Juan Pablo y los Quijotes de la marimba
Después de 30 años de estar fuera del terruño soconusquense y regresar para darme cuenta que pareciera que el paso del tiempo ha sido para mal en Tapachula, también pude constatar la inexistencia de una cultura de reconocimiento para aquellos mayores que desde su parcela personal, pusieron parte de su vida para la realización de una historia trascendente en su momento, pero olvidados por las nuevas generaciones, como resultado de la inexistencia de testimonios escritos.
Coincidencia en el análisis, frente a una taza de café con Juan Pablo de los Santos Cruz, migrante como yo en la Ciudad de México, quien hizo camino profesional en el Instituto Politécnico en la Escuela Superior de Comercio y Administración, hasta encontrar su verdadera vocación en el Instituto Nacional de Bellas Artes, donde estudia actuación.
Llegamos a la conclusión con el buen amigo y paisano, de lo trágico que resultaba que en la ciudad más importante de la Frontera Sur, no existieran testimonios fehacientes de la historia de nuestra patria chica, como en contraste ocurría con otras ciudades importantes de Chiapas.
Citaba por ejemplo el caso de fray Matías de Córdova, el héroe de la independencia de Chiapas, a quien sus historiadores oficiales atribuyen haber nacido en Tapachula, sin que hasta la fecha se tenga la certeza del lugar exacto donde nació y por lo mismo en mí sigue prevaleciendo la duda de que realmente sea oriundo de la tierra del huacal. Se sabe que se formó profesionalmente en Guatemala y que luego retornó a impartir los conocimientos adquiridos, en las Regiones del centro de la entidad.
A diferencia de personajes ilustres chiapanecos como el doctor Don Belisario Domínguez Palencia, el paladín de la libertad de expresión en México, que para honrarlo, las autoridades han convertido su casa de Comitán, en un museo que es motivo de admiración para propios y extraños, al contar hasta con la botica donde preparaba los medicamentos que requerían sus pacientes, en Tapachula no se sabe el lugar exacto de la casa donde nació y creció Matías de Córdova, antes de formarse en Guatemala como hombre de la Iglesia Católica.
Llegaríamos con Juan Pablo al tema del olvido de nuestras costumbres y tradiciones culturales, ubicándonos en el contexto de la problemática del instrumento musical que identifica a Chiapas, la marimba.
El drama de los sobrevivientes de las grandes marimbas orquestas que amenizaban las grandes galas tradicionales de la ciudad en el Country Club y Club de Leones, que al “pasar de moda” para los jóvenes, las “maderas que cantan”, que hoy deambulan por las principales calles y avenidas llevando a cuestas el pesado teclado, para pararse en las esquinas o en las afueras de los restaurantes o cafeterías, donde después de interpretar algunas melodías de antaño, pasan de mesa en mesa pidiendo una moneda para subsistir.
Muy atrás, los paseos de mi padre a la familia por la avenida central sur, donde se concentraban las principales marimbas de Soconusco, encabezadas por el arriaguense Víctor Betanzos Castellanos con su “Corona de Tapachula” y el Villaflorense Danilo Gutiérrez, “La Perla de Chiapas”, que a la hora de ensayar brindaban a la audiencia pasajera todo un concierto de lo nuestro.
Días de gloria que no volverán, al no estar ya en el ánimo de las generaciones desarraigadas de sus raíces ancestrales, mientras que los mayores se muestran nostálgicos por el abandono por parte de las autoridades municipales y estatales, de los grandes músicos que dieron realce con sus interpretaciones, al hacer cantar las melodiosas maderas de hormiguillo.
Por aquellos días, no más de tres años, Juan Pablo conducía de 18 a 19 horas, en vivo de lunes a viernes, su programa “Nuestra Marimba”, en la estación Océano FM, del Sistema Chiapaneco de Radio y Cinematografía, en el que con micrófono abierto, hacía participar a su audiencia, al tiempo de realizar sobre la marcha entrevistas con especialistas del tema o veteranos personajes marimbisticos, el cual por cierto había iniciado en 1996, en la radiodifusora XETS, que combinaría en 1998 con una producción para el canal 10 de gobierno del estado. A partir de 1999, pasaría a Océano.
