Ocaso de Trump y del Partido Republicano
Donald Trump demostró durante los cuatro años como Presidente número 45 de los Estados Unidos, que concluye el tercer miércoles del primer mes del año, ser el mejor ejemplo de cómo el poder a los inteligentes los atonta y a los tontos los vuelve locos.
Fin de la efímera participación del magnate inmobiliario en la política estadounidense, en la que su salud mental fue cuestionada desde su campaña proselitista y posteriormente en los cuatros años (20 de enero de 2017-20 enero de 2021), en que se mantuvo como líder de la potencia número uno del mundo.
“Soy un genio muy estable”, afirmaría el 6 de enero de 2018, en respuesta a sus críticos y en especial al periodista Michael Wolf, que por aquellos días publicaba su libro “Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump”, en el que revelaría que en la Residencia Oficial de la avenida Pennsylvania 1600, consideran al Presidente un “niño”.
Desde antes de su arribo al poder omnímodo de Washington, la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos había definido al empresario habilitado de político, como una persona con narcisismo patológico, definido como desorden de personalidad caracterizado por un delirio de grandezas, arrogancia, excesiva necesidad de ser admirados, sentimientos de superioridad, intolerantes, mentirosos y desprecio a los demás para reafirmarse.
Una vez sentado en la Oficina Oval de la capital estadounidense, Trump haría sentir a sus compatriotas y al mundo, su percepción de ser único, superior por formar parte de status alto; convicción de tener el derecho de ser tratado de manera especial y con obediencia por los demás, además de propensión a explotar a otros y aprovecharse de ellos para obtener beneficios personales.
Definición del estado mental de un Jefe de Estado, que a lo largo de su breve gestión, confirmaría todos los pronósticos que finalmente le llevarían al fracaso absoluto en su intento por reelegirse otros cuatro años más en mando, y que en su debacle, que finalmente rayaría en un enloquecimiento por el poder, arrastraría consigo al Partido Republicano que todo le toleró, solapó y apoyó, perdiendo la mayoría y el liderazgo de un Senado, que esta vez, junto con el Congreso han quedado en manos del Partido Demócrata, que en conjunto permitirán un mejor desempeño de la administración de Joe Biden.
Un Donald Trump que pasa a la historia de los Presidentes de la Unión Americana, con calificación de desquiciado, al intentar incendiar al país, en la cercanía de la sucesión, convirtiéndose en el cerebro de una abierta insurrección que el pasado miércoles 6 de enero, tuvo como objetivo el asalto al Capitolio de la Nación, para tomarlo violentamente e impedir la ratificación de Joe Biden, por parte del Colegio Electoral, como Presidente electo de los Estados Unidos y toma de posesión el día 20.
Condena nacional generalizada al aún mandatario, que sintiéndose la versión moderna de Nerón del Imperio Romano, trataría de incendiar y destruir la sede emblemática de la Democracia de Estados Unidos ante el planeta.
Rechazo que suma votos tanto de militantes, legisladores y políticos demócratas como de republicanos, para exigir la inmediata destitución de Trump, mediante la aplicación de la Enmienda 25, como un hecho inédito en los tiempos modernos de la democracia de la nación de la bandera de las barras y las estrellas. Se convertirá así en el primer presidente que se niega a asistir a la investidura de su sucesor, después de Andrew Johnson en 1869.
Avalancha en su contra, que nunca se imaginó el menguado todopoderoso de Washington, y que como “niño malcriado”, después de su “travesura”, anuncia en su reanudada cuenta de Twitter, que de inmediato es cancelada nuevamente después de su mensaje: “A todos los que me han preguntado, no iré a la toma de protesta el 20 de enero”.
El Presidente Electo expresaría su alegría de no contar en su ascenso al poder, con la presencia de Donald Trump, durante la ceremonia que se celebrará, como lo ordena la tradición, en la parte exterior del Capitolio.
Desde su bunker en Wilmington, Delaware, Joe Biden declararía a los periodistas: “Me dijeron que él, no iba a aparecer en la ceremonia de investidura. Es una de las pocas cosas, en las ambos estamos de acuerdo. Es algo bueno que no vaya. Lo considero una vergüenza para el país. No está en condiciones de ejercer el cargo. Es uno de los presidentes más incompetentes de la historia de Estados Unidos de América. El vicepresidente Mike Pence, sería bienvenido”.
Ahí estarán los expresidentes demócratas Barack Obama y Bill Clinton, así como el republicano George W. Bush, quienes han confirmado su asistencia, como respaldo absoluto a quien durante dos meses padeció los ataques de Trump, argumentando ser víctima de un fraude electoral el pasado 3 de noviembre, que finalmente definió a favor de Biden y de su compañera de fórmula en la Vicepresidencia, Kamala Harris, el Colegio Electoral, al concederle el triunfo en los comicios teniendo a su favor 306 de los 538 votos de este máximo órgano electoral.
La respuesta al atropello cometido por los vándalos orquestados desde la Oficina Oval, se daría este viernes 8 de enero en las inmediaciones de la sede del Congreso, por miles de correligionarios del Partido Demócrata, para condenar el atentado y exigir la destitución de Trump como jefe de la Casa Blanca.
