Sismos que no se sienten y Fallas que no se estudian

En lo que va de 2020, en la Costa y en todo el estado de Chiapas, la actividad sísmica se ha mantenida alta, con el detalle sobresaliente de que temblores de magnitud superior a cinco grados en la escala Richter, que han ocurrido en territorio marino en la vecindad de Ciudad Hidalgo con Guatemala, en Tapachula, la ciudad más importante de México en la Frontera Sur, no han sido sentidos por la población.

Presunción de investigadores extranjeros y nacionales, de que esta situación es resultado de la fractura en esta Región Soconusco, de la Placa de Cocos, al friccionar con la de El Caribe, luego del terremoto de 8.2 en septiembre de 2017, con epicentro entre Tonalá y Juchitán, en la zona de influencia del Istmo de Tehuantepec.

Sin embargo, esta circunstancia no se da con aquellos movimientos telúricos que se suscitan en el mar, frente a Mapastepec, Pijijiapan, Tonalá y Arriaga, que trascienden al interior de la geografía estatal, pasando por Villaflores, Cintalapa, Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, San Cristóbal de las Casas y Yajalón, entre otros, causando alarma, sin que ello haya sido o sea motivo de estudio.

Pero lo más preocupante, es que hasta antes 2017, solamente 20 de los entonces 118 municipios de la entidad (actualmente son 122), tenían un Atlas de Riesgo. Ninguno de ellos está vigente, luego de que el megasismo de hace dos años ocho meses, hizo ver a los científicos chiapanecos (geofísicos y geólogos), una realidad diferente a la que se conocía anteriormente, por lo que ninguno cuanta hoy con este importante mecanismo clave para la seguridad de la geografía de 74 mil kilómetros cuadrados, habitada por poco más de cinco millones de chiapanecos.

El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), tiene identificados en la entidad a 12 volcanes, de los cuales dos (Chichonal y Tacaná), se mantienen activos, aun que los expertos del Colegio de Ciencias de la Tierra de Chiapas, aseguran que son 69.

Bajo el mar, a tres mil 600 kilómetros de las costas de Pijijiapan, Tonalá y Arriaga en territorio chiapaneco y Salina Cruz y Juchitán, en el oaxaqueño, están localizados dos cráteres que emiten permanentemente gases y aguas hirvientes, en los límites de las Placas del Pacífico y Cocos, que tampoco han motivado el interés gubernamental ni de la UNAM, para determinar el nivel de peligrosidad para la población costera, en caso de erupción.        

Una geografía chiapaneca poco estudiada, que por lo mismo se carece de una cartografía a detalle, de sus zonas de riesgo, sino mínima, como está evidenciada en los reportes de los geólogos contratados en su momento, hace varias décadas, por la Comisión Federal de Electricidad –CFE-, para la realización de las cuatro gigantescas hidroeléctricas sobre el cauce del río Grijalva (Angostura, Chicoasén, Mal Paso y Peñitas), que proporcionan energía a México y a Guatemala.

En ellos quedaron registradas la existencia de Fallas Regionales de dimensiones considerables, como la de Mal Paso, San Fernando, El Estaquín, Sontic-Itzantún-Yajalón-Temó-Ocosingo, La Venta y Huixtán, todas ellas derivadas del Sistema de Fallas y Fracturas Motawa-Polochic, que representan alto riesgo para la población, dado el alto nivel de sismicidad derivada de la subducción de la Placa de Cocos con la de El Caribe y de ésta, con la de Norteamérica.

Lo que si se tiene certeza, es de que las ciudades con mayor riesgo por este sistema de irregularidades geológicas, son Tuxtla Gutiérrez  y San Cristóbal de las Casas, entre las que existe la Falla de Zekentic, sobre la cual se ha construido el majestuoso puente de la autopista que une a ambas, la cual no ha sido objeto de estudios con fines preventivos, dada la importancia de esta construcción sobre la que transitan diariamente automotores de pasajeros hasta de gran carga.