Grande sería la sorpresa, cuando a finales de noviembre del año pasado, el inquieto marimbólogo De los Santos Cruz, me invitaría a la presentación de su libro, que llevaría el mismo título de su programa en la radio, editado bajo el patrocinio del Patronato de la Facultad de Contaduría Pública, del Campus IV de la Universidad Autónoma de Chiapas, encabezado por su presidente Carlos Cossío Escobar y por el director de la institución, Raúl Ventura Ibarias.
Todo un éxito el evento cultural, realizado el en el auditorio universitario, del primer documento alusivo a la marimba y sus principales protagonistas y estrellas en su momento, rescatados durante las charlas radiofónicas de los últimos 21 años.
Nuestra Marimba. Testimonios, será dado a conocer por su autor, en Tuxtla Gutiérrez, este viernes 10 de marzo, a las 19 horas, en el Museo de la Marimba, con el patrocinio del Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura y del Patronato de Tapachula, mientras que el sábado 11, apoyado por la Organización Cultural Abriendo Caminos, lo hará en San Cristóbal de las Casas, a las 18.30 horas, en el Café Kinoki.
Un libro de gran valía para la historia musical y cultural de Soconusco, producto del esfuerzo y tesón de Juan Pablo de los Santos Cruz, que ha convertido su sueño en una realidad prologada por el renombrado amigo y poeta huixtleco, Roberto López Moreno, que lo define a su estilo: “Cuando la madera se vuelve memoria… y escritura”.
El también periodista cultural, narrador, ensayista y creador del libro “Crónica de la música en México”, agradece al escritor tapachulteco, “por ponernos nuevamente enfrente de nuestro maravilloso instrumento de madera. La selva canta, las llanuras cantan, las calles de nuestros pueblos cantan, hijos de la madera somos, según dijeron alguna vez los mayas. Ha cumplido al verificarnos los trances de cuando la madera se hace en nuestros recuerdos, nuestros recuerdos, nuestra carne.”
Juan Pablo empieza su narración con el capítulo al que denomina “cuando sonaron y callaron las marimbas en mi barrio”, en el que se refiere a mediados de la década de los 50 del siglo pasado, correspondiente a las épocas de las “Mayoras”, de bailar los zapateados regionales, con las manos aferrándose a las enaguas, impulsándolas al oleaje cadencioso, seguidas por los “Mayores”, sus parejas, y así olvidar sus penas, espoloneados por la marimba con unas “Cartas Marcadas”, pasando por mi “Lindo Cafetal”. Remachando con “Viva mi Desgracia”.
“Tiempos de los arcos de papel crepé, mañanitas con marimba y tragos mañaneros. La mística y el respeto de los viejos compadres de a deveras pues… La tarde de la víspera mataban los coches –puercos-, chompipes –guajolotes-, y gallinas para el mole, el arroz con vísceras y las chelas del otro día se guardaban en tinas; la carne fresca, tapada con hoja blanca.
“Después de las mañanitas, los cohetes y las bombas de vara lanzadas por el río Joncho. Las marimbas se quedaban a dormir bajo el toque de queda de un sax o una trompeta, mareados por el sueño de la noche. A las 12 o una de la tarde, regresaba el compadraje con sus regalos –despertaba la marimba-. El olor a mole y chile ancho se movían circularmente por la paleta de la madera en los apastes”.
Relato de Juan Pablo, cabeza de playa de quienes luchamos por la permanencia y el no olvido de nuestra marimba en la Frontera Sur: “Los danzones, boleros, rancheras y zapateados ya estaban metidos en mente y alma de todos. Cuando los marimbistas anunciaban la terminación del contrato, se oían los gritos que pedían “la ñapa”, “la ñapa”. Y así, bailando ésta, salía la coperacha para varias horas más. Más de una comadre juche o no juche (oriunda de Juchitán, Oaxaca), aparecía bailando con la botella llena haciendo equilibrio sobre su cabeza, ¡y no se les caía!”.
