¿Qué va a informar el Presidente?

El ritual de los seis Informes de Gobierno del Presidente en turno, en este caso de Andrés Manuel López Obrador, dará comienzo el próximo domingo 1 de septiembre.

La interrogante de la mayoría de la ciudadanía de México, representada por casi 90 millones de votantes acreditados por el padrón electoral del Instituto Nacional de Elecciones (INE), está relacionada con el qué ha realizado mi estimado contemporáneo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en los primeros nueve meses de ejercicio del poder.

Reforzamiento del protagonismo que ha caracterizado desde siempre al hombre de Macuspana, primero como líder del PRI en Tabasco, al que renuncia para pasarse a una corriente opositora, que tendría en las instalaciones de Petróleos Mexicanos en el Sureste, sus primeros capítulos, que paso a paso, dentro de las filas de las corrientes políticas de Izquierda, lo llevarían a su primera posición importante como gobernante, al frente de la Administración de la capital nacional.

Pero antes de pasar al terreno de la rendición de cuentas, un poco de historia, a partir del primer intento por la Presidencia de la República en 2006, como ungido del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que pierde ante la imposición que hiciera el panista Vicente Fox Quesada, de su correligionario Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, por lo que en respuesta, le impediría tomar posesión en el Palacio de San Lázaro, y tendría que cambiarse al auditorio nacional, para posteriormente auto nombrarse “Presidente Legítimo”, bloqueando en protesta, por varios meses, el Paseo de la Reforma.

Segunda participación, en 2012, también por el PRD, esta vez llevando como contrincante al priísta Enrique Peña Nieto, resultando de nuevo derrotado, lo cual le permite al tricolor retomar el control del poder político, para echar de los Pinos al Partido Acción Nacional, después de 12 años de ausencia.

Entraría Andrés Manuel a una etapa distinta, sustentado en un sistema de estira y afloja, mediante la utilización de un sector del magisterio nacional, representado por los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, así como la sección 40 en la entidad chiapaneca, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), en demanda de derogación de Reforma Educativa del gobierno de Peña Nieto.

Punta de lanza que le serviría para avanzar en su proyecto, que finalmente lo lleva a crear el 2 de octubre de 2011, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), como una corriente dentro del PRD que lo postula como su candidato en 2012. Para el 20 de noviembre del mismo año, lo constituye en una asociación civil.

La perseverancia de López Obrador y la simpatía a su proyecto desde las alturas, hace posible que el 9 de julio de 2014, el INE le otorgue a su Movimiento el registro como partido político nacional, el cual se haría legalmente efectivo el 1 de agosto de hace cinco años, en que empieza a otorgársele el financiamiento oficial para sus operación.

No deja de ser por demás interesante y sorprendente, cómo, oficialmente, en agosto de 2019, contaba con 319 mil 449 militantes y 11 meses después, en alianza con partidos pequeños como el del Trabajo (PT), y Encuentro Social (PES), bajo el lema de “Juntos Haremos Historia”, Andrés Manuel López Obrador, ganaría con 30 millones de votos la Presidencia de la República, convirtiéndose MORENA en la primera fuerza política de México, así como logrando la mayoría en el Poder Legislativo Federal (259 de 500 diputados y 59 de los 128 senadores), junto con las gubernaturas de Chiapas, Tabasco, Veracruz y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, sumando en 2019, Puebla y Baja California.

Muchas coincidencias con los comicios del primer domingo de julio de 2000, en cuanto al surgimiento por presiones de Estados Unidos, de la “Alternancia del Poder”, con el arribo al poder omnímodo de México, del abanderado de la causa del Partido Acción Nacional, Vicente Fox Quesada, quien se jactaría de haber echado al PRI de Los Pinos, período que se prolongaría hasta el 30 de noviembre de 2012, con resultados por demás nefastos para el país, al sacar a las Fuerzas Armadas de sus cuarteles y dar comienzo a una guerra contra el crimen organizado que costaría al país más de 100 mil muertos, la mayoría de gente inocente.

Aquella noche del “triunfo” de la Derecha en la elección Presidencial, era tanta la prisa del priísta mandatario saliente, Ernesto Zedillo Ponce de León, por respaldar la “hazaña panista”, que no dudó en levantar el brazo en reconocimiento de su “victoria” a Fox Quesada, pasando por alto la disposición constitucional de que el Instituto Federal Electoral, era la única autoridad autorizada, para emitir el dictamen final.

El sinaloense Francisco Labastida Ochoa, candidato Presidencial del PRI, revelaría esa misma noche, que el Primer Mandatario, le había obligado a reconocer su “derrota”. Ahí estaban con él, no más de cuatro amigos cercanos, entre ellos Mario Vázquez Raña, presidente de Organización Editorial Mexicana, quienes abrazarían de manera solidaria al abanderado del Revolucionario Institucional, mientras impotente lloraba y gritaba que “¡¡Ernesto Zedillo es un traidor a la patria, porque entregó el país a Estados Unidos!!”.

Una anécdota que nos contaría el dueño de la OEM a su reducido equipo de colaboradores de primer círculo, entre ellos el columnista, que no dejaría duda de todo el juego sucio que utilizó quien gobernara México de diciembre de 1994 al mismo mes del 2000, en lugar del bien recordado sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera víctima de un crimen de Estado, el marzo de 1994.

