La elección del domingo enfrentó el riesgo de perder su razón de ser, al menos la sostenida por sus artífices e impulsores de la Cuarta Transformación: la democracia. Cuando se diseñó esta reforma constitucional se afirmó que su objetivo era democratizar al Poder Judicial.
Sin embargo, el abstencionismo adelantado, la superficialidad de las candidaturas y la inducción al voto anticipan la captura del Poder Judicial antes que su democratización y con ello, un deterioro significativo en la calidad de la justicia.
Margaret Satterthwaite, relatora de Independencia Judicial de Naciones Unidas, había advertido en 2024 la tendencia global de múltiples gobiernos de minar la independencia de los sistemas judiciales y el Estado de derecho a partir de cambios en los sistemas de designación y destitución de las y los jueces.
La experta advirtió el riesgo de captura de los poderes judiciales si los procesos se centraban en elegir a los funcionarios sobre la base de la percepción de su identidad política y no a partir de sus méritos y capacidades.
En principio, el diseño de las elecciones limita significativamente el voto libre, informado y basado en las cualidades. Con más de 7 mil personas que aspiran a cerca de 3 mil cargos, la ciudadanía no tendrá oportunidad de emitir un voto razonado.
En el proceso imperó la urgencia política antes que un sistema de elección escalonado que posibilitara una transición organizada. De esta forma, el proceso condiciona estructuralmente a votar por identidad política antes que por los mejores perfiles.
Una parte importante de candidatas y candidatos –incluidas personas que aspiran a ser parte de la Suprema Corte– realizaron campañas abiertamente partidistas.
Las alusiones al pueblo, al bienestar o la transformación o la adhesión manifiesta a la Cuarta Transformación anticipan la ausencia de independencia al momento de resolver litigios contra el gobierno.
Es cierto que las personas no escapamos a la ideología y otras estructuras condicionantes cuando se ejerce el derecho; sin embargo, ¿cómo se espera corregir las influencias de los poderes que se ha criticado si de origen un juez ya tiene una adhesión abiertamente militante?
Estos perfiles se aparatarán de la defensa de la Constitución, los valores democráticos y el límite al abuso del poder público y tenderán a resolver judicialmente a favor del oficialismo.
En contraste, otras candidaturas optaron por campañas pragmáticas. La posibilidad de una elección basada en competencias y resultados acreditables fue sacrificada para convertir a las personas en influencers que saturaron las redes de lugares comunes como mejorar la justicia, hacerla más ágil o actuar con integridad, como si ello no fuera lo mínimo que se espera de un funcionario judicial.
El mecanismo electoral fue distorsionado, conseguir el voto se convirtió en el propósito, sacrificando los méritos y la profundidad de la propuesta en las campañas, validando la máxima de que el fin justifica los medios.
Aunque se reconoce que hay excelentes perfiles de origen judicial, sus candidaturas no pueden eludir el cuestionamiento de proceder de un poder supuestamente corrompido, según el oficialismo, y competir para transformar el problema que habrían originado. Paradójicamente, representan la medicina y la enfermedad al mismo tiempo.
Por último, pocas candidaturas se atrevieron a posicionarse sobre los dilemas de la justicia constitucional en los actuales tiempos como la vigencia de disposiciones en la Constitución que violan derechos humanos, la revisión judicial de reformas constitucionales, la suspensión en los juicios de amparos de megaproyectos, el rol del Poder Judicial frente a la crisis de desaparición de personas, los límites a la actividad de las fuerzas armadas en funciones de orden civil o el desacato a las sentencias de la Corte Interamericana.
Lejos quedó el tiempo en que, por citar un ejemplo, Juan Luis González Alcántara Carrancá se pronunció en el Senado sobre la inconvencionalidad de la prisión preventiva oficiosa, antes de su designación como ministro.
Esta semana acudí a la Suprema Corte como un ciudadano ordinario que espera que las instituciones del Estado garanticen los derechos humanos más allá de los contextos políticos.
La estética en sus entornos, plagada de listas de candidaturas del oficialismo derrumba toda pretensión de democratización al buscar entronizar a personas leales a la Cuarta Transformación.
El voto informado fue insuficiente para garantizar los mejores perfiles. La proliferación de los acordeones para dirigir el voto y la movilización de las estructuras corporativas anticipa que la elección será todo, menos democrática.