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Hoy Escriben - Rafael Loret de Mola

Desafío

La era de la mitomanía

En ocasiones nada parece tener sentido; más aún cuando vivimos bajo un gobierno que miente y acumula falsedades como si se tratara de un armario de ropa usada y zapatos viejos. Y es esto lo que está pasando con el llamado “sistema político mexicano”, cuyos vicios rebasan la comprensión simple y acotan las libertades como si se tratara de amarrar a un perro rabioso y no a una ciudadanía pensante... pero muchas veces condescendiente por un plato de frijoles.

La ausencia de democracia catapulta a las dictaduras -ya no la “dictadura casi perfecta” de la que hablaba el extinto peruano-español, Mario Vargas Llosa-, que utilizan las urnas únicamente como alacenas cubiertas de papeles sucios, tramposos y muy alejados de la voluntad general, sí, la de colectivo que apenas está despertando y clama por iniciar la escalada de la resistencia que comienza, precisamente, con las sanciones de la ciudadanía, esto es morales, que no prescriben con el tiempo. Acaso por esto los actores políticos que determinan el destino del país, esto es los pertenecientes al núcleo cerrado del poder con los colores guindas de Morena, son ahora cazados por una repulsión pública que se escucha en los estadios, las plazas, las calles y en donde se paren.

Es una etapa turbulenta, la mayor que podríamos considerar, como si una aeronave hubiese pasado el punto de no retorno con toda la maquinaria averiada a causa de una tormenta interminable y ultrajada por los constantes fulgores de los rayos incendiarios por la energía de una corrupción galopante y la inexplicable protección cuatrotera al flagelo del narcotráfico, que únicamente revela hasta dónde llega la encubierta alianza de las autoridades con el crimen organizado; este pacto, cada día más obvio, es el que coloca en grave posición al régimen político y lo hace muy endeble ante el acoso del señor Trump -un pillo de siete suelas que ha librado treinta denuncias penales y ahora enfrenta señalamientos por integrar las listas de la pederastia en el caso Epstein. Una joya en la corona mayor del imperio más poderoso que el mundo haya conocido.

Corremos el riesgo terrible de enfrentar al gigante del norte con las bravatas, rebosantes de desplantes ingenuos, por parte de la presidenTA Sheinbaum. No basta con parafrasear, groseramente por su insistencia, al Himno Nacional cuya letra se debió al inflamado patriotismo de Francisco González Bocanegra, quien lo estrenó el 15 de septiembre de 1854 cuando el timón extraviado de quien impuso su sobrenombre de “Alteza Serenísima”, Antonio López de Santa Anna, en tiempos de un belicismo que no corresponde, en México, a los estándares del “civilizado” andar de las naciones siempre dispuestas a izar la bandera de la paz pero con los dientes afilados.

Como en todas las tiranías -la autocracia quedó atrás desde hace casi siete años en nuestro país-, quien ejerce el poder suele distraer a las masas con discursos amancebados pero con la firme determinación de socavar al colectivo diciendo que este dispone cuando nada puede ya hacer para frenar la locura dictatorial que ha asesinado a la democracia, con una ilimitada prepotencia bajo el cielo de la impunidad, cerrando todas las salidas para el ejercicio de las libertados y aniquilando, por ende, cada contrapeso para evitar los excesos del poder y la galopante soberbia de los gobernantes que dicen gobernar para todos pero insisten en llamar “pueblo” al trece por ciento de los empadronados y que únicamente sirvieron para avalar, tómbolas y acordeones de por medio, la elección-consulta más fraudulenta de nuestra era: la llamada “judicial” que borró de los escenarios de la democracia al Poder Judicial para entregarlo a una indigna representación monopólica al servicio de la cúpula.

Nunca podrá razonarse sobre este hecho indigno: el 87 por ciento de los registrados en el Padrón, usado para tal fin perverso, rechazaron sumarse a la farsa y, desde luego, no pueden ser considerados partes del “pueblo” en la óptica burda de la antigua “porra” que luego fue sumisa a una izquierda apenas coherente hasta alcanzar altas posiciones y lograr ser “corcholata”, el término degradante usado por el expresidente más ladino de cuantos hemos soportado en más de dos siglos de Independencia, mucho peor a los virreyes de la Colonia que asfixiaron y saquearon el territorio sagrado que hoy llamamos patria.

Hoy, las amenazas son más evidentes que los logros; la corrupción mayor a los indicios de dominio del exterior; las complicidades entre los criminales y los gobernantes cual si se tratasen de ciclones devastadores; y, en fin, la nula capacidad de los mexicanos para asegurar un destino mejor para las generaciones venideras. Las actuales o las que van pasando, como la mía, deben registrar como fracaso su paso por la vida al no poderle legar a nuestros hijos y nietos una nación mejor a la que recibimos hace décadas, incluyendo los saldos ominosos de los malos gobiernos, porque del horror atemorizado pasamos a la depreciación total de valores, la caída de la dignidad y el peligroso silencio de millones de compatriotas vencidos por la miseria de conciencias, peor a las hambrunas y las enfermedades, que nos han derrotado ya por dentro. ¿Habrá redención posible?

Las masacres no menguan; se acrecientan. El dolor no cede, se agrava; la impotencia parece imponerse ante los constantes agravios sufridos y el corazón del país sufre un severo infarto, provocado por la perversidad, que lo mantiene tras una larga agonía cuyo final parece muy cercano. ¿Podremos evitarlo cuando se persigue e infama a las voces críticas y las burlas son las respuestas a las demandas de cuantos sufren por los atracos y los saqueos a los bienes de todos? Vean al tren llamado “maya” y mediten sobre el cinismo de quienes, desde la presidenTA hasta los militares vestidos como civiles para consumar los negocios del “clan López-Beltrán”, opacan las evidencias y subliman los derroteros de la mayor impunidad jamás vista en más de un siglo.

Lectores amables, lectoras tolerantes: estamos todos en riesgo. Si lo perciben, actúen en consecuencia con el vigor de la resistencia y la desobediencia civiles; si todavía no abren los ojos, ¡despierten y analicen la postura oficial y la de quienes estamos en contra de la continuidad de la miseria humana! ¿Menos de 13 millones ochocientos mil pobres? Solo admitirlo es una perversidad tan grande como la del llamado Maligno, la Bestia, Belcebú. Ustedes ya saben.

Si permanecemos con la mirada puesta en otro lado, acabaremos perdiéndolo todo.

loretdemola.rafael@yahoo.com