Legendaria corrupción

Desde hace dos siglos, esto es desde su Independencia, los mexicanos han sido proclives a la corrupción. Acaso fue uno de los lastres heredados de los invasores españoles que sometieron a los pueblos de Mesoamérica a una esclavitud inhumana y, muchas veces, fatal. Al otro lado del Atlántico se compraban lo mismo títulos nobiliarios que a la “justicia” dispuesta a ajusticiar o no a quienes carecían de fondos para comprar vidas y, de nuevo, heredades patriarcales. Era una costumbre común en la que abrevaron, por desgracia, los pueblos originarios.

No sorprende, por tanto, la costumbre de quienes ganan tiempo mediando las clásicas “mordidas” que, en el medio periodístico, también se denominan “chayotes” cuando provienen las manos sucias de los gobernantes; jamás al revés por más que así lo divulguen quienes quieren difamar tras los burladeros de paja. Es un mundo al revés, sí, en donde los críticos son cuestionados y los mercenarios de la prensa se hacen merecedores a la presea más “honrosa” de cuantas puedan disponerse en el medio: la medalla “Lord Molécula”, para honrar al más repulsivo de los informadores -que no periodistas- rastreros y acomodaticios siempre con la mano estirada para recibir las “propinas” de su desvergüenza.

El clímax lo hemos vivido en los tiempos de los cuatroteros, con las cuatro cruces de la desgracia, cuando se reverencia a la titular del Ejecutivo que está más cerca de la mano que mece la cuna y no del “pueblo” tan citado en sus ominosas mañaneras. El fenómeno me sigue sorprendiendo: ningún mandante atesoró mayor poder que la presidenta(e) Sheinbaum y, al mismo tiempo, salvo Pascual Ortiz Rubio, apodado “el nopalitos” -por baboso, y no lo era-, había sido tan sometida, un semestre después de su asunción a la Primera Magistratura, por cuanto a los deberes con el predecesor y las tremendas amenazas de Trump que la elogia como si se tratase de una de sus “misses” de los concursos de señoritas en traje de baño.

Trump sabe cómo tratar a las mujeres como la señora Sheinbaum de Tarriba -de un antiguo contador del Cártel de Juárez-, a quienes se elogia hasta lograr que se ruboricen llevándolas al penoso dilema de “dame una prueba de tu amor”. Claudia cayó tan larga es y miren el lío en el que nos ha metido bajo las cargas de los aranceles -que determinarán los vaivenes de la ya castigada economía con proyectos de cero crecimiento-, las asechanzas de los buques de guerra frente a las costas de Baja California y en el Golfo de México -cuyo nombre no está a la venta como tampoco lo están Canadá ni Groenlandia ni, mucho menos, Gaza-, como se hizo en el Golfo Pérsico antes de la andanada contra Irak y Sadam Hussein hace ya treinta y cinco años. Parece un relámpago en el tiempo.

A veces no nos damos cuenta de cómo hemos llegado a este punto por el camino de la ingente corrupción. Pero no es tan difícil analizarlo: por la vía de una corrupción creciente que determinó la execrable unión de los gobiernos -del federal y los estatales- con los mayores sicarios del planeta, originados en México para luego crecer hacia Europa -vía España como si les devolviéramos los golpes de la Colonia-, Asia con el aval de Rusia y China, nada menos, al tiempo de que por nuestro territorio se contrabandeaban armas -obtenidas en USA-, para los “terroristas” de todo el orbe y bien que lo sabían los esperpénticos regímenes de la 4T. Nadie se salva.

Llega abril y no se han rendido los grandes políticos con arreglos con los cárteles más pujantes. Estamos en el límite, por tanto, de una mayor injerencia de USA que ya experimentó con el secuestro y traslado de Ismael “El Mayo” Zambada García, quien a sus 77 años jamás había sido detenido siendo el zar de las drogas y bastó con la incursión ilegal de un batallón de Estados Unidos, que entró a nuestro suelo sin molestia alguna, capaz de localizarlo y capturarlo en la última semana de julio de 2024. Lo demás, la traición de “El Chapito”, el avión que partió de Sonora y la complicidad del gobernador Rubén Rocha Moya, su aliado principal, fue cosa de la parodia montada para tratar de lavar el rostro de un gobierno decadente, el del López de Macuspana, en tránsito de convertirse en el espíritu chocarrero de su sucesora, la entablada señora de Tarriba. Solo los tuertos y ciegos no lo ven.

Y de allí para adelante: “¿Quién salvó a Cuauhtémoc Blanco? Fuenteovejuna, señor”. La mayoría de diputados estaba por encaminar el juicio de procedencia contra el exfutbolista -solo falta que lo llamen a dirigir a la selección para sacarlo de los barruntos de su indecencia-, hasta que una voz, desde algún lugar del país, ordenó lo contrario y un audio filtrado lo exhibió en claro: se dio paso a la consigna, y no la de Claudia la rehén de Palacio, y se quedaron en “blanco” los mercenarios y traidores incapaces de respetarse a sí mismos. Cuauhtémoc, el de Morelos que tantos negocios hizo a la sombra del poder omnímodo, tiene demasiados amigos entre los sicarios... desde el presidente del América hasta alguna de las diputadas con sueños febriles y casi inocentes.

La corrupción, y solo esta, encubre a quienes provocaron el estallido de los ductos de Pemex en Tlahuelilpan (Hidalgo) con saldo de 137 muertos; lo mismo que en el caso la estación de Migración de Ciudad Juárez -cuarenta quemados vivos-; y el reciente horror de Tlahuelilpan (Jalisco) en donde se hallaron 400 zapatos de, cuando menos, doscientas víctimas en un campo de exterminio; siquiera que los bárbaros del gobierno admitan lo que era sin pretextos tan absurdos como los del miserable gañán Gerardo Fernández Noroña -a quien le apesta la boca como corroboró el hijo de Felipe Calderón en Campeche-, quien se atrevió a decir que no podía saberse si los zapatos pertenecían a otros tantos desaparecidos; quizá pensaba en alguna colecta para los damnificados de Acapulco listos a repartirse en un camión tan grande -y renta por 10 millones al mes- como los que usa Andrea -emulando al execrable traidor de Tabasco- Chávez -como el sátrapa venezolano-, en su campaña política adelantada y mercadeando con medicinas cuyo desabasto es también una tuerca de la más deleznable corrupción. Chihuahua no puede ser pasto quemado de una miserable tan grande.

Y, claro, la corrupción sigue creciendo igual que los gatopardos de Palacio Nacional.

loretdemola.rafael@yahoo.com