Inspirado en la clásica caricatura de Disney, “Rico McPato”, quiero presentarles la siguiente historia, un vistazo a la vida del pato:
“McPato” ama su dinero. Él es avaro y atesora su riqueza, disfruta enormemente con solo tocarla, olerla y tenerla. Es tan rico que incluso tiene una piscina llena de dinero en donde se echa clavados entre sus billetes y monedas, “qué delicia”.
Finalmente, nos enteramos de cómo es que ha logrado acumular tanta riqueza: ¡tiene un árbol mágico del que, en lugar de crecer hojas, crecen billetes!
Ésta es una concepción bastante popular —y dañina— sobre la riqueza y, en consecuencia, desde niños hemos crecido con la idea de que, “la riqueza es perversa”. Llegamos a la vida adulta y nos encontramos con todo tipo de políticas públicas en contra de la acumulación de la riqueza.
Por ejemplo, el economista Thomas Piketty, en una entrevista con El País, sugiere un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los multimillonarios: “Propongo un impuesto que permita dar a todo el mundo 120 mil euros a los 25 años”.
Lo que plantea Piketty es algo muy sencillo y popular: despojar de su tesoro a “Rico McPato” cobrándole impuestos para que sean utilizados para “financiar una herencia para todos”. Además, propone confiscar el árbol de billetes del viejo millonario y entregárselo al gobierno para cubrir sus gastos, tendremos que suponer que la misma riqueza en manos del gobierno se aplicará eficientemente.
Notemos que no hay justificación moral para el despojo, sólo una consideración bastante difusa y conveniente de “utilidad social” definida por el autor.
Por otro lado, tenemos a Oxfam, una organización internacional maniqueísta que ya he mencionado en artículos anteriores por involucrarse en una cruzada global contra la riqueza y promover una absurda lucha de clases.
Por ejemplo, en su más reciente informe propone que “el mundo debería tratar de reducir la riqueza y el número de multimillonarios a la mitad de aquí a 2030, aumentando los impuestos del 1% más rico y adoptando otras políticas que acaben con los multimillonarios”. Un frente más en la guerra contra la riqueza.
Es decir, si un empresario obtiene su riqueza gracias a su destreza para aprovechar la globalización, que no es otra cosa que el comercio entre las naciones, entonces, ¿debemos pensar que esa riqueza “no es meritoria”?.
La riqueza típicamente se emplea en crear nuevas y mejores innovaciones, que resultan en más y mejores bienes y servicios en beneficio de millones de consumidores, empleados, proveedores y del propio gobierno que sigue cobrando impuestos, le vaya bien o mal a los empresarios, a las empresas y a sus empleados.
Vale la pena repetirlo: ¡la riqueza beneficia a toda la sociedad!
Se destruye riqueza cuando se cierra una empresa productiva por cuestiones sindicales, ambientales o políticas.
Cuando cesa la innovación no se destruye la riqueza, pero sí se pierde la oportunidad de crear más riqueza. Pero ¿qué causa que cese la innovación? La desconfianza y el miedo de los empresarios creadores y sus inversionistas.
Haremos bien en reflexionar sobre la visión maniquea que se tiene de “Rico McPato”. Pensemos si aspiramos a un árbol que da billetes o a empresas productivas que, con sus productos y empleos, nos beneficien a todos.