En espera del cónclave
El mundo se convulsionó, mucho más si cabe, tras la muerte de Francisco, un papa controvertido cuya figura va creciendo tras las honras fúnebres en la Basílica de San Pedro y su posterior sepultura en una de las cuatro basílicas de Roma: Santa María la Mayor. Mientras el protocolo seguía, dos jefes de Estado se reunieron bajo las cúpulas diseñadas por Miguel Ángel: el presidente Zelensky, de Ucrania, y Donald Trump, el mandante-emperador de USA.
Curioso: en un templo de paz un poderoso solicita dos sillas, invita al maltratado ucraniano y se sienta a conversar con él sobre la guerra en un diálogo más cercano a las condiciones de Rusia que a las del país invadido. Se le pide a Zelensky “soltar” no solo Crimea sino también los territorios conquistados por Vladimir Putin, el nuevo zar de las tierras rusas, muy parecido, en cuanto a objetivos, a su par estadounidense: los dos quieren más tierra y una mayor injerencia en sus naciones satélites. ¡Si no fuera por China, en este momento, estaríamos a punto de volar todos en pedazos!
El funeral del papa, histórico sin duda, dio lugar a una serie de dislates por parte de la presidenta(e) de México, quien optó por explicar qué hubieran dicho sus detractores si hubiera viajado a Roma: “hablarían que si la división de Iglesia y Estado” o del “Estado Laico” según conviniera”. Esto es, la dama de Palacio no dialoga, interpreta; no gobierna, funciona según las circunstancias… y nada hubiera sido más lógico que verla entre los sesenta jefes de Estado, incluso aquellos que son de izquierda -Lula, por ejemplo- o que viven en una suerte de neutralidad como el señor Trump.
¡Qué desperdicio! Dejó a un lado la posibilidad de un intercambio de saludos -cuando menos- para verse a las caras con quienes mantienen riñas diplomáticas con nuestro país, entre ellos el mencionado anaranjado, amén de los reyes de España o el presidente de Ecuador, Daniel Noboa. Allí estaban y, perdida en las filas traseras, la mal presentada secretaria de Gobernación de México, Rosa Icela Rodríguez, quien fuera responsable de la seguridad pública en los cercanos días del gran titiritero de Palenque... a donde no ha llegado.
Sí, el diablo tiene mucha bronca con México -parafraseo a Francisco, el argentino notable, a quien injurió el actual mandatario de su país natal, Javier Milei, quien le llamó, en plena campaña electoral, “engendro de Satanás”. Quizá por ello el pontífice no volvió a Argentina; salió para siempre de ella para encontrarse con la feligresía mundial y el hipócrita perdón de Milei, ya mandatario, en plena Cumbre Mundial de Economía... cuando todavía no se preveían los cañonazos arancelarios del señor Trump y sus tantos sube y baja que han dado al mundo un ingrediente maligno: la incertidumbre.
Y como el huésped de la Casa Blanca, la perentoria ocupante de Palacio Nacional se inventa fórmulas para quedarse sin contrapesos, dominados los poderes Legislativo y Judicial -desde el próximo primero de junio cuando es necesario ausentarse de las urnas para mostrar al mundo el rechazo de la soberanía popular-, y pretendiendo cortarles las alas a los periodistas independientes, colocándose por encima de las otrora “benditas redes sociales” -lo fueron cuando López la usaba a su favor-, que comienzan a voltearle las espaldas.
De allí la “ley censura” que pretende eliminar las plataformas cuyos contenidos afecten “la seguridad del Estado”, esto es que cuestionen a la presidenta(e) y a sus grandes titiriteros -Trump y AMLO- si bien el predecesor se mantiene en capilla: por protegerlo, a él y sus hijos, Sheinbaum es capaz de venderle su alma al jefe del vecino país del norte.
Esta es la lectura que pocos hacen en medio de las tómbolas que exhiben la vulgar ascendencia de quienes administran el poder en nuestra hollada nación. ¿Ya comprenden la razón por la cual fue abucheado y expulsado de la Convención del PT el pandillero grotesco Gerardo Fernández Noroña, cada vez más insensible y fuera de sus cabales desde la presidencia de la Mesa Directiva del Senado? Y como él, otros seguirán, comenzando con el vampiro Adán Augusto López Hernández y con el nepotista por antonomasia, Ricardo Monreal Ávila.
Cuando menos ya estamos sintiendo la mano de Francisco que desafió al demonio que nos tiene bronca. Y van a caer los corifeos de Satanás vestidos de color guinda como pintan también los esbirros del INE para promocionar “el voto” de los ignorantes en pro de un Poder Judicial rebosante de bandidos e ignorantes, narcotraficantes y serviles, sumisos a Morena y dispuestos a aplicar la sentencia antigua de la 4T: “La ley no es la ley”. ¡Qué se prendan las fogatas contra AMLO y los suyos, no solo Andy ni Gonzalo, ni siquiera los ominosos gordinflones José Ramón y Jesús -ya no es un niño, señora Beatriz Gutiérrez-, sino también las que pisan los pies de Manuel Bartlett y los gobernadores de Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Michoacán, Guerrero, Campeche y muchos más... Y no muy lejos de ellos situamos a Mario Delgado, el delicadito secretario de Educación que en su gestión como presidente de Morena extendió las manos, y algo más, ante los sicarios.
Por todo esto desean la “ley censura” so pretexto de repeler los spots de USA en los que se amenaza a los mexicanos que pretendan cruzar ilegalmente sus fronteras. No era este el fondo de la cuestión, pero aunque lo niegue la señora de Tarriba -contador que fue de los inquebrantables cárteles de Sinaloa y Juárez-, el polémico documento contra la libertad de expresión -el de Telecomunicaciones-, llegó al Senado, fue aprobado en Comisiones y ahora veremos cómo le hacen para corregirlo sin echarse encima a la opinión pública mundial.
México está en manos de enfermas, del clan de las alegres comadres que, por si fuera poco, se escuda en una supuesta misoginia para no ser rozado con el pétalo de una rosa.
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