Surgimiento desde el primer momento de la irrupción de extremistas al Capitolio, por el desquiciamiento del aún Presidente, que obligaría al mismo Joe Biden y su equipo de asesores militares del más alto nivel, a negociar con los responsables del Pentágono, a cambiar los códigos de seguridad del arsenal atómico de la Unión Americana y evitar alguna acción que ponga en riesgo la seguridad del mundo.
La compañía Twitter anunciaría que después de una cuidadosa consideración de los tuits recientes de la cuenta @realDonaldTrump, y el contexto actual, había decidido suspenderla permanentemente, debido al riesgo de una mayor incitación a la violencia del Presidente saliente. Otras redes sociales como Facebook, Snapchat y Twitch, se habían adelantado a esta decisión que silencia al aún gobernante.
El periódico The Washington Post publicaría que el desprecio de Trump por la verdad, deja un legado tóxico en el todo el mundo, como divisa común en la vida pública.
Revisión del influyente medio impreso de la capital de los Estados Unidos, de la forma de ejercer el poder del mandatario: “Las democracias no pueden funcionar si las diferencias ideológicas son agravadas por la circulación de teorías de conspiración e informaciones falsificadas. Los hechos comprobados son la base para la formulación de políticas y la conciliación legislativa.
“Trump ha acelerado enormemente lo que ya era una tendencia de algunos elementos del Partido Republicano en cuanto al rechazo a la ciencia y al periodismo de investigación. Sus mentiras incesantes —desde inflar el número de personas presentes en su investidura hasta el curso de la pandemia del Coronavirus, han llevado a que muchos de sus seguidores tengan creencias que son demostrablemente falsas y que, en algunos casos, son el producto de campañas de desinformación generadas por poderes hostiles.
“Ha emprendido una campaña implacable para desacreditar a las instituciones que buscan difundir la verdad y desmentir historias falsas, en especial a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos y los medios de comunicación. Los informes de inteligencia meticulosamente documentados sobre las intervenciones de Rusia en la política estadounidense, incluyendo la campaña electoral actual, son, dice Trump, un engaño conjurado por un Estado profundo. Las revelaciones de los medios sobre casos de corrupción y malversación en su presidencia son noticias falsas”.
La mentira repetida todos los días como verdad, llevaría al Post a investigar las distorsiones de Trump, hasta llegar a la conclusión de que si bien es cierto que los presidentes anteriores han mentido o tergiversado la realidad, las del republicano son de una escala épica. En los últimos tres años y medio, hizo más de 20 mil declaraciones falsas o engañosas, incluidas más de mil sobre el Covid-19.
Su costumbre de mentir, se ha acelerado. Sus primeras 10 mil falsedades se acumularon en 827 días, según el área de investigación del rotativo, que asegura que solamente le tomaron otros 440 días para duplicar el total.
Entre las aseveraciones falsas de Trump, han estado las relativas a que ha sido partícipe del mejor momento de la economía de todos los tiempos, y que aprobó la mayor reducción de impuestos de la historia. En 2019, se le contabilizarían mil 200 frases sin fundamento, como aquella de la teoría por pagada por los Servicios de Inteligencia de Rusia, en cuanto a que Ucrania intentó perjudicar su campaña electoral en 2016, que lo encumbró en la Casa Blanca.
La herencia de Donald Trump es terrible para el pueblo estadounidense, al menospreciar durante todo 2020 y a la fecha, la devastación sobre la salud nacional, del Coronavirus, que hasta este domingo 10 de enero de 2021, mantiene al país en primer lugar de decesos (374 mil 304), y contagios (22 millones 404 mil 481), que contribuiría de manera importante en su derrota en los comicios presidenciales.
Otro de sus legados es el de la tasa de 14.7 por ciento de desempleo en abril de 2020, la más alta desde que se empezaron a utilizar estadísticas modernas en 1948 en la Unión Americana. La más alta desde la Gran Depresión de 1929.
Incremento de 100.1 por ciento de la deuda federal que recae en la población, como parte del Producto Interno Bruto hasta diciembre del año fiscal pasado, de acuerdo a la información de la Oficina de Presupuesto del Congreso, que reporta que la última medición que rebasó el 100 por ciento fue después de la segunda guerra mundial.
El reporte, un día antes
de la elección de noviembre, de que 26 millones de adultos estadounidenses, reportaron que en su hogar no tuvieron lo suficiente para comer, mientras que el Club Mar-a-Lago, propiedad del presidente, le cobra a los contribuyentes tres dólares por servirle un vaso de agua.
Mucho todavía por salir a flote de los abusos de poder cometidos por Donald Trump, especialmente la violación a los derechos humanos de los migrantes del mundo que han arribado ilegalmente a la Unión Americana, como ocurriría con los 666 menores de edad detenidos junto con sus padres y posteriormente separados, los cuales siguen en el término de su gobierno en calidad de huérfanos, porque no registraron correctamente en base a los tratados internacionales.
Se va Trump a sus negocios inmobiliarios, dejando atrás una estela de corrupción por evasión fiscal, tráfico de influencias, desviación de miles de millones de dólares y lavado de dinero, que seguramente pondrán a pensar a la neo clase gobernante de México, que se mantiene en el ejercicio del poder, con una tesitura bastante parecida a la que imperó al norte de los tres mil kilómetros de la Frontera con quien se creyó intocable y llevó consigo en su caída libre al partido político, el Republicano, que le obsequió un poder efímero y su tumba.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.