La actividad sísmica en México se ha manifestado por demás intensa en el territorio nacional. En 2015, Chiapas y Oaxaca ocuparon el primer lugar nacional, al ser epicentro del 29.3 por ciento, cada una, de los 10 mil 946 temblores registrados por el Servicio Sismológico Nacional (SSN), del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ocupando la segunda posición el estado de Guerrero.

El SSN, reportaría en 2016 el incremento a 15 mil 460 movimientos telúricos, generándose el 36.4 por ciento en la zona de influencia de Oaxaca, seguida de Guerrero, con 20.1 por ciento del total y 18.9 por ciento, correspondiente a Chiapas, en el tercer lugar.

Para 2017, aumentaría a 26 mil 413, de los cuales Oaxaca concentraría el 49.7 por ciento, Chiapas el 22.9 por ciento y Guerrero el 12.6 por ciento. En 2018, se dispararía el fenómeno a 30 mil 350 sismos, ocupando de nueva cuenta el liderazgo nacional el estado de Oaxaca, con el 65.7 por ciento; Chiapas 10.8 por ciento y Guerrero el 10.7 por ciento. Chiapas se ubicaría en 2019, en el tercer nivel, al registrarse en su espacio geográfico el 13.9 por ciento del total de 26 mil 418 temblores; Guerrero el segundo, con 15.9 por ciento y Oaxaca, el primero con el 54.5 por ciento.

Inquietud nuevamente del ingeniero geofísico Marco Antonio Penagos Villar, egresado del Instituto Politécnico Nacional y presidente del Instituto Especialista en Geofísica, Geología y Mineralogía, una Asociación Civil, integrada inicialmente por ocho científicos chiapanecos, formados y con Maestrías y Doctorados en la UNAM, IPN y Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

El estudioso del tema, se pregunta: Mario, ¿cómo es posible que a pesar de que Chiapas se ubica de manera alternante dentro de los primeros tres de mayor sismicidad en México, carezca de un Centro de Investigaciones en los ámbitos de la ciencia de la tierra, oceanográficas y de clima espacial, como lo tienen Baja California, Colima y Michoacán?

¿Por qué dejarle toda la responsabilidad a la Universidad nacional Autónoma de México, cuando aquí tenemos un grupo muy calificado de geofísicos (tres), y geólogos (cinco), que podemos llevar a cabo los estudios que nos permitan conocer más de cerca y a fondo nuestra problemática Sísmica, Vulcánica y de las Fallas geológicas que mantienen en indefensión a la población?

Llamado al Presidente Andrés Manuel López Obrador y al gobernador Rutilio Escandón Cadenas, para apoyar la realización del proyecto de trabajo del Instituto Especialista en Geofísica, Geología y Mineralogía, que está en posibilidad de ampliar su campo de acción a toda la Región Sureste, en beneficio de poco más de 30 millones de habitantes, siempre en coordinación con la UNAM.

Penagos Villar subraya que este nuevo intento de solicitud de respaldo gubernamental, pretende hacer conciencia en las máximas autoridades del país y de Chiapas, para llevar a cabo las investigaciones que permitan establecer el límite geométrico y el modelo geológico de la Placa tectónica del Caribe, rebasada en sus cálculos y estudios de establecidos hace cuatro décadas por los expertos, el francés Jean Canfartan y el costarricense Gabriel Dengo, todavía vigentes.

Serie de evaluaciones de los especialistas chiapanecos, sobre los fenómenos telúricos que permiten manifestar su presunción de que la colindancia de la Placa del Caribe con la de Norteamérica y de Cocos, no está en la Zona de Soconusco, en Chiapas, sino que se prolonga hasta la oaxaqueña Falla de Salina Cruz, en el Pacífico, que se extiende hasta el Golfo de México, mar adentro.    

Un  nuevo enfoque del grupo de expertos de Chiapas, en los momentos en que se observan otras evidencias geofísicas seguramente atribuibles a rangos estructurales aún no estudiados y por lo mismo desconocidos.

