. Con un gabinete así derrapa sin remedio por la mediocridad de quienes lo integran y ya hasta sopesa la posibilidad de enviar al miserable Bartlett como embajador a Francia, mientras prosigue con las “mañaneras” cada vez más insulsas y con ademanes propias de una marchante que se gana la vida vendiendo verduras y agitando los brazos.

La Anécdota

Cuentos de la patética pandemia. Durante tres días en más de tres años, Andrés se colocó el cubre-bocas: en sendas visitas a Washington (2) y Nueva York. En México, en cambio, no se lo puso porque, alegó, así se lo recomendaron sus médicos –posiblemente los privados que están solo a su servicio, como su cardiólogo de cabecera-. Los que aparecieron en cámaras, entre ellos el doctor muerte Hugo López-Gatell, insistieron en que “no bajáramos la guardia” y exigieron a todos el uso del bozal sanitario y lo hacemos quienes ponemos la prudencia por encima de la vanidad y la soberbia.

¡Ah! Pero el mandante que sí sufrió por el covid y lo esparció por Palacio Nacional –son decenas quienes enfermaron, algunos gravemente, porque el huésped principal de la regia residencia no dejó de caminar por pasillos y salones durante su ostentoso confinamiento-, no se detuvo.

Lo del cubre-bocas presidencial –vergonzoso el que usó en sus recientes visitas a USA, de la peor calidad y sin el escudo nacional como los que portaron todos los demás miembros de su comitiva-, debiera ser razón suficiente para mandarlo ya saben a dónde –como él lo hizo en el Zócalo-, por la inexplicable soberbia que le impidió bajar un peldaño de su pedestal intocable y ser como los demás mexicanos, no solo los engañados sino también sus adversarios. Es el jefe máximo de la devastación.

loretdemola.rafael@yahoo.com