21 días
“A todo se acostumbra uno”, es común escuchar —o leer—, en alusión a esta increíble capacidad de los seres humanos para adaptarnos a circunstancias complejas o cuando las cosas cambian y no marchan precisamente como quisiéramos.
Hace muchos años incluí la frase en un texto: “A todo se acostumbra uno, menos al hambre”. No me acuerdo con exactitud a qué venía el apunte. Se trataba, eso sí recuerdo, de una publicación, no tanto infantil, pero sí familiar, por lo que debía —por decir algo— moderarme. Además, apenas comenzaba a escribir y sabía que toda mi gente lo leería: desde mi abuelita hasta el papá de mi novia en turno. Qué sorpresa se llevaron cuando leyeron el escrito ya publicado con la frase intervenida por el entrometido del corrector de estilo: “A todo se acostumbra uno, menos al hambre y a la abstinencia sexual”.
Cuánta razón tenía el hombre, pero casi me dio un ataque al leerlo. No paró de reír cuando le reclamé, aunque tampoco pude decirle mucho, pues era mi profesor de literatura. Desde entonces, siempre reviso todo con lupa antes de mandar a imprenta.
Pero bueno, el caso es que es cierto y prácticamente a todo se acostumbra uno, y es lo que le respondí a una amiga que recién me preguntó qué debía hacer para correr.
—Correr —le contesté—; tal cual, correr.
—Pero no puedo, no tengo condición y me aburro.
—Corre diario dos kilómetros por 21 días seguidos y vas a ver, te vas a acostumbrar. Luego del 21 le empiezas a aumentar.
—¿Y por qué 21 días?
Yo me hice la misma pregunta la vez que una maestra me sugirió meditar 15 minutos al despertar o antes de dormir durante 21 días consecutivos, para crear el hábito. Existe la idea, resultado de diversos experimentos, de que la mente tarda alrededor de 21 días en habituarse a una rutina a partir de un entrenamiento; es decir, de repetir y repetir y repetir.
Para poner en marcha “el Bucle del Hábito”, como lo denomina Charles Duhigg, requerimos de 21 días de trabajo arduo, de enfocarnos, de no soltar y persistir. Después de este plazo, habremos sembrado una pequeña costumbre que de nosotros dependerá que crezca. Así, poco a poco, se hacen los deportistas. Y de la misma forma se sustituyen los malos hábitos por los buenos. Yo diría, incluso, que hasta la información genética, que sólo se cura con voluntad y amor propio.
A casi todo se acostumbra el ser humano. A casi todo.