¿Qué nos dice el hecho de que mexicanos de todos los estratos socioeconómicos estén de nuevo emigrando a Estados Unidos?

Algunos estudiosos de la migración se acostumbraron a recitar que a partir de 2010 vimos fundamentalmente flujos centroamericanos hacia el norte, pero ahora resurge el éxodo mexicano.

Uso el simbolismo del reloj de arena para tratar de explicar lo que está ocurriendo. Este reloj tiene dos compartimentos simétricos y un cuello en medio. No sólo mide el paso del tiempo. Washington regula selectivamente el ancho del cuello para impedir o permitir el tránsito de personas.

Hoy la aplicación del Título 42 de su Ley de Salud hace que los migrantes detenidos sean devueltos rápidamente. Además, el gobierno de Biden ha reanudado el programa Quédate en México, con la aprobación del gobierno mexicano, para que decenas de miles de solicitantes de asilo esperen acá, casi siempre infructuosamente, que los tribunales del vecino del norte autoricen su acogida en aquel país.

Asimismo, el hecho de que EU tenga elecciones intermedias al Congreso en noviembre de 2022 hará que la administración Biden quiera parecer de línea dura en la contención migratoria.

Sin embargo, el ciclo económico y la transición demográfica son los verdaderos factores estructurales que determinan el flujo migratorio. “Necesitamos más inmigrantes y más bebés”, reiteran quienes saben que EU no es capaz de cubrir los pagos a pensionados y jubilados, sin el bono demográfico mexicano y centroamericano que incremente y renueve la fuerza de trabajo.

En el México de 2022 una combinación de factores ha detonado la migración tanto abajo, entre los sin papeles, como arriba, entre los sectores de mayores ingresos:

1) La violencia del crimen organizado, que asola franjas enteras del territorio nacional, extorsiona y asfixia a emprendedores y empresas.

2) La inexistencia o insuficiencia de programas de apoyo a las pequeñas empresas, o de alivio a las familias tras la pandemia. En EU los planes de estímulos han traído consigo un crecimiento robusto. En México, en 2024 el ingreso por habitante y año estará por debajo del registrado en 2018.

3) El éxodo de arriba, jóvenes con la mejor formación académica y profesional, que se van con papeles al norte del río Bravo.

4) Los ultrarricos, que ya tienen casas y empresas en Estados Unidos, y mueven a sus capitales, a sus familias y a sí mismos de ida o regreso, según su temor a ser afectados por decisiones del gobierno de México.

La inversión pública está en un mínimo histórico, al tiempo que abandonamos la educación básica y media en manos de sindicatos y grupos políticos, y se decreta el fin de guarderías y de escuelas de tiempo completo. Si añadimos la profundización de las desigualdades y de la brecha digital tras dos años de clases a distancia por el Covid19, nos damos cuenta de que el reloj de arena no augura un futuro promisorio para la mayoría de nuestros niños y jóvenes.

Hay enojo social, en vez de entusiasmo por la transformación prometida que ya no ocurrió. La economía está estancada, los muertos se acumulan y la corrupción sigue. La narrativa de que no es culpa del presidente (“él lo intentó, pero no lo dejaron”) quizá sirva en algunos casos, pero el dato duro es que un creciente número de mexicanos, de arriba y de abajo, deciden una vez más, dejar atrás su terruño.