En 2018, Enrique Peña Nieto cambiaría las reglas del juego de la elección del candidato del PRI, mediante un “Congreso Nacional” en Campeche, donde se eliminó el requisito básico de la militancia de varios años y el de haber ocupado cargos de representación popular (alcalde, diputados local-federal, senador, gobernador), lo cual le permitiría imponer al secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, a quien en ningún momento le interesó afiliarse al tricolor, una vez ungido, como tampoco ir más allá de la rutina de una campaña intrascendente, mientras el postulado por MORENA-PT-PES, crecería sin ningún obstáculo, para ganar el proceso electoral de julio del año pasado.

Participación por demás intrascendente de Meade Kuribreña, que provocaría el derrumbe del Revolucionario Institucional, para pasar de la primera hasta la tercera posición como fuerza política, cumpliéndose el objetivo de Enrique Peña Nieto, de aniquilar al tricolor.    

La Alternancia ha retornado al mando pleno, ahora con un gobierno de Izquierda, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien lo primero que hizo en su primer discurso como ganador, la noche de los comicios, en el hotel Fiesta Americana de la Alameda, fue agradecer al todavía jefe del Ejecutivo Federal, su nueva circunstancia.

Vendrían las novedades en el nuevo estilo como Presidente electo, pues empezaría a adelantar sus acciones que darían comienzo oficialmente a partir del 1 de diciembre de 2018, entre ellas la abrogación de las Reformas Educativa y Energética, además de la cancelación de la magna obra del nuevo aeropuerto internacional de la capital federal, por considerar que era resultado de actos de corrupción, por lo que convocaría a los habitantes de Atenco, afectados por la edificación, quienes en asamblea “y a mano alzada”, respaldarían la decisión.

Surgirían los primeros inconvenientes, cuando una vez con el timón en sus manos, se sabría que los constructores privados involucrados, habían pactado con el gobierno de Enrique Peña Nieto, las sanciones que se aplicarían a la autoridad, en caso de suspender unilateralmente la nueva terminal aérea, las cuales obligarían al Presidente de la República a solicitar un crédito equivalente a seis mil millones de dólares (120 mil millones de pesos), para evitar una demanda judicial.

Ya entrado en gastos, haciendo un lado su bandera de austeridad, López Obrador anunciaría la construcción del aeropuerto sustituto, ampliando las instalaciones de la base aérea militar de Santa Lucía, con un costo bastante elevado.     

Incluiría la realización, con un costo inicial de 150 mil millones de pesos, del Tren Maya, que comunicaría a las cinco entidades del Sureste (Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo), como detonador del nuevo desarrollo económico-turístico de la Región de mayor potencial de riqueza natural del país, pero también la menos favorecida.

Construcción de una nueva refinería para transformar el petróleo en gasolinas y diesel, con el propósito de reducir la extrema dependencia de la paraestatal PEMEX, de las procesadoras estadounidenses, que obligan a mantener precios muy caros para los habitantes de un país dueño de extraordinarios yacimientos de hidrocarburos, producto de la corrupción de décadas por los “moches” multimillonarios en la autorización de compras, sumado al desmantelamiento de seis refinerías que hoy operan al 40 por ciento de su capacidad de procesamiento.

Buenas intenciones, de eso no hay duda, el problema es el apresuramiento que se ha dado a partir de diciembre, cuando ya como gobernante, los grupos protectores de la ecología le han cuestionado a López Obrador, la inexistencia de los obligados estudios de impacto ambiental, para llevar a cabo ambos proyectos, que nueve meses después, siguen sin hacerse públicos.

Se agrega hoy, la suspensión de la terminal aeroportuaria militar, como resultado de la interposición de acciones legales, en la que destaca de igual forma el factor ambiental y otros argumentos.

Lo cierto es que el Presidente pareciera estar solo en la realización de los objetivos trazados, no de ahora, sino desde

sus días de los tres intentos de llegar al poder absoluto de la Presidencia.

Toma de decisiones que no han sido evaluadas, sino puestas en práctica sobre las rodillas, como la forma indiscriminada en que se ha desempleado en los ámbitos federal, estatal y municipal, a más de la tercera parte de los trabajadores, sin importar la experiencia y capacidad acumulada.

Muchos errores que se han agregado y que siguen impactando en el ánimo de la gente afectada por los recortes presupuestales, que abarcan importantes programas sociales para la gente de la tercera edad o los menores de las guarderías e incluso el desabasto de medicamentos.

No hay ninguna duda de que la herencia de corrupción está ahí todavía inalterable, pero como ya lo ha empezado a reconocer Andrés Manuel, no puede continuar echándole la culpa al pasado, mientras su gobierno no demuestra en los hechos su deseo de ser diferente y castigar a los responsables.

A una semana de su Primer Informe, el cual será entregado a la Cámara de Diputados por escrito, ha iniciado una campaña mediática, bajo la frase de: “No es por presumir, pero soy hombre de palabra”, para referirse a sus logros, entre los que destaca “la cancelación de pensiones millonarias a ex Presidentes; de sueldos de 700 mil pesos; reducción de salarios de servidores públicos; que ya no lo cuidan ocho mil elementos del Estado Mayor Presidencial; puesto a la venta el avión Presidencial, del que hay seis intenciones de compra y ya no atención médica privada para los altos funcionarios”.

Andrés Manuel López Obrador ha pasado a la historia nacional y del mundo. No deberá olvidar que el pueblo mexicano está en su derecho de una rendición de cuentas apegadas a la realidad y no a frases, a pesar de que tenga otros datos.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.