A la memoria de Carlos Loret de Mola, asesinado por el poder

Desde el 5 de febrero de 1986 –aunque los peritos anotaron la posibilidad de que el martirio se extendiera hasta el 7 del mismo mes- prácticamente he dialogado con cada uno de los presidentes de este país, desde Miguel de la Madrid hasta el hoy predecesor, sobre el crimen contra uno de los mayores periodistas de nuestro país, Carlos Loret de Mola Mediz, cuyo talento lo llevó también a ser gobernador de Yucatán perseguido por Echeverría, con quien se enfrentó, y el pretendido cacique del sureste Carlos “El Negro” Sansores Pérez, padre de Layla la arribista –de partido en partido- que ahora compite por Morena en busca de la gubernatura de Campeche que fue propiedad de su perverso progenitor.

Sí, como en una trampa peliculesca, el desenlace se dio con la participación de la mafia presidencial, desde el mandatario en funciones por esos días, Miguel de la Madrid; su secretario de Gobernación, el miserable Manuel Bartlett; el secretario de la Defensa, Juan Arévalo Gardoqui; Alejandro Cervantes Delgado, gobernador de Guerrero; Víctor Cervera Pacheco, de Yucatán, y Sansores; además de los ejecutores encabezados por el director de Averiguaciones Previas guerrerenses, Antonio Nogueda Carvajal, y su pistolero René Peláez, protegidos ambos por el ex subsecretario del palacio de Bucareli y ex gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, y por Miguel Ángel Yunes Linares, de Veracruz, quien lo puso a su servicio en tiempos del alcohólico Patricio Chirinos Clero. Todos los nombres.

Existe otra vertiente en las indagatorias que, a través de todos estos años, he realizado sin más apoyo que el de algunos colegas y para vergüenza de otros intimidados para no soltar palabra. Esa segunda versión señala a Luis Echeverría, a quien don Carlos se enfrentó aún antes de dejar el gobierno yucateco, Mario Vázquez Raña, el sujeto que le arrebató la cadena de periódicos al coronel García Valseca –quien murió en los vestidores de su alberca, paranoico, infectado por decenas de gatos-, y el propio Sansores –el autor intelectual del crimen contra Efraín Calderón Lara, “El Charras, que injustamente se le cuelga a mi padre como he podido demostrar-, quienes tenían deseos de cobrarse algunas de las dignas posturas con las cuales evitó que Yucatán se convirtiera en uno más de los negocios caciquiles con la anuencia presidencial.

Con todo estos datos, apuntados durante ¡treinta y nueve años!, no me cabe en la cabeza cómo nunca se reabrió el expediente sobre el asesinato alevoso considerando además que en el retén “El Güirindalito” también fue ejecutada Rosa Elena Jasso Rico, valiente mujer, quien fue permanentemente acosada, según testimonio judicial de su hermano y su hijo, por la priista Graciela “Chela” Ortiz González

(Por decirlo me denunció por “daño moral” cuando aún era senadora y le gané el caso con amplio margen).

¿Justicia? Me carcajeo de ella. Solo por consigna se procede y lo sabe bien el engreído fiscal, falsamente autónomo, Alejandro Gertz Manero.

La Anécdota

Fueron Jorge Carrillo Olea y Mario Vázquez Raña quienes me entregaron las fotografías insólitas del cadáver de Carlos Loret de Mola; el segundo las retuvo y Carrillo, el subsecretario de Gobernación bajo el feudo de Bartlett aunque despachaba en directo con De la Madrid como una especie de contrapeso, me las entregó. En ese momento, agobiado, le pedí a quien suponía mi amigo, Carlos Capetillo Campos, quien había sido colaborador y cercano de Carrillo además de jefe de la policía durante el mandato de don Carlos, que las pusiera en sitio seguro para no perderlas por ninguna razón.

Un tiempo después, avanzadas mis investigaciones, le pedí que me devolviera el material y me dijo con aire de suficiencia:

-La verdad es que las quemé; no quería verlas –las fotos-. Me afectaban mucho, como a ti.

Cumplió así con su amigo Carrillo no con la memoria de quien fue su jefe y promotor, Carlos Loret de Mola Mediz, cuya sangre llevo orgulloso en mis venas.

loretdemola.rafael@yahoo.com