Penagos Villar argumenta por enésima vez a favor de la búsqueda del respaldo oficial: “Consideramos que existen fallas y estructuras geológicas frente a las costas de Chiapas que se prolongan dentro del territorio estatal, que amortiguan las ondas sísmicas, por lo que deben ser estudiadas, geoposicionadas e interpretadas con fines preventivos.

En cuanto a la percepción de nuevos fenómenos provocados por el probable nuevo límite interplacas, se siguen registrando después de septiembre de 2017, extrañas manifestaciones geológicas nunca antes percibidas por la población, como ruidos raros y continuos provenientes de mar adentro, retumbos, derrumbes, fracturas y agrietamientos en terrenos accidentados, con presencia de traza de Fallas, aunado a eventos sísmicos continuos de magnitudes bajas a moderadas y vibraciones.

Un Instituto Especialista en Geofísica, Geología y Mineralogía, creado ante notario público en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, y registrado ante las instancias federales correspondientes, que plantea también la necesidad de que los límites reales de la Placa del Caribe, se estudien conjuntamente con los expertos del Servicio Sismológico Nacional del Instituto de Geofísica de la Máxima Casa de Estudios, para dejar atrás el esquema erróneo de desvincular a Chiapas geofísica y geológicamente, del resto de Centroamérica y de la zona caribeña.   

Recomendación para no perder de vista la importancia que cada vez adquieren más los movimientos de tierra en el planeta, al producirse en promedio cerca de un millón al año, que en su gran mayoría pasan desapercibidos, pero que a partir de 1990, según estudios del Servicio Geológico de Estados Unidos, anualmente se producen 17 terremotos de más de siete grados de magnitud en la escala de Richter y uno de rango ocho.

Está comprobado por los investigadores estadounidenses, que un terremoto puede cambiar la longitud del día, como ocurrió con el de marzo de 2009, de magnitud 8.9 Richter, que impactó el noreste de Japón, al grado que la fuerza de la poderosa energía que liberó, alteró la distribución de la masa de la tierra, provocando que en la fecha del del impacto, el día en el planeta duró 1.8 microsegundos menos de lo

habitual.

Aquí en Chiapas, explica Penagos Villar, estamos dando seguimiento a situaciones inéditas, como el que en Tuxtla Gutiérrez y otros municipios del norte del estado, la población detecte olores desagradables, como a azufre, mientras que en regiones donde existen lagunas, canales, lagos y otras fuentes de agua estancada, sean emisores en determinado momento de un ambiente fétido e incremento de la temperatura, lo cual se ha comprobado que se manifiestan antes de un temblor de tierra, como de igual manera ha ocurrido en otras partes del mundo, al ser liberados gases a medida que se desplazan las placas tectónicas.

Mucho por hacer ante este panorama incierto, ante la inexistencia de un Atlas de Riesgo estatal y de cada uno de los 122 municipios de Chiapas, el cual deberá dar prioridad en su realización a expertos en ciencias geofísicas y geológicos, que permitan dar seguridad a los habitantes de  las zonas rurales y urbanas de la entidad.

Mucho por hacer en lo que resta del sexenio, al gobernador Rutilio Escandón Cadenas, para lo cual de manera prioritaria deberá actualizar y armonizar las Leyes de Protección Civil, Desarrollo Urbano y Obra Pública, así como la del Cambio Climático, para dar paso a un trabajo de profesionales especializados y dar fin al tradicional estilo que le antecede de privilegiar negocios de amigos mediante la realización de Dictámenes de Riesgo, sino una verdadera gestión Integral de Riesgo.

Y mientras ello ocurre, los integrantes del Instituto Especialista en Geofísica, Geología y Mineralogía, encabezados por Marco Antonio Penagos Villar, seguirán alzando su voz de alerta para la prevención de tragedias irreparables en la Frontera Sur de México, donde ocurren sismos que no se sienten y Fallas que no se estudian.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013, Club de Periodistas de México

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.