“Enfiestados a pesar de todo, marimbas y compadres de estas raíces de mi barrio, rebasaron los sesentas… fue cuando empezaron a dejarnos para irse… abuelos, padres, hermanos menores y mayores, tíos, parientes y amigos… Unos por muerte natural, otros no.
Desde entonces, se nos metió en el alma una tristeza, que poco a poquito, fueron callando las marimbas en mi barrio. Uno que otro de los meros viejones quedan esperando silenciosos y resignados el último tranco de la vida, sin poder bailar con su marimba”.
Para Juan Pablo, la mejor marimba que ha existido en la historia musical de Tapachula, ha sido la de “Los Chatos”, cuyo reinado se extendería por más de 50 años, a partir del inicio del siglo XX, creada por Don Patrocinio Ortiz y sus hermanos, que encargaría el instrumento al más grande constructor de marimba que ha tenido Chiapas, Don Corazón de Jesús Borraz, creador de la “Marimba Cuache”.
Nos recuerda el autor que eran los tiempos en que el sereno encendía los mechones de ocote del parque principal, para iluminarlo y después del sonar nocturno, del solitario y triste silbato gritaba ¡las onces de la noche y todo está en calma! Época de los bailes candilones, que también recuerda Don Guayo Rosales de “La Lira de Tapachula” de los hermanos Rosales, cuando la marimba se cargaba al hombro, cuando rifaban el puro sonido del hormiguillo y el tololoche.
“La excelente calidad de Los Chatos, amigos músicos y su impecable vestuario, inmediatamente cautivaron la preferencia de las familias tapachultecas, especialmente de la alta sociedad. Tocaban en los mejores bailes de gala, pero también en las fincas cafetaleras. Igualmente alternaban con las mejores orquestas de México, en los mejores salones de baile y teatros de entonces, como “El Principal” y el “Figueroa”. Con la orquesta del maestro Enrique Jorrín, por ejemplo.
Adorados y preferidos de la paisana tapachulteca, la gran Amparo Montes. En los anuales bailes, en septiembre, de la Colonia Chiapaneca en la ciudad de México, no faltaban en el Salón Riviera”.
Acumulación de historias en un breve espacio que seguramente habrá de continuar, en las que da lugar al maestro Wenceslao Labias Ramírez, protagonista de muchos capítulos como fundador de “La Lira del Sur”, maestro del saxofón, así como de la Marimba “Carta Blanca”, surgida en Tapachula bajo la batuta del gran maestro Zeferino Nandayapa, cuando apenas contaba con 17 años de edad.
Suma en la que aparece Don Alfonso “Chato” Vidal Grajales, creador de “La Perla de Soconusco”, para dar paso a otro de los grandes, Víctor Betanzos Castellanos, fundador de la “Corona de Tapachula”, ya desaparecida y finalmente exiliado en la ciudad de México, donde se incorporó como marimbista del Ballet Folclórico Nacional de Amalia Hernández.
Diría a Juan Pablo el también compositor de sones chiapanecos: “La marimba es como si fuera mi mujer, como se fuera mi madre. Porque a la marimba hay que acariciarla, respetarla, hay que quererla y hay que darle los aprecios como si fuera un beso que le dieras a una novia y a una madre, digamos en la mejilla. Eso es lo bonito de la marimba”.
Gracias amigo Juan Pablo de los Santos Cruz, por la recopilación de testimonios que vuelven a dar vida a nuestra marimba, que hoy más que nunca necesita no de la misericordia, sino de la toma de conciencia que desde las alturas del poder debería enfocarse a recuperar lo que nos identifica y nos ayuda a contrarrestar la transculturización que avasalla a adolescentes y jóvenes. Todo es cuestión de voluntad y en Chiapas, la tenemos.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad.