Migrantes, la tragedia continúa en la Frontera Sur

Alicia es una joven cubana que a finales de julio último, la noche anterior a su partida de La Habana, rumbo a Managua, Nicaragua, su novio le organizó una cálida fiesta de despedida, junto con un grupo de amigos.

Saldría del país sin ningún contratiempo. Su estancia en suelo nicaragüense, sería del todo normal, pues arribaría con visa de turista otorgada por la embajada del país centroamericano en la isla caribeña. Ahí, reafirmaría su decisión de buscar mejores horizontes en los Estados Unidos, con la plena convicción de no volver a su país, a pesar de haber dejado tras de sí a sus padres, dos hermanas y su pareja amorosa.

Pronto entraría en contacto con traficantes de seres humanos, que le ofrecerían la certeza de trasladarla, en principio por los territorios del Triángulo del Norte de Centroamérica (El Salvador-Honduras y Guatemala), hasta la Frontera Sur de México y de ahí a la Zona limítrofe con Estados Unidos, en ruta hacia la ciudad de Miami, Florida.

En los primeros días de septiembre ingresaría a territorio mexicano. Estaba entusiasmada, pues desde antes de su salida le habían comentado que el Presidente Andrés Manuel López Obrador, mantenía  apoyo a todos los migrantes extranjeros, a los que estaba otorgando salvoconductos, transporte en autobús de lujo (ETN), con aire acondicionado, pantallas de televisión y servicios sanitarios a bordo, además de dinero para sus gastos mínimos de viaje a la colindancia con la Unión Americana.

Y no solamente eso, sino que en caso de ser detenida y deportada, no a Cuba, sino a México, habrían 80 mil plazas de trabajo bien remunerado, en Chiapas, garantizadas por el Gobierno Federal.

Al llegar a Tapachula, sería enterada de que la generosa y extraordinaria oferta existió y fue aprovechada por varios centenares de miles de inmigrantes de nacionalidades diversas, que arribarían organizadamente a la Región Soconusco a partir de mediados de octubre de 2018, provenientes de San Pedro Sula, Honduras.

Pero lo que en Cuba no le informaron, es que a partir de marzo de 2019, el Presidente mexicano daría fin a su promesa realizada en Tuxtla Gutiérrez, como mandatario electo, días antes de tomar posesión el 1 de diciembre, en que reiteraría su compromiso a favor de la causa migrante.

Había caído en el engaño de los “polleros” internacionales, que le ocultarían esta situación desventajosa para sus propósitos, más aún, cuando días antes se había percatado que lo que pensaba la tensión a la que estaba sometida le provocaría un retraso de su menstruación,  finalmente le quedaría claro que estaba embarazada.

Fin de octubre y la joven que apenas ha cumplido 21 años, de tez blanca, ojos claros, esbelta y mediana estatura, apenas con nivel educativo de secundaria, se encuentra en situación depresiva, viviendo en la clandestinidad como decenas de miles de extranjeros indocumentados, que permanecen en Tapachula, presa de la desesperación por no obtener la acreditación de refugiados, que les permita tener la confianza de que no serán deportados a sus lugares de origen.

Está triste, porque su propósito de llegar pronto a la península de Florida, para perderse entre la abundante comunidad cubana, se ha complicado con su nueva condición de madre en desarrollo, en la que de antemano sabe que no cuenta con el apoyo de su novio Pedro Antonio, de 30 años, porque está desempleado y vive con sus padres.

A diferencia de la gran mayoría de sus connacionales que viajan con un poder adquisitivo considerable, al ser financiados por familiares que viven en Miami, Alicia no pertenece a este sector “fifí” del Caribe.

Habita hacinada en una modesta vivienda de interés social, ubicada al sur de Tapachula,  junto con una paisana habanera, que se atrevió a viajar con sus tres hijas y esposo, que al igual que ella, aguardan con impaciencia, que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), de la Secretaría Gobernación, les informe que ha aceptado su solicitud de permanecer con esa denominación en Chiapas.

El trámite está hecho, pero la respuesta no tiene para cuándo darse, porque la Secretaría de Gobernación, a cargo de doña Olga Sánchez Cordero, ha endurecido su política tradicional plena de hospitalidad hacia los inmigrantes de más de 50 nacionalidades, en tránsito hacia la potencia número uno del mundo.

Alicia está consciente de que está atrapada, junto con africanos de El Congo, Angola, Camerún, Sierra Leona, Nigeria, entre otros, hondureños, haitianos, salvadoreños, árabes, nicaragüenses, venezolanos,  y ecuatorianos, en la faja fronteriza mexicana con Centroamérica, que se asemeja a un gran campo de concentración sin rejas ni alambrados o muros, donde se mantienen bajo la vigilancia gubernamental permanente en forma de retenes a partir de la ribera poniente del río Suchiate, que se extienden por los casi 300 kilómetros de la Costa chiapaneca.

Los hay quienes se encuentran privados de su libertad, hacinados y sin servicios médicos suficientes, en el Centro de Atención Migratoria Siglo XXI, considerado como el más grande en el territorio nacional, bajo control del Instituto Nacional de Migración (INM).

Instalaciones construidas para albergar a 500 personas, clasificadas por haber sido detenidas por las volantas de la institución, programadas para ser repatriadas y aquellas que voluntariamente se han entregado y de igual forma permanecen recluidas, en espacios seccionados que dan cabida a mujeres, hombres y niños, aunque en determinado momento se mezclan en el patio central, en el que la convivencia se hace peligrosa por la presencia de pandilleros de las bandas mara salvatrucha 13 y barrio 18.

Prevalencia de un problema de saturación que rebasa en mucho la cantidad tope, que en ningún momento es respetada al concentrar más de dos mil seres humanos, que a diferencia del pasado reciente se abstienen de amotinarse o intentar fugas, para manifestar su inconformidad por el incumplimiento de las promesas del gobierno mexicano, de permitirles el paso abierto por el resto de la república mexicana.

Está hecha la advertencia por consigna del alto mando del Instituto Nacional de Migración, de que al primer intento de insurrección, ingresaran al Centro, para poner orden, los elementos de la Guardia Nacional y de la Policía Federal, apoyados por las corporaciones de seguridad estatal y municipal, que durante las 24 horas se encuentran apostados en los alrededores del inmueble.

Todo un grave problema humano agravado, que afecta no únicamente a los extranjeros que han ingresado a Chiapas de manera indocumentada, sino a más de millón y medio de habitantes de los municipios de Soconusco en la Frontera Sur, sin que el Gobierno de la República asuma con la responsabilidad obligada la atención a todas sus consecuencias.

La población flotante rebasa fácilmente los 100 mil migrantes, que de manera gradual y silenciosa continúan arribando a Tapachula, como principal foco de interés, debido en mucho a que al volverse cotidiana su presencia, ninguna autoridad se interesa y menos se preocupa por dar seguimiento a lo que sigue siendo una amenaza latente en materia de salud, dado el nulo control sanitario.

Totalmente olvidado el compromiso del secretario de salud estatal, José Manuel Cruz Castellanos, de crear un “blindaje sanitario”, en los más de 600 kilómetros de la colindancia con Guatemala, “para evitar problemas de epidemias”, mientras el titular de la SSA federal, Jorge Alcocer Varela, sin duda el mayor responsable, se mantiene en la indiferencia total.

Los chiapanecos mexicanos de Soconusco, observan cómo el nivel de la desesperación de los migrantes aquí concentrados-varados, sigue aumentando, conforme pasan los días. La última demostración de ello, ocurriría el sábado 12 de octubre, al organizarse en caravana más de dos mil extranjeros, la mayoría africanos, que luego de salir por la madrugada del parque central de Tapachula, fueron interceptados horas más tarde, sobre la autopista, en las inmediaciones del municipio de Huehuetán, por un contingente de la Guardia Nacional, con equipos antimotines identificados con escudos de la Policía Militar.

Ante la negativa de los inmigrantes de frenar su paso, los elementos castrenses, apoyados por agentes de migración y de policías estatales, decidieron avanzar para detenerlos y subirlos a autobuses que los conducirían en calidad de asegurados a la Estación Migratoria. Más de la mitad escaparían al dispersarse entre los árboles del lugar, decididos a seguir su marcha por caminos de extravío conocidos por sus guías.

Un gran número ha vuelto a las calles donde duermen sobre banquetas, porque se les ha informado que no hay cupo en el albergue federal. Durante el día, se les ve por todos los rumbos, deambulando o haciendo labores de limpieza al ser contratados por la autoridad municipal, que es rebasada por la excesiva demanda y el poco presupuesto para apoyarla.

Son más de ocho meses de espera angustiante, desde el momento en que el Ejecutivo Federal dio la contraorden de cancelar todos los apoyos e incentivos para el desplazamiento masivo de los migrantes con viaje todo pagado a la Frontera Norte.

Miles de africanos que han creado una comunidad propia al norte de la ciudad de Tapachula, en espera de la noticia que les devuelva la esperanza de proseguir su marcha hacia la tierra prometida al norte del río Bravo.

Los cubanos de mayor poder económico, mantienen en renta casas por diferente rumbos de la urbe principal de la Frontera Sur, donde aguardan impacientes, aunque saben que tienen mayores posibilidades de lograr su objetivo, al reanudarse el negocio de los altos mandos del Instituto Nacional de Migración, que hacen posible su salida del estado, una vez que ni la Guardia Nacional, el Ejército y Marina, han cancelado su injerencia en el control directo del tránsito de indocumentados.

Alicia,

la joven habanera no está en esa posibilidad. Su vientre se ha empezado a expandir y al cumplir los primeros tres meses de embarazo, se nota abultado, al grado que después de que el dueño de un “botanero” de la ciudad le había ofrecido empleo como mesera, al percatarse de su estado, le cancelaría la oportunidad del ingreso económico que le ayudaría a salir adelante.

Reconoce que en el fondo está feliz, porque ante las nuevas circunstancias de bloqueo que le impiden seguir adelante, su hijo nacerá en México y tendrá la nacionalidad que le permitirá ser tratada de otra forma por las autoridades, que se verán obligadas a entregarle la documentación que le permita la residencia permanente en el país.

Tener un hijo parece ser la solución, por lo que un elevado porcentaje de migrantes jóvenes que viajan con sus parejas en ruta a Estados Unidos, han tomado la decisión de embarazarlas, para tener descendencia nacida en territorio mexicano y así contar con la ayuda oficial.

Una modalidad, en la que jóvenes mexicanas empiezan a participar, al ser cortejadas por africanos y de otras nacionalidades, con el mismo propósito que incluye hasta el casamiento.

Es así, como Tapachula y en general los municipios de Soconusco, han empezado a ser objeto de un nuevo experimento de conjugación de razas, que darán mayor sentido cosmopolita a la Frontera Sur, donde lo mismo se convive desde hace más de un siglo, con japoneses, alemanes, chinos, libaneses, coreanos, italianos, franceses, y más recientemente centroamericanos que constituyen el 40 por ciento de la población irregular de la antigua “Perla de Chiapas”, que supera el millón de habitantes.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